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Carlos Tünnermann B.

La educación para el desarrollo sostenible

A raíz de la decisión del presidente Trump de retirar a los Estados Unidos del Acuerdo de París, se ha suscitado un amplio debate mundial sobre lo desacertado de la decisión del mandatario estadounidense, así como sobre la también desafortunada postura de Nicaragua de negarse a suscribir el aludido acuerdo, del que forman parte todos los países del planeta menos Nicaragua y Siria. Los argumentos esgrimidos por Nicaragua pueden ser válidos, pero no se corresponden con las prácticas depredadoras que el actual Gobierno permite. Al no ser parte del Acuerdo, Nicaragua no tendrá acceso al fondo creado precisamente para ayudar a los países que sufren el impacto del cambio climático.

Ahora los Estados Unidos, que compite con China como uno de los países que más contamina el ambiente, se retira del Acuerdo, aun cuando 6 de cada 10 estadounidenses desaprueban tan nefasta decisión, inspirada más en razones de lucro que en lo que la ciencia ha demostrado sobre la realidad del cambio climático. Afortunadamente, China y la Unión Europea han decidido seguir adelante con el Acuerdo.

Ante este debate conviene analizar el concepto de sostenibilidad, que está en el corazón de la lucha contra el cambio climático, así como la importancia de la educación para alcanzar un desarrollo sostenible.

A partir de la noción de sostenibilidad propuesta por el Informe Brundtland (1987), el concepto ha experimentado una larga evolución. Su propósito original de promover un cambio en el modelo de desarrollo económico ha sido desbordado por las reflexiones que ha suscitado en múltiples campos: social, político y cultural. Además, el concepto está hoy día plenamente ligado a las propuestas que abogan por un futuro ambiental y social más justo para toda la humanidad.

Existe en la actualidad el convencimiento que si se desea generar una cultura capaz de inducir comportamientos sensibles y responsables con la naturaleza y el ambiente, es indispensable que la noción de sostenibilidad se incorpore al pénsum de todos los niveles del sistema educativo de los países, como tema transversal.

En el nivel de educación superior, la Conferencia Mundial sobre Educación Superior para el siglo XXI (1998), en su Declaración final señaló la necesidad de que la educación superior asuma su compromiso con la sostenibilidad y refuerce su trabajo interdisciplinario y transdisciplinario para analizar y combatir el continuo deterioro del medioambiente. A su vez, la Segunda Conferencia Mundial (2009) enfatizó que la responsabilidad social de la educación superior, que deriva de su valor como bien público, incide en la necesidad de avanzar en nuestra comprensión multidimensional de los retos globales, como son el cambio climático, el acceso al agua, el diálogo intercultural, las energías renovables y la salud pública, para orientar a la sociedad con la generación de un conocimiento que permita contribuir adecuadamente a su solución.

A nivel de América Latina y el Caribe, la Conferencia Regional de Educación Superior, celebrada en Cartagena en el año 2008, no pudo ser más explícita cuando demandó que el desarrollo de las capacidades científicas, tecnológicas, humanísticas y artísticas debe estar vinculado a una perspectiva de sustentabilidad. El agotamiento del modelo predominante de desarrollo se evidencia en la contraposición entre las necesidades humanas, los modelos de consumo y la conservación de la habitabilidad del planeta. Se trata de propiciar enfoques que apunten a combinar la atención de los problemas sociales, económicos y ambientales, reduciendo el hambre, la pobreza y la inequidad, a la vez que se mantienen la biodiversidad y los sistemas de soporte de la vida en la Tierra.

El año 2009, la Unesco convocó la Conferencia Mundial sobre la Educación para el Desarrollo Sostenible, que tuvo lugar en Bonn, Alemania. Dicha conferencia aprobó una Declaración acompañada de un llamamiento a la acción, de la cual reproducimos el párrafo siguiente: “Al concluir el primer decenio del siglo XXI, el mundo afronta retos y problemas importantes, complejos e interrelacionados, que atañen al desarrollo y los estilos de vida. Los desafíos provienen de valores que han creado sociedades insostenibles. Los problemas están vinculados entre sí y su solución exige un compromiso político más enérgico y una acción decidida. Disponemos del conocimiento, la tecnología y las competencias necesarias para revertir la situación”.

El autor es académico y educador.

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