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José Javier Álvarez Argüello

SOS: Dictaduras S XXI vs. OEA

Ningún favor nos hacen quienes se empeñan en calificar como dictadura moderna, corporativista o dictablanda a gobiernos esencialmente dictatoriales. Solo ha servido para justificar la tolerancia de organismos multilaterales y la complicidad de políticos criollos.

Las dictaduras no nacen de un día para otro, se desarrollan durante años y por etapas: identifiquemos la primera como la “Vocación Dictatorial” del líder, reflejada en su carácter personal como en su ideología. Nadie puede dudar que el nacismo, enarbolado por Hitler desde su inicio, era una ideología de vocación dictatorial; o que Duterte (Filipinas) y Trump reflejan dicha vocación en su carácter personal; sin embargo podemos aceptar que aún no practican dictaduras. Según lo despejado que encuentre el camino, nuestro potencial dictador procede a una segunda etapa que es la “Construcción del Poder Dictatorial” valiéndose del control absoluto de la legislación, la justicia y las armas. En Estados Unidos  por ejemplo, las trabas institucionales para recorrer este camino le impedirían a Trump evolucionar a dictador, muy diferente al caso Erdogan (Turquía). Esta segunda etapa es crucial, pues al final ya tenemos una dictadura instalada. Nadie desmonta cada cimiento de una democracia y los sustituye por los de una dictadura sin tener la voluntad de ser dictador, y luego de alcanzar el poder total no esperemos que renuncie a utilizarlo para preservarlo indefinidamente.

Todos los dictadores pasan inevitablemente por estas dos etapas, sin embargo, hemos caído en el error de calificar, denunciar y combatir las dictaduras hasta en la tercera etapa, la de “Represión Violenta”. Desgraciadamente para su pueblo, en esta etapa el dictador está con un pie puesto en el último nivel: “El Genocidio”, y por desgracia también, es aquí cuando la comunidad internacional empieza a desperezarse y atender el clamor de familias destrozadas y economías en las que no queda “piedra sobre piedra”… (Fineza de Hernán Estrada). Mientras en Nicaragua asesinan campesinos en las montañas, ya en Venezuela asesinan ciudadanos en calles y plazas. La velocidad con que evoluciona y fortalece cada dictadura depende de cómo “administran” factores socioculturales, económicos y políticos a lo interno del país. ¿Ameritan llamarse dictaduras hasta que corre la sangre?

Medido en tiempo histórico, los Derechos Humanos Fundamentales son relativamente nuevos. Antes de su aparición, en las sociedades se ejercían derechos absolutos de unos sectores sobre otros (feudalismo, monarquías, esclavismo) y se violentaba “legalmente” el derecho a disentir, expresarse, movilizarse, incluso a vivir. Lo triste del caso es que el supuesto mundo (occidental) civilizado y moderno no termina de fundamentar la práctica jurídica priorizando el respeto absoluto a los derechos humanos, anteponiendo situaciones más formales y políticas como la soberanía de los países. Este último concepto surge como respuesta a las continuas invasiones militares entre países delimitados en siglos recientes y por intervenciones colonialistas. Infelizmente ha servido de mampara a sistemas dictatoriales violadores de derechos humanos.

Cínicamente, los dictadores “modernos” se comportan como verdaderas fuerzas de ocupación extranjera contra su pueblo, nos niegan la libertad, reprimen y llegado el momento asesinan. ¿Con qué derecho apelan a la soberanía de su país? Mientras tanto, los gobiernos y organismos multinacionales, a sabiendas que los derechos humanos predominan sobre los derechos de soberanía y no intervención, permiten y toleran que las dictaduras se desarrollen al punto de alcanzar las etapas Represiva y Genocida. Cada dirigente nacional e internacional debería actuar como si el primer muerto político de cualquier país fuera un ser querido.

Debemos impulsar en organismos internacionales una revolución humana y cultural que pueda erradicar la impunidad, corrupción, tiranías disfrazadas y todos los flagelos modernos que son responsabilidad compartida de los países del mundo, sea por acción u omisión. Adoptemos una nueva conducta internacional sustentada en el respeto de valores y derechos humanos. Modernicemos la justicia internacional dotándola de humanismo y firmeza que marquen la pauta hacia un desempeño progresista de los liderazgos nacionales. Ampliemos el ámbito del genocidio y crímenes imprescriptibles de lesa humanidad; no más impunidad internacional a dictadores, traficantes, políticos asesinos y empresarios corruptos. No sigamos exigiendo a los pueblos pagar el costo del genocidio para poder brindarles solidaridad. La verdadera democracia no es una negociación, es una convicción fundamental. No justifiquemos nuestros abusos con los abusos de los demás.

El autor es administrador de empresas.

Opinión dictaduras OEA archivo
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