Oteando en el horizonte para descubrir amenazas, mientras sostiene de la mano a un tigre, es la imagen que me da el Cosep al identificar a LA PRENSA como su adversario. Hay suficientes razones para considerar que el orteguismo es la mayor amenaza para la empresa privada, y especialmente, para la libre empresa, en cualquiera de dos rumbos que quiera seguir Ortega: el que conduce a Nicaragua al Socialismo del siglo XXI o fortalecer su papel como gobernante y gran empresario.
La formación política de Ortega le induce a pensar que el capitalismo, y por lo tanto, la empresa privada, deben desaparecer y que en vez del mercado, es el Estado el que debe fijar qué producir y a qué precios vender. Al triunfo de la revolución, esta idea se manifestó en las confiscaciones y en fijar precios a las cosechas de los campesinos. Por cierto, esto despertó malestar entre el campesinado, lo que fue propicio para que se integraran a la contrarrevolución. Con los años, se ha podido ver que este rumbo ha fallado en brindar a la población los grandes beneficios que en teoría se esperaban. En efecto, los países de Europa del Este se desencantaron y cayó la cortina de hierro. En calidad de vida es abismal la desventaja de Corea del Norte, en comparación con Corea del Sur. Y lo más dramático ha sido en Venezuela, donde el desmantelamiento de la empresa privada, más que la caída de los precios del petróleo, es la causa de su actual miseria.
A pesar de los sufrimientos que pueda significar para el pueblo nicaragüense, el socialismo del siglo XXI representa un gran atractivo para los Ortega-Murillo. De hecho ha elevado a rango constitucional el socialismo y se mantiene intacta su vocación por las confiscaciones, aunque ahora se realizan de facto, mediante tomas de tierra o de empresas, o por fallos amañados de jueces o por incumplimiento por parte de la Policía de las órdenes judiciales para poner propiedades en manos de sus legítimos dueños. Hay en Chinandega un muerto y un empresario preso, creo que de apellido Venerio, derivados indirectamente de esta vocación gubernamental por las confiscaciones. Un atractivo mayúsculo es gozar de un poder absoluto sobre las instituciones y sobre la Constitución y disponer de las armas para mantenerse en el poder. Y lo que es más importante: pueden los gobernantes mantener estándares de vida altísimos. De hecho, no se ha visto en Venezuela a Maduro o a sus allegados haciendo grandes filas para conseguir pan o papel higiénico.
Pero también tener a Ortega como gobernante y empresario es una grave amenaza para el resto de empresarios. La competencia desleal está a la vista. Lo previsible es que Ortega permita a empresarios trabajar solo en la medida que le sean sumisos, tal a como sucede con los empleados públicos. Al fin y al cabo, cuenta con varias espadas para imponer sus intereses: el poder judicial, la DGA, la DGI, el INSS, pero también de sus garroteadores.
Se equivoca también el Cosep al considerar que la política le toca a los partidos políticos. Es un deber ético de cada ciudadano y de sus asociaciones participar en política, si nos atenemos al correcto sentido de la política, que es la búsqueda de la justicia y del bien común. El Cosep está moralmente obligado a ayudar a prevenir su deterioro, persuadiendo a su interlocutor de que la forma de evitar la aplicación de la Nica Act es convertir a Nicaragua en una verdadera república, con democracia, Estado de derecho y plena institucionalidad. En pocas palabras, que se ponga fin a la dictadura.
El autor es médico leonés.