Es de Corinto, Chinandega. Se llama Scarleth Ojeda, tiene 20 años y suficiente hambre que le alcanzaría para comerse el mundo. Es boxeadora y el ring es su lugar de deleite. En las casillas de los pesos, ella está ubicada en la de los 56 kilogramos y hoy por hoy es la mejor del país. “Si es buena, me tiene que ganar a mí”, dice, sin dedicarle la frase a alguien en particular. Es su manera de graficar que ella se siente dentro de la élite.
Medallista de oro en el Campeonato Centroamericano de Boxeo 2015, Ojeda entró a la Selección Nacional hace dos años y apenas en su aterrizaje se aventuró a clasificar a los Juegos Panamericanos de 2015, en un evento clasificatorio en Argentina, donde ganó un combate y perdió el segundo. “Estuve triste por eso, eran mis primeros pasos, pero si uno quiere superarse se debe secar las lágrimas y seguir”, cuenta.
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En el lobby de un hotel en Tegucigalpa, Honduras, donde participa en el Campeonato Continental Élite de Boxeo, Ojeda relata que tocó las puertas del boxeo a los 12 años, porque una de las preocupaciones de su padre es que no malgastara el tiempo en casa. Le gustó. Se quedó. Y desde entonces lleva ocho años tirando golpes y alimentando sus sueños, los que desea darle continuidad en el profesionalismo, adonde quiere trasladarse luego de que acaben los Juegos Centroamericanos de Managua 2017.
“Yo siempre he pensado que no solo los hombres pueden. El querer es poder. Si ellos pueden, ¿por qué nosotras no?”, se cuestiona.
“Mi padre, mi madre, mi familia se siente orgullosa de mí, soy única hija mujer. Siempre me han apoyado. Me preguntan cómo estoy para las peleas, si ya comí, que si me siento tranquila. Ese apoyo tan cercano, a pesar de la distancia, me llena de aliento para hacer las cosas bien”, comenta Scarleth, a quien le sobra agresividad y técnica arriba del cuadrilátero.
Sacrificio total
La palabra sacrificio no está distanciada de un deporte como el boxeo. El día empieza desde muy temprano para Ajeda, antes que el sol se levante es momento de correr, a contracorriente a veces, pero es el precio que se debe pagar para alimentarse con las mejores condiciones físicas.
“Hay días en los que uno no quiere. En esto la materia prima de trabajo es el cuerpo, los músculos, también el ánimo, y como somos humanos, pasa que a veces uno no quiere levantarse de la cama, sin embargo, agarramos alientos de donde no hay para nunca parar”, comenta.
Una nube le cobija el pensamiento a Ojeda cuando tiene que contestar la pregunta que si los hijos que un día pueda llegar a tener sigan sus pasos.
“Yo los apoyaría, pero les diría que no es un camino fácil. Por mi parte, sé que tengo la calidad para triunfar y este año estoy segura que tendré muchas bendiciones”, remata.
La batalla contra el peso: al hablar de los sacrificios que debe encarar, Ojeda elige uno: mantener a raya su peso, para no tirar a la basura el esfuerzo de sus entrenamientos.
“He tenido que pasar sin comer tres tiempos, lo que equivale a un día, es complicado en realidad”, asegura.