El sorteo de Roland Garros ha evitado que el español Rafael Nadal y el serbio Novak Djokovic se midan en la final del torneo y les ha situado por la misma parte del cuadro, obligados a cruzarse en semifinales.
Nadal, quien busca su décima Copa de los Mosqueteros, parte como cuarto favorito, mientras que el serbio, que defiende el primer título en la tierra batida de París logrado el año pasado, lo hace como segundo.
Pese a todo, la guerra psicológica entre ambos comenzó ya. Djokovic no dudó en tratar de pasar la presión al español, a quien consideró favorito para ganar el torneo por la buena temporada que viene haciendo, en particular sobre tierra batida.
Regresa la presión
Nadal prefirió mirar para otro lado y mostrar sus cartas al asegurar que, si el físico no le abandona como sucedió el año pasado, se encuentra en un buen momento para afrontar su Grand Slan predilecto.
Su conquista del décimo triunfo en París aparece jalonada por un sendero benevolente, aunque él se empeñó en magnificar su primer rival, el francés Benot Paire, 45 del mundo, un jugador tan irregular como consistente a quien atribuyó un gran servicio y un buen revés.
Será una piedra de toque más moral que tenística para el español, que le ha batido en las dos citas anteriores, ambas sin ceder un solo set y en los dos casos sobre arcilla.
Accesible
Si como quiere el ranking Rafael Nadal supera el primer escollo se le supone un camino accesible: el holandés Robin Haase, el francés Guilles Simon, el estadounidense Jack Sock, a quien viene de derrotar dos veces esta temporada, en octavos de final, y al canadiense Milos Raonic, sexto del mundo, en cuartos.
Un rival este último de calidad pero que no tiene ni mucho menos sobre la tierra la superficie donde más luce su talento, basado en un servicio demoledor.