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Gonzalo Cardenal M.

Nuestra Respuesta II

Todo el mundo acepta que los hijos deben obediencia a los padres, pero ustedes saben que frecuentemente los que mandan en el hogar son los hijos. Si Dios ha mandado a los hijos obedecer a los papás, es porque los papás deben ejercer autoridad y la deben ejercer para la formación de los muchachos. De nada sirve que Dios les diga a todos los hijos de la tierra: “obedezcan a sus padres”, si los padres no ejercen esa autoridad.

Necesitamos aceptar que estamos a cargo de formar las vidas de los hijos desde que el niño nace.

La Biblia instruye a los padres de la siguiente manera:

“Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor”. (Efesios 6:4)

Y a los hijos les dice: “Hijos obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo. Honra a tu Padre y a tu Madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra”. (Efesios 6: 1–3)

Otro elemento es que debemos ser una familia que valora sus relaciones y “hace el tiempo” para estar juntos y no deja que el trabajo necesario para acumular cosas, obstaculice el ser familias unidas. Hoy día muchos padres ni siquiera tienen tiempo de ver a los hijos al final del día, de hablarles, de divertirse juntos. Para ello necesitamos hacer el tiempo, y organizar actividades y excusas para reunirnos. Lo importante no es tanto la actividad cuanto nosotros y nuestras relaciones. Fomentar un clima que permita el desarrollo de la confianza de los hijos para con sus padres, el que se sepan amados por lo que son, a pesar de posibles fracasos o tropiezos. La familia debe ser como un fuerte seguro donde sanar las heridas, el lugar donde poder encontrar la ayuda oportuna, ya sea el consuelo o el compartir juntos una alegría.

Sean felices… y dedíquense muy especialmente a ser un signo de la felicidad de Dios. La alegría es muy contagiosa. Nunca sabremos todo el bien que una simple sonrisa puede causar. Sean fieles en las cosas pequeñas.

Debemos ser familias de Dios. El mundo está sufriendo tanto porque no hay paz. No hay paz porque no hay paz en la familia. Convirtamos  nuestras casas en centros de compasión, y perdonar sin cesar (setenta veces siete), y así habrá paz.

Debemos constituir la alternativa de sociedad que el mundo necesita, familias que reflejen una forma de vivir distinta al mundo en que vivimos; familias llenas de felicidad con una cultura propia que proviene de ser Pueblo de Dios.

Por eso San Pablo nos dice: Romanos 12:2:

“No vivan ya según los criterios del tiempo presente cambien su forma de pensar para que cambien su forma de vivir”.

Y créanme, podemos cambiar nuestra forma de vivir buscando a Dios en la oración personal y familiar, presentándole nuestras necesidades y cediéndonos a Él para que vaya tomando las riendas de nuestras vidas, pidiéndole que nos dirija, confiados en que Él lo hará… que nos sane, que nos libere, que nos dé su paz.

Todo esto no es una utopía y menos una mentira. Es real y ya la están viviendo los que la han tomado en serio y se han entregado a ella. Esa es la estrategia de Dios para vencer a la Cultura Juvenil actual que amenaza a nuestros hijos.

El autor es miembro del consejo de coordinadores de la ciudad de Dios.
[email protected]

Opinión Dios Obediencia padres de familia archivo
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