Se escucha constantemente que las personas empobrecidas en Nicaragua son muchas o son pocas. Y van y vienen números, que dice cada quien, de acuerdo a sus intereses y posición socio-política. Además, existen niveles o categorías, los extremos pobres, los pobres, y los no pobres.
Para estas clasificaciones hay criterios diversos. Frecuentemente estos no responden al drama que viven las personas que no tienen acceso a la satisfacción de sus necesidades, materiales ni espirituales. Un ejemplo de esto son las personas empobrecidas en el pensamiento, mismas que no tienen visión prolongada de su destino. No observan la realidad con perspectivas, simplemente, por reconocerse sin posibilidades, porque tienen mutilado su derecho a soñar despiertos. A construir ideas y planes de futuro.
Quiero enfocarme en esta reflexión en la capacidad que tenemos todos los ciudadanos de contribuir a la superación de los niveles más desagradables de la pobreza, semejantes, que están basados en la exclusión social. Excluidos del desarrollo, sin acceso a la educación de calidad; fuera de poder recibir una salud con eficacia; o bien el limitado acceso a los servicios públicos en términos de igualdad. Es decir, que no necesita de una carta, una orden, o un aval partidario.
Todos podemos aportar un poco de lo nuestro, sin caer en la pérdida de nuestra capacidad y/o riqueza. Lo interesante es negarnos a vivir en una sociedad empobrecida. No solo por hacer un ejercicio de filantropía, sino hasta por nuestros propios intereses y estabilidad social y humana. Por la seguridad ciudadana de nuestra familia. En sociedades empobrecidas, vivir es denigrante, es perverso. Los nicaragüenses ricos y pobres debemos de aspirar a tener una sociedad próspera y emprendedora. Y, ¿cómo lograr este nivel propuesto?
Sencillamente todos estamos en capacidad de entregar a los demás, espacios y oportunidades, además de recursos materiales, financieros. Lo más importante es facilitar los encuentros. Evitar bloquear los ideales, promover opiniones, animar procesos, abrir puertas y ventanas. Desarrollando en nosotros mismos el pensamiento que cada persona es agente de cambio. Evitando ser muro y convertirnos en caudal de congruencias.
Daré algunos ejemplos: La banca privada debe abrir servicios de acceso a recursos financieros apropiados a las capacidades y del entorno de los agentes comerciales, activistas de múltiples formas de transacciones e intercambio, productores agrícolas y pecuarios. Abandonando las complicaciones funcionales, abriendo la oportunidad de información, facilitando los procesos, dejar de trabajar solamente por el salario y comprometerse con el desarrollo de Nicaragua.
Da vergüenza decir que somos ricos, poderosos políticamente en un país de desgraciados e indigentes, mendigos o personas que no producen, no generan riqueza. Eso es penoso, vergonzoso. Los más ricos, y los más estudiados, estamos obligados a promover el acceso de todas las personas al desarrollo sostenible en Nicaragua. Nuestras empresas no están solamente para producir ingresos, riqueza y excedentes, nuestra actividad empresarial, política, religiosa y social debe estar destinada a promover a otras personas, para salir del empantanamiento de la pobreza.
El autor es sociólogo e Investigador Social.
[email protected]
