No puedo más que calificar de desconcertante el comunicado emitido recientemente por el Cosep.
Como ciudadana nicaragüense, no entiendo en lo absoluto que la empresa privada y sus cámaras, que ocupan una posición de privilegio dentro de la sociedad, se sientan en la necesidad de emitir un comunicado beligerante denunciando a la muy escasa prensa independiente por una supuesta campaña en su contra.
Esta acusación del Cosep parece producto de una paranoia muy bien dirigida con la intención de aplastar la poca libre expresión que aún existe, cooptándolos a ellos.
Soy novelista y tengo imaginación, de manera que tras este inexplicable ataque a los únicos medios que en este país todavía conservan entre las piernas, el coraje para hacer críticas a este gobierno me parece ver una reunión de alto nivel, muy secreta y solemne, donde alguna autoridad le informa y advierte a la cúpula del Cosep sobre un “complot” para dividirlos e influirlos ideológicamente. Puedo imaginar la seriedad de quien hace la advertencia, la mesura estudiada, y el caso armado delicadamente con dudosas “pruebas” para que ingenuamente, los empresarios, que se sienten amparados por este gobierno tan permeable y colaborador, crean lo que les están “demostrando”.
Pero tal vez me equivoque —aunque lo dudo— y sea la piel delicada de algunos directivos o empresarios del Cosep la que se ha irritado cuando se les reclama que usen el poder que tienen no solo en beneficio propio, sino también para interceder porque se enderece el rumbo caudillista del país.
Hay que estar claros, me parece a mí, de que la empresa privada no es un sector motivado por intereses políticos de corto, mediano o largo plazo. Mientras ellos puedan funcionar y seguir invirtiendo y sacando ganancias, ellos lo seguirán haciendo porque esta es la ética del capital; una ética muy distinta a la que se arriesga para denunciar debilidades democráticas.
Inútil es esperar, hoy por hoy, que se opongan a Ortega o que lo conminen a restaurar la institucionalidad del país, y todos los otros derechos que su régimen ha conculcado. La empresa privada no se va a arriesgar porque no está en su naturaleza. No vale la pena, pienso, criticarlos por luchar y proteger su supervivencia, aunque muchos pensemos que su situación los ha hecho entrar en compromisos que eventualmente vulnerarán sus defensas.
Lo que hagan aquí o en el futuro en ese sentido es su decisión y serán ellos quienes paguen el precio que haya que pagar.
Es inaceptable, sin embargo, que no se limiten a luchar por sus intereses, sino que ahora, se hagan eco del gobierno para emplazar a los medios de comunicación independientes, publicando un acusación tan poco seria y fundamentada.
El poder que hay detrás de esta acusación es realmente macabro pues parece que quiere que sean los mismos empresarios que defienden la libre empresa y las libertades públicas en sus declaraciones, los que asfixien al periodismo independiente del país.
Es hora de que el Cosep y sus cámaras pongan su barba en remojo y no pasen de sus amables y beneficiosas relaciones con el Gobierno a la complicidad que significa atacar con “anónimos” argumentos la libertad de expresión que está sitiada en nuestro país.
La libre expresión, la crítica a sus gestiones, es un derecho del periodismo nacional. No se conviertan en sus verdugos.