Nicaragua es conocida internacionalmente entre otras cosas por ser el segundo país más pobre de América Latina y el Caribe, solo detrás de Haití. Pero según el Banco Central la pobreza general y extrema se está reduciendo de manera notable.
En un informe de esa institución estatal titulado Reporte de Pobreza y Desigualdad, presentado el lunes de esta semana en una comparecencia en la que no se permitió la cobertura de prensa independiente, se asegura que de 2014 a 2016 la población nicaragüense que vive en situación de pobreza general disminuyó en 4.7 puntos porcentuales, pasando de 29.6 a 24.9 por ciento; mientras que la gente que sufre pobreza extrema disminuyó de 8.5 a 6.9 por ciento.
Pero, ¿se puede creer en esos datos oficiales de un régimen que no se distingue precisamente por ser transparente ni apegado a la verdad, cuyas cifras estadísticas son señaladas como inconsistentes por el mismo Fondo Monetario Internacional (FMI) en sus informes sobre Nicaragua?
Nosotros, que debemos ser escépticos frente a lo que dicen los gobernantes, no creemos que esos datos sean veraces. Nos parece, más bien, que son cifras maquilladas para sostener la fábula de que los nicaragüenses viven cada vez más bonito y mejor, como dice la propaganda oficial.
Economistas independientes —que sí son confiables—, advierten mediante análisis comparativos que las cifras del Banco Central sobre la pobreza son contradichas por las de Fideg (Fundación Internacional para el Desafío Económico Global), un organismo no gubernamental del que nadie puede decir que es adversario ni crítico del Gobierno.
Según esos economistas independientes hay una diferencia de 10 puntos porcentuales entre las mediciones de pobreza general de Fideg y las del Instituto Nicaragüense de Información y Desarrollo (Inide), en las cuales se basa el informe presentado por el Banco Central. Específicamente, Fideg cifra la pobreza en el 39 por ciento de la población nicaragüense y el Banco Central en 29.6 por ciento.
La verdad es que la pobreza no se puede reducir —y mucho menos eliminar— con programas asistencialistas, populistas y excluyentes por motivos políticos, como son los que ejecuta el régimen orteguista. El asistencialismo solo sirve para situaciones coyunturales de emergencia, o para apoyar a personas imposibilitadas física o mentalmente de trabajar, pero no para sacar a nadie de la pobreza. Con el orteguismo, los que han dejado de ser pobres e inclusive se han hecho muy ricos, ha sido por el abuso de poder y la corrupción.
Para sacar a la gente de la pobreza lo que se debe hacer es generar condiciones de trabajo que le permitan a las personas ganarse el sustento con su propio esfuerzo y que estimule la movilidad social ascendente.
Ojalá fuese cierto que hay menos pobreza en Nicaragua, porque habría mejores condiciones para que la gente adquiera conciencia de su dignidad social. Y por lo consiguiente estaría más dispuesta a luchar por la recuperación de los derechos que le han sido arrebatados. Pero la verdad es que a un régimen autoritario como el orteguista no le conviene que haya menos pobreza. Si dice que la está reduciendo es porque quiere engañar a los ingenuos.