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William Ernesto Roiz Murillo

Irving Dávila era de los imprescindibles

El coronel retirado Irving Dávila, recientemente fallecido, en vida lo dio todo por su inmenso amor a Nicaragua y porque amó también a su pueblo desde que era un estudiante y líder universitario en la UNAN-Managua, donde lo conocí, en el Auditorio 12 con su palabra encendida en aquellos años, cuando yo estudiaba en la Escuela de Periodismo. Le grabé varios discursos que luego transmití en la radio, en el noticiero Prensa Libre del periodista Mario Díaz, a pesar de la feroz represión de la guardia somocista en esos años.

No podía el espíritu rebelde de Irving estar pasivo ante una dictadura sangrienta y criminal como era la de los Somoza, por eso se enroló en la guerrilla y participó en las insurrecciones de 1978 y 1979 con el FSLN histórico.

Todos los que lo conocieron lo recuerdan como un joven alegre, simpático pero llena su conciencia de grandes ideales revolucionarios, de cambios, de construir una nueva Nicaragua verdaderamente libre y democrática, con instituciones que debían ser sólidas como grandes pilares de concreto.

Siempre estuvo dispuesto si era necesario a dar su vida por la libertad de Nicaragua y ya en el Ejército Popular Sandinista fue un verdadero ejemplo de patriotismo, de ética y moral, para sus compañeros de lucha y de armas.

Lleno de unos principios y convicciones sólidas, ingresó nuevamente a la lucha contra la nueva dictadura orteguista, desde organismos de la sociedad civil, desde el Movimiento Renovador Sandinista (MRS) y últimamente desde el Frente Amplio por la Democracia (FAD).

Aunque su salud se deterioraba Irving siempre estaba en la primera línea de lucha, era un luchador de tiempo completo. Como era respetuoso de los derechos humanos de los nicaragüenses no podía estar fuera del derecho y así estudió y se graduó de abogado.

Un hombre así no puede jamás olvidarse, siempre debe estar presente como un verdadero ejemplo revolucionario y patriota de la juventud nicaragüense.

Nunca se olvidó de sus compañeros de armas que han quedado desprotegidos sin ninguna justa pensión, sin vivienda, sin una beca que les asegure superación intelectual y fue el principal impulsor de una ley que diera a los excombatientes del Ejército Popular Sandinista y del Ministerio del Interior, una ley que está congelada en las tuberías de una Asamblea Nacional ingrata con los hombres y mujeres que lo dieron todo para que hubiera una nueva Nicaragua.

Hoy no podemos llorar a Irving Dávila, hoy debemos recoger su ejemplo generoso de lucha inclaudicable para seguir luchando por esa Nicaragua que soñó y por la que siempre luchó. No debemos descansar, a como lo hizo Irving, hasta lograr que no haya más dictadura familiar en nuestra patria y para que Nicaragua sea realmente libre.

Irving Dávila fue y es de los hombres imprescindibles, porque luchó toda su vida con un corazón valiente y decidido. Hasta siempre, hermano Irving, que Dios te cubra con su santo manto en la eternidad. Descansa en paz.

El autor es periodista.

Opinión
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