Nicaragua terminó de cara al sol, pero irremediablemente en el piso. Se repuso a un inicio borroso y terminó peleando con una intensidad admirable, pero eso no bastó para derrotar a Panamá, que ganó 2-1 y nos dejó fuera de la segunda fase en la Copa Oro.
Y como bien dijo MacArthur, nada sustituye a la victoria, pero hay ocasiones en las cuales la satisfacción del esfuerzo realizado, la entrega sin reservas y la persecución tenaz del éxito, constituyen una buena aproximación. Eso caracterizó a la tropa nica ayer en Tampa.
Aún falta mucho por hacer, detalles que ajustar, variantes que aplicar, pero se trabaja en la dirección correcta. Hoy más que nunca, es urgente planificar mejor y fortalecer un proyecto que capta la atención de todos y que muestra progresos que ya resultan innegables.
Luego de un inicio en el que Panamá sujetó el balón, lo movió a alta velocidad y se empeñó en no compartirlo, Nicaragua se fue asentando poco a poco y terminó luchando con ritmo y vigor, en un afán de revertir el rumbo de un partido que tardó es descifrar en la parte inicial.
Lo mejor de los nicas fue el segundo tiempo, en el que se logró hacer la pausa necesaria, mientras se tocaba en busca de espacio y se disparó cuando había que hacerlo, como sucedió en el minuto 48 con el golazo de Carlos Chavarría.
Pero la euforia fue breve. En medio de la celebración, vino la respuesta de Panamá para nivelar las acciones 1-1 al minuto 50, mediante un gol de notable manufactura, culminado por Ismael Díaz, mientras Gabriel Torres daba el tiro de gracia.
Y no se trata de ser conformista. Había que buscar la victoria y los muchachos lo intentaron, pero todavía nos falta. Eso sí, se avanza sobre el camino correcto.