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Arnoldo R. Martínez Ramírez

Presidente o monarca

El actual Gobierno de Nicaragua no es una dictadura. El presidente ha sido electo cuatro veces (1984, 2006, 2011 y 2016); cogobierna con su esposa, hijos y asociados cercanos, y se autonomina Pueblo Presidente; existen los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral; desde 1984 hay elecciones cada cinco años; el Ejecutivo discute asuntos de importancia económica con empresarios y trabajadores; hay Constitución, leyes y códigos; los medios oficialistas mencionan que no hay presos políticos, se respetan los derechos humanos, hay libertad de expresión; algunas iglesias apoyan la gestión oficial y le dan su aval espiritual, y existe aparente paz social, seguridad jurídica y ciudadana.

Pero esto no es democracia, pues las elecciones han sido irregulares y fraudulentas. Se ignora el concepto de participación política y pluralismo; el poder lo concentra el Ejecutivo, eliminando la independencia del resto de poderes; los cargos de representatividad no son electos por voto popular; se transgrede la Constitución y las leyes, y las sanciones por infracciones de gobernantes, colaboradores y amigos son aplicadas a discreción; los partidos de oposición los autoriza el Ejecutivo a través del Consejo Supremo Electoral; la igualdad y libertad son privativos de simpatizantes del partido de gobierno; 15 departamentos, 153 municipios y 2 territorios son controlados por un sistema centralizado que tutela el partido; los Derechos Humanos son infringidos, y perjudican la vida política, social, cultural y la libertad de expresión.

El Gobierno se asemeja a una monarquía absoluta. Todas las facultades para gobernar las centraliza una persona; es probable que los gobernantes crean que su poder proviene de Dios, por lo que sus decisiones son infalibles e incuestionables. Ser presidente pareciera ser un cargo vitalicio y hereditario; los organismos fiscalizadores son inoperantes, y el Ejército y la Policía obedecen y salvaguardan intereses del Ejecutivo. El Estado protege a las clases privilegiadas, partidarios del Gobierno, grupos financieros y empresariales, pero desampara a asalariados del campo y la ciudad (salvo sindicatos oficialistas), medianos  y pequeños empresarios, de los que obtiene impuestos y contribuciones; la burocracia es partidaria e ineficiente; no se respetan derechos ni garantías de las personas; se desatiende la inequidad social y la administración de la justicia.

Los personajes al servicio del monarca le rinden homenaje y le juramentaban fidelidad. En la monarquía nicaragüense hay nobles, siervos, bufones, señores feudales, vasallos, soldados, artesanos, trabajadores de la ciudad, campesinos. La nobleza la constituye la familia real, su círculo más cercano, y la plutocracia, principal poder económico e influyente del país. En la Corte hay magistrados, ministros, presidentes de instituciones estatales, banqueros, grandes empresarios y sus asociaciones. También, mayordomos, valet, capellán y damas de compañía. Es importante estar cerca del poder, por eso es numerosa la cantidad de aspirantes. Los señores feudales son servidores públicos o no, que poseen negocios, tienen haciendas (legítimas o ilegítimas), y están bajo la tutela del monarca, cuidando de los feudos de él y los propios e informándole sobre nuevos negocios; los vasallos sirven a los señores feudales.

En días recientes el presidente clausuró la reunión del ACCLA. Llegó con retraso, pero abundaron aplausos, ovaciones, sonrisas, abrazos y saludos de mano, y más de uno calificó positiva su visita. El presidente lució atípico: sonriente, bromista, amistoso, irónico: al exdueño de la casa donde reside le recordó: su casa es mi casa, otra vez la algarabía. Fue evidente que el monarca y su corte lograron su cometido. Habló del rango constitucional de su modelo de consenso, alianzas y acuerdos con el sector privado y trabajadores; la seguridad jurídica y ciudadana; las leyes acordadas con empresarios y banqueros.  Esto hace de Nicaragua un paraíso para los inversionistas. Pero, ¿existe en verdad la seguridad jurídica y se respeta la propiedad privada?

El sometimiento de nuestros aborígenes ante los conquistadores, se ha replicado en nuestros hábitos, y constituye en la actualidad una relación de dependencia entre los poseedores del poder y los que carecen de él. De tal relación surge el síndrome del servilismo, del sí señor, como plaga incontrolable, aparejada con las zalamerías y adulaciones. Estos comportamientos hacen que el adulado incremente su soberbia, altanería, petulancia e insolencia, y el adulador pierda su dignidad y decencia, y se convierta en hipócrita, mentiroso y deshonesto. El sistema de prebendas se consolida, aislando las posibilidades de tener una Nicaragua fundamentada en principios éticos y valores morales.

El autor es contador.

Opinión Daniel Ortega democracia Nicaragua archivo

COMENTARIOS

  1. Robertito José
    Hace 7 años

    Ni una cosa ni la otra, “ni chana ni juana”, este señor es un grandísimo aprovechador trasnochado, conspirador de profesión. Intransigente, torpe, estafador de primera grandeza, un típico hampón mafioso con delirios de grandeza.

  2. Koreano
    Hace 7 años

    Fuera familia Ortega-Murillo ( Basta ya de monarquía )

  3. ramon aguilar
    Hace 7 años

    En el pais de los ciegos un tuerto es rey…

  4. Angleo Lara
    Hace 7 años

    que bonito articulo

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