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Okja

Crítica de cine: Okja

En Okja el estilo particular del director implica mezclar lo ligero y lo oscuro, la comedia con la tragedia, lo sublime y lo ridículo

No verá el estreno de la semana en el cine. Okja lo espera en casa, vía Netflix. Nos toca vivir nuestra propia versión del escándalo que sacudió al Festival de Cannes, cuando el gigante del streaming logró posicionar The Meyerowitz Stories, de Noah Baumbach, y Okja, del sudcoreano Joon-ho Bong, en la selección oficial. Considerando que los cines locales nunca han programado un filme de este gran director, no podemos hacer más que celebrar su llegada.

La transnacional Mirando anuncia un concurso para lanzar su nuevo producto. Ha ubicado diez “súper cerdos”, secretamente alterados genéticamente, con 10 granjeros alrededor del mundo. Al cabo de 10 años, el “mejor” será la base de sus nuevos productos de carne procesada. El evento es anunciado por la nueva gerente, Lucy Mirando (Tilda Swinton), con la efervescencia de un animador de reality show. Esta frenética introducción, formateada como detrito televisivo, da paso a un salto en el tiempo. En las montañas de Corea del Sur, la niña Mija (Seo-Hyun Ahn) vive feliz al lado de su abuelo y Okja. La fantástica criatura parece una mezcla de cerdo e hipopótamo. Es mansa, cariñosa, inteligente y muy grande. Los pasajes que introducen a Okja y Mija tienen fuerza lírica. Bong se preocupa por retratar la belleza del mundo natural con el cuidado que Hayao Miyazaki prodiga a sus filmes animados.

Juan Carlos Ampié, crítico de cine. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

Es un tono radicalmente diferente a la aventura por venir: una misión de Mirando, encabezada por el histérico ecólogo Johnny Wilcox (Jake Gyllenhaal) llega para confirmar que Okja es el ejemplar superior. Sin que la niña lo sepa, se la llevan para el gran evento. Cuando Mija descubre el destino de Okja, se lanza a la aventura para rescatar a su amiga. En el camino, se cruzará con una escuadra del Frente de Liberación Animal, anarquistas en pro de los derechos de los animales, con su propia agenda oculta. Paul Dano es el líder del grupo. Desde Seúl hasta Nueva York, Okja presenta una odisea que condensa los grandes temas del momento —globalización, capitalismo desenfrenado y sensibilidad ecológica—.

El estilo particular del director implica mezclar lo ligero y lo oscuro, la comedia con la tragedia, lo sublime y lo ridículo. Okja puede desconcertar a una audiencia acostumbrada a una separación de géneros más clara. También los estilos de actuación contrastan radicalmente. Swinton y Gyllenhaal funcionan en clave satírica, haciendo aún más tóxicos sus momentos oscuros. En contraste, Giancarlo Esposito es un silencioso tiburón corporativo, sobrio y frío. Dano es intenso y severo. En comparación con todos ellos, Han es directa y natural. Cada uno podría habitar una historia diferente. Este no es un error. Es una característica distintiva de la película.

Para Bong, la raíz del mal está en la falta de comunicación, sea entre personas, nacionalidad, generaciones, grupos de interés o especies. No en balde la frase “las traducciones son sagradas” termina literalmente tatuada en la piel de alguien. Okja no se puede comunicar verbalmente, pero la prodigiosa animación digital le da vida. A diferencia de todos los demás, que siempre se relacionan con ella como si fuera un objeto o un símbolo, Mija tiene una conexión emotiva y personal con ella. El vínculo trascendental se sintetiza en dos momentos cruciales en los cuales la niña le habla al oído. Solo ellas saben lo que se dice.

Okja es demasiado intensa para niños pequeños, pero bien puede producir una nueva generación de vegetarianos. Bajo su ligereza cómica y sus despliegues de acción, oculta una genuina preocupación por el mundo y los tiempos que vivimos.


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