A propósito de abusos de poder, corrupción, latrocinio y cuanta injusticia pueda citarse pareciera que el tiempo de la justicia se ha desvanecido, dando paso a la idea que la impunidad, que se regodea burlonamente de quienes quieren que la justicia impere, se erigirá como vencedora final en un país que reclama la restitución de todos sus derechos.
Sobre esta temática de justos e injustos, el pensador cristiano Jacques Maritain elaboró lo que llamó la ley de las fructificaciones históricas del bien y del mal. Esta ley trata de las relaciones entre la ética y la política y señala que el “bien en el cual la justicia de las sociedades humanas fructifica, y el infortunio en el cual la injusticia de las sociedades humanas da sus frutos, no tiene nada que ver con los resultados inmediatos y visibles; la duración histórica tiene que ser tomada en cuenta; el bien temporal de la justicia y el mal temporal de injusticia pueden ser y son de hecho completamente diferentes de los resultados inmediatos que la mente humana puede esperar y que los ojos humanos contemplan. Es tan difícil desenredar estas remotas causalidades como determinar en una desembocadura de un río qué aguas vienen, de qué glaciares y qué tributarios. Las hazañas de los grandes maquiavelistas nos parecen duraderas, porque nuestra escala de medición temporal es extremadamente pequeña, en relación al tiempo propio de las naciones y las comunidades humanas. No entendemos el juego limpio de Dios, quien da a aquellos que han elegido libremente la injusticia, el tiempo de agotar sus beneficios y la plenitud de sus energías. Cuando llegue el desastre para estos vencedores los ojos de los justos que lloraron contra ellos ante Dios estarán ya purificados bajo la tierra, y los hombres no conocerán la fuente lejana de la catástrofe”. Dejemos anotado entre paréntesis que cuando estas líneas fueron escritas, Hitler y Mussolini estaban ganando en todos los tableros del puntaje…
¿Interesante no? Comento: Hitler y Mussolini eran los grandes vencedores. Constructores de grandes obras materiales de desarrollo contra la destrucción de la espiritualidad de sus naciones a las que inocularon con su odio, sus banderas, eslóganes y toda la parafernalia amedrentadora de las pobres almas de naciones que querían un futuro mejor, soñadoras y embelesadas en megaobras, que al final del camino quedaron tan solo como referentes de una época que pretendió ser la de los mil años para devenir en holocaustos, muerte, dolor y sufrimiento del planeta en su totalidad.
¿Los recordamos con aprecio, con amor?
Obviamente Nicaragua no es ni la Alemania del Tercer Reich ni la Italia del Duce Mussolini.
En Nicaragua habitamos personas que queremos libertad, elecciones libres observadas nacional e internacionalmente, un tribunal electoral confiable, los beneficios del desarrollo para todos y por sobre todas las cosas, vivir en paz. La paz pasa por la democracia, la democracia requiere de elecciones libres, las elecciones libres requieren de un Consejo Electoral creíble. Que no es el actual. Aún y a pesar de todos esos elementos en el Partido Ciudadanos por la Libertad vamos a enfrentar al Leviatán orteguista porque es un imperativo político y moral, porque “ausentarse de la historia es buscar la muerte”, como sabiamente afirma, ni más ni menos que Jacques Maritain.
El autor es Presidente de la Comisión de Relaciones Públicas e Internacionales. Ciudadanos por la Libertad