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Cartas al Director, farsas electorales
Abraham Haddad

50 años desde la Guerra de los Seis Días

Esta semana ha marcado  50 años desde la impresionante victoria de Israel en la guerra de 1967, conocida como la Guerra de los Seis Días, que cambió dramáticamente el panorama de Oriente Medio. En su guerra defensiva contra los ejércitos hostiles, Israel prevaleció y reunificó su antigua capital, Jerusalén. Sin embargo, a pesar de todo el cambio que ha producido, la guerra de 1967 el agresivo cerco militar sobre Israel en mayo de 1967, que desencadenó la guerra, derivó del rechazo fundamental de los árabes y palestinos al derecho de Israel a existir sean cuales fueren sus fronteras. Este rechazo, actualmente es la razón por la cual aún no reina la paz.

Cincuenta años antes, el reconocimiento de los derechos del pueblo judío en su patria histórica fue declarado en 1917 por Lord Balfour, entonces ministro de Relaciones Exteriores británico, y adoptado en 1922 por la Liga de las Naciones (precursora de las Naciones Unidas). Sin embargo, este respaldo jurídico y moral internacional de los derechos judíos sobre la tierra sigue siendo rechazado hoy por los líderes palestinos.

En 1947, las Naciones Unidas adoptaron el plan de partición para crear dos estados, uno para los judíos y otro para los árabes. La población judía aceptó el plan, pero la gran mayoría de los árabes prometió no reconocer nunca a un Estado judío en su seno y rechazó el acuerdo. Cuando Israel declaró su independencia el 14 de mayo de 1948, los Estados árabes que rodeaban a Israel declararon una guerra de aniquilación e invadieron el Estado naciente. Después de una feroz lucha se alcanzó un acuerdo de alto el fuego en 1949. Las líneas de alto el fuego actuaban como fronteras de facto entre Israel y sus vecinos Jordania, Egipto, Siria y Líbano,  pero los Estados árabes todavía se negaban a reconocer al Estado judío.

Desde 1949 hasta 1967, la parte oriental de Jerusalén y Cisjordania fueron ocupadas por Jordania y fueron administradas desde su capital, Ammán, mientras que la Franja de Gaza fue ocupada por Egipto. La población judía fue expulsada del territorio controlado por los jordanos, incluso de su antiguo barrio en la Ciudad Vieja de Jerusalén, donde cada sinagoga fue bombardeada y profanada. Aunque el acuerdo de alto al fuego garantizaba el acceso de los miembros de todas las religiones a sus sitios sagrados, este compromiso no fue honrado cuando se trataba de los judíos, a quienes se les impidió visitar los lugares más santos.

Sin embargo, a pesar de la oportunidad, los estados árabes y la población local no hicieron ningún esfuerzo para establecer un Estado palestino en las áreas controladas por Jordania y Egipto; su objetivo era eliminar a Israel. Esta fue la razón de ser de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), fundada en 1964 “para lograr por medio de la lucha armada la liberación de Palestina”, es decir, para destruir el Estado de Israel en sus fronteras anteriores a 1967.

En 1967, Egipto y los otros países árabes prepararon otra guerra de aniquilación contra Israel. El ejército sirio intensificó su bombardeo sobre los agricultores israelíes en la Galilea, mientras que Egipto reunió sus tropas. El primer ministro de Israel, Levi Eshkol, intentó evitar la guerra, anunciando el 15 de mayo que “Israel quiere dejar en claro al Gobierno de Egipto que no tiene intenciones agresivas contra ningún Estado árabe”.

Sin embargo, unos días después, Egipto exigió que las fuerzas de paz de la ONU abandonaran el Sinaí, donde habían estado apostadas desde 1956 como un intercesor entre Egipto e Israel, y enviaron unos 1,000 tanques y 100,000 soldados a la frontera con Israel. Poco después, Egipto cerró el Estrecho de Tirán a todos los buques israelíes, un casus belli (motivo de guerra) en virtud del derecho internacional. Otros países árabes vecinos reunieron tropas en las fronteras con Israel y entraron en alianzas militares, al tiempo que emitían declaraciones amenazantes:

“Los ejércitos de Egipto, Jordania, Siria y Líbano están listos en las fronteras de Israel… mientras que detrás de nosotros se encuentran los ejércitos de Irak, Argelia, Kuwait, Sudán y toda la nación árabe… Hoy sabrán que los árabes están dispuestos para la batalla, ha llegado la hora crítica” (presidente egipcio Nasser, 30 de mayo).

“La existencia de Israel es un error que hay que corregir. Esta es nuestra oportunidad para acabar con la ignominia que hubo para con nosotros desde 1948. Nuestro objetivo es claro: borrar a Israel del mapa” (presidente Aref, de Irak, 31 de mayo).
Rodeado de naciones árabes hostiles que no ocultaron su intención de destruir el Estado judío, Israel no tuvo más remedio que luchar por su existencia y en la mañana del 5 de junio neutralizó a la fuerza aérea egipcia en un sorprendente ataque relámpago.

Aunque Israel envió un mensaje urgente a Jordania para que se mantuviera fuera de combate, el 5 de junio, el ejército jordano bombardeó las ciudades y bases israelíes por tierra y por aire, obligando a Israel a responder.

Contra todos los pronósticos, Israel prevaleció en su guerra de defensa y en el curso de la lucha, tomó el control de Judea y Samaria (Cisjordania), las Alturas del Golán y el desierto del Sinaí (al que más tarde renunció a cambio de la paz con Egipto).

Por primera vez desde la independencia de Israel, los judíos ahora tenían acceso a los sitios más sagrados del Judaísmo y a los monumentos históricos de Jerusalén, incluyendo el Muro Occidental y el Monte del Templo en la Ciudad Vieja. Jerusalén, que había sido la capital geográfica y espiritual del pueblo judío durante miles de años, fue reunificada. Israel derribó el muro de hormigón que había dividido la ciudad durante diecinueve años y comenzó a transformar a Jerusalén en una ciudad moderna, libre y dinámica al servicio de todos sus diversos residentes; judíos, cristianos y musulmanes por igual.

Israel se había esforzado por lograr la paz con sus vecinos árabes desde 1948; este deseo está consagrado en su Declaración de la Independencia. Ahora, al final de la guerra de 1967, Israel anunció que estaba preparado para negociar y comprometido con la paz.

La respuesta árabe, anunciada en la cumbre de la Liga Árabe en Jartum el 29 de agosto de 1967, fue una vez más un verdadero rechazo a Israel, los famosos “Tres No”: “No a la paz con Israel, no al reconocimiento de Israel y no a las negociaciones con Israel”.
Desde entonces, Egipto y Jordania llegaron a aceptar a Israel, y los tratados de paz se lograron en 1979 y 1994. Sin embargo, la negativa del liderazgo palestino a reconocer al Estado judío ha sido reiterada una y otra vez a lo largo de los últimos cincuenta años, precisamente en detrimento de Israelíes y palestinos por igual.

Israel continúa extendiendo su mano de paz, como lo hizo en 1948 y 1967. La paz llegará cuando el liderazgo palestino entienda que el camino hacia el logro de sus metas no viene a través del odio, la violencia y el rechazo de Israel, sino a través del reconocimiento y la coexistencia.

El autor es embajador del Estado de Israel en Costa Rica.

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