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Comida desperdiciada podría alimentar a 47 millones de hambrientos

Mientras en el mundo 795 millones de personas no se alimentan adecuadamente por falta de recursos, al menos 1,300 millones de toneladas de alimentos se pierden o desperdician cada año. De ese volumen, unos 127 millones de toneladas se desechan en América Latina.

Mientras en el mundo 795 millones de personas —según el Programa Mundial de Alimentos (PMA)— no se alimentan adecuadamente por falta de recursos, al menos 1,300 millones de toneladas de alimentos se pierden o desperdician cada año. De ese volumen, unos 127 millones de toneladas se desechan en América Latina.

Con el volumen de alimentos desaprovechados —que se calcula en el 15 por ciento de los disponibles— América Latina podría satisfacer las necesidades alimenticias de trescientos millones de personas. Es decir a cerca de la mitad de los 647 millones de personas que habitan la región. También podría saciar las necesidades nutricionales de los 47 millones de latinoamericanos que aún padecen hambre, advierte la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (conocida mundialmente como FAO).

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Para cambiar este panorama la organización propone la creación de comités multiactorales que cuantifiquen las pérdidas y desperdicios para que luego trabajen en su reducción. Está previsto que en las próximas semanas se realice en Nicaragua la primera reunión para encaminar estas acciones.

Pero ¿por qué ocurren estas pérdidas? Según Tania Santivañez, especialista en pérdidas y desperdicios de la FAO, este es un problema multidimensional. Las pérdidas son generadas por problemas técnicos, pero los desperdicios los provocan la actitud y la conducta de las personas.

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Por problemas técnicos

“Las pérdidas vienen desde la producción que enfrenta problemas tecnológicos, de infraestructura, transporte, inversión y otros antes de llegar a los mercados. Pero cuando aparecen desperdicios a nivel de mercados y de los consumidores esto tiene que ver con la actitud y la conducta de las personas”, afirma Santivañez vía telefónica.

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Por ejemplo, cuando “yo como consumidora dejo la mitad de la comida en el plato y luego esto va a la basura. Así ocurre en restaurantes y hoteles donde una gran cantidad de alimentos va a la basura de manera intencional. Pero también en los mercados de abasto, cuando al terminar el días se ve la cantidad de frutas, verduras, vegetales y otros que son desechados porque no se vendieron o presentan algún problema de calidad”.

Según la especialista, también influye la cultura del consumismo que nos lleva a comprar más y más sin pensar en el otro que tiene problemas de hambre.

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En el caso de Latinoamérica, la falta de acceso a tecnología, infraestructura, inversión, transporte y otros problemas técnicos provoca que de los 127 millones de toneladas de alimentos que no se aprovechan, la mayor parte sea originan por pérdidas. Mientras que en los países desarrollados y en algunos en vías de desarrollo, que tienen muchos hoteles como República Dominicana, es a la inversa, la mayoría lo aportan los desperdicios.

Frutas y verduras

Elevan los precios

¿Cómo afecta esto la economía de productores y consumidores y por ende de los países? Estos grandes volúmenes de alimentos desaprovechados reducen la disponibilidad de alimentos a nivel local, generan pérdida de ingresos a los productores, afectando principalmente a los pequeños. Además, cuando se reduce la disponibilidad de los productos se elevan los precios en detrimento de los intereses de los consumidores.

También hay que tener en cuenta que para producir estos alimentos que no se consumen, se utilizaron unos 1,400 millones de hectáreas de suelos que pudo haberse aprovechado para otros fines. Sumados estos recursos más los insumos y el costo de la fuerza laboral, según cálculos de la FAO en el 2009 el costo global del desecho de alimentos, según precios al productor, fue de 750,000 millones de dólares.

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Varios países ya comenzaron a evaluar las implicaciones que tienen estas pérdidas y desperdicios en su Producto Interno Bruto (PIB). “Estamos en un proceso de evaluación en la mayoría de los países. Por ejemplo Argentina y Colombia ya saben que esto les genera pérdidas de alrededor de 1.2 por ciento de su PIB. Entonces lo que queda es revisar qué está pasando con sus sistemas alimentarios”, explica Santivañez.

¿Y qué otras repercusiones provoca? Según la FAO estas pérdidas y desperdicios de alimentos generan Gases de Efecto Invernadero (GEI) y debido al alto volumen de estos, este sector se ha convertido en el tercer emisor mundial de estos gases, superado únicamente por China y Estados Unidos, que son los países que más gases emiten.

“También la huella hídrica que generan es muy grande, en el 2007 fue de 250 kilómetros cúbicos (cada uno equivale a mil millones de metros cúbicos) y equivaldría a una recarga anual del acuífero guaraní en Suramérica”, detalla Santivañez.

Sube el precio del balde pequeño de tomates en los principales mercados. Comerciantes afirman que es por la llegada del invierno. LAPRENSA/ ARCHIVO

Derroche debe terminar

El derroche de recursos y energía indica que algo está fallando en los sistemas alimentarios de los países. Y es un indicador de injusticia y falta de equidad. “Esto tiene que terminar, no podemos seguir botando recursos, un tercio de lo que se produce termina en la basura… Por tanto tenemos que ver directamente a los sistemas agroalimentarios y determinar dónde está la ruptura y cómo esto afecta a la seguridad alimentaria y a la economía de los países”, sostiene Santivañez.

La propuesta de la FAO para poner fin a este problema es crear en cada país comités multisectoriales que se distribuyan las acciones. En lo primero que se debe trabajar es en la cuantificación de las pérdidas y desperdicios. Y una vez cuantificadas, se deben desarrollar acciones para disminuirlas.

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Argentina es el país de la región que más ha avanzado. Ya formó su comité y comenzó a cuantificar sus pérdidas y desperdicios. Mientras que Costa Rica comenzó a trabajar pero a través de cadenas de valor específicas y ya determinó por ejemplo que en la producción de tomate se pierde el diez por ciento solo por problemas de calidad.

“En el caso de Nicaragua tenemos entendido que en uno o dos meses la representación de FAO allá apoyará el desarrollo de un taller sobre este tema. La idea es primero socializar y demostrar que este es un problema y después decidir junto con el Gobierno cómo abordarlo, si se empieza por la cuantificación o se trabaja a la vez con la reducción”, confirmó Santivañez.

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Las acciones que se desarrollen deben comprometer a todos los involucrados: productores, consumidores, empresa privada, academia, industria y entidades gubernamentales. Y de no frenar estas pérdidas se pondrían en riesgo varios compromisos internacionales y algunos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como la reducción del hambre y la pobreza, concluye la especialista de la FAO.

sector agrícola

Dispuestos a apoyar

Aunque todavía no hay una cuantificación oficial, Michael Healy, presidente de la Unión de Productores Agropecuarios de Nicaragua (Upanic), considera que en el país las mayores pérdidas de producción las enfrentan los productores de leche, granos básicos y vegetales.

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Estas serían provocadas principalmente por la falta de espacios de almacenamiento, pero también por las consecuencias de la variabilidad climática. En ambos casos los más afectados son los pequeños productores.

Asegura que el sector está abierto a apoyar cualquier iniciativa que se desarrolle para frenar estas pérdidas y adelanta que en algunos casos se deben impulsar proyectos público-privados para generar las condiciones que requieren los productores.

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