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Gina Montaner

Un espíritu inquebrantable y libre

Quizás porque China representa un mercado colosal para el resto del mundo, las grandes potencias de occidente, incluido los Estados Unidos, pasan por alto la sistemática violación de los derechos humanos de la que es culpable el régimen comunista chino a cambio de hacer negocios con el gigante de Asia.

Resulta lamentable esta miseria moral que antepone los intereses comerciales a los valores que selectivamente defienden las democracias, porque en el camino quedan atrás los disidentes que se han dejado la piel y la vida por arañar espacios de libertad.

Hoy el premio Nobel de la Paz, Li Xiaobo, aparentemente agoniza en un hospital después de ocho años de presidio político. Escuetamente, el gobierno de Xi Jinping ha dado a conocer que el célebre activista pro derechos humanos sufre un cáncer de hígado en estado avanzado y por ello ha pasado de una celda a la cama de un hospital bajo libertad condicional.

A lo largo de un injusto cautiverio en las peores condiciones, organismos como Amnistía Internacional pidieron una y otra vez que Xiaobo fuera liberado. El mismo comité del Premio de Nobel de la Paz intentó sin éxito que se le permitiera asistir a la ceremonia de entrega en 2010 para recoger su galardón. Ante su ausencia, se colocó una silla vacía y un actor leyó su discurso de aceptación.

Liu Xiaobo fue uno de los protagonistas de las manifestaciones pacíficas que en 1989 el ejército reprimió violentamente hasta masacrar a los activistas en la Plaza de Tiananmen. En ese momento Xiaobo, que era profesor de la universidad, medió entre los estudiantes y las fuerzas represoras para evitar lo que fue inevitable: la represión brutal de un sistema político inmovilista en lo que a pluralismo y libertad se refiere, pero dispuesto a jugar a un capitalismo controlado por el Estado.

La vida de este hombre que a los 61 años se enfrenta a la muerte se ha visto marcada por innumerables arrestos y estancias en prisión. Durante estos años de encarcelamiento su esposa, la poeta Liu Xia, a su vez ha sufrido arresto domiciliario extrajudicial y ha vivido bajo el acoso constante de la policía. Todos los esfuerzos hechos desde el exterior para que el matrimonio pueda salir del país han resultado inútiles. En todo momento el Gobierno se ha mostrado indiferente al calvario de la pareja, que ahora quisiera obtener permiso para viajar con la esperanza de que el reconocido activista reciba tratamiento médico en el extranjero.

Liu Xiaobo ha tenido que padecer una terrible enfermedad para que finalmente pudiera ver la luz de día, aunque sea desde el camastro de un centro sanitario. Sus abogados (hay que ser muy valiente para defender su causa en China) quieren respuestas: ¿Desde cuándo estaba enfermo? ¿Qué tipo de tratamientos recibió en la cárcel? ¿Pudo habérsele detectado el cáncer en una etapa temprana? Como era de esperar, el Gobierno no da explicaciones porque actúa impunemente.

No es la primera vez que un régimen despótico y bárbaro con sus desafectos saca del presidio a un disidente como un perro moribundo y apaleado. De ningún modo iban a permitirle a Xiaobo salir por su propio pie y para seguir proclamando que la democracia es una asignatura pendiente. Nunca lo veríamos entero y firme recibiendo en Noruega, al fin, su más que merecido premio Nobel de la Paz. Eso es lo que Xi Jinping y su cúpula comunista jamás habrían autorizado porque le daría alas a los numerosos seguidores de Xiaobo.

Recuerdo cuando hace años salió de Cuba el disidente Sebastián Arcos. Había pasado largos años en la cárcel y cuando fue liberado para reunirse en Miami con sus seres queridos, lo hizo llevando a cuestas un cáncer avanzado que a propósito no fue vigilado por las autoridades penitenciarias. Para el gobierno castrista se trataba de dejar salir a un reconocido opositor en un estado lamentable. Este acto malvado no impidió que Sebastián hablara alto y claro en el exilio. Hasta el final lo dio todo y denunció la naturaleza perversa del castrismo.

Tengo viva en la memoria la imagen de Sebastián en el tramo final de su vida: afanoso y lúcido a pesar de su extrema fragilidad. Quiero pensar que en ese hospital donde hoy se encuentra Liu Xiaobo, él también tiene la fortaleza de sus convicciones y de la verdad, porque nunca accedió a declararse culpable de los absurdos delitos de los que lo acusaba el régimen de Beijing. En el discurso que no pudo pronunciar en Oslo recalcaba:

“El odio daña la sabiduría y la conciencia, mientras la hostilidad envenena el espíritu”. Liu Xiaobo conserva intactas la sabiduría y la conciencia de un espíritu libre que no pudieron quebrar. ©FIRMAS PRESS

La autora es periodista.
Twitter: @ginamontaner

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