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Álvaro Fonseca

Milpa no maizal transgénico

Si hay algo que nos identifica como nicas es el maíz. La tortilla diaria, el nacatamal del sábado, la sopa de rosquilla de Cuaresma, el indio viejo, el pozol de maíz pujagua, el tiste, los tamales pizques, el pinol de maíz olotillo, la güirila con cuajada, la cosa de horno con café y tantos platos más a base de maíz, están metidos en lo más hondo del alma del nicaragüense.

Esta relación entre la gente y el maíz no es casual. Nuestros antepasados indígenas desarrollaron y conservaron cientos de variedades de maíz a lo largo de miles de años. El maíz se sembraba dentro de la milpa. La milpa, que quiere decir tierra cultivada en idioma náhuatl, es un sistema de policultivo que combina maíz junto con tomate, chile, ayotes, frijoles y quelites. Nuestros ancestros indígenas, como hoy nuestros pequeños agricultores campesinos, no tenían maizales. Lo que tenían eran milpas, dentro de las cuales cultivaban maíz. Este sistema no fue reconocido, y mucho menos entendido, sino varios siglos después que nuestras civilizaciones indígenas fueron desarraigadas en el violento choque con el imperio español.

Sin embargo la milpa no desapareció. Sobrevivió y continúo de la mano de los agricultores campesinos. Hoy la milpa, estudiada científicamente por las mejores universidades e instituciones del mundo, ha demostrado ser el sistema agrícola más efectivo para enfrentar el Cambio Climático y la seguridad alimentaria sin destruir el medioambiente. A la milpa hoy se le llama de distintas maneras (agricultura resiliente, familiar, agroecológica) pero es en esencia el mismo sistema diversificado que la sabiduría ecológica de nuestros abuelos indígenas creó en el pasado.

Hoy nuestros maíces criollos y milpas enfrentan la amenaza del maíz transgénico. En el Plan Nacional de Producción, Consumo y Comercio 2017-2018 se propone validar el cultivo de soya y maíz amarillo transgénico para consumo animal. Es una triste noticia para nuestro país. Como es bien sabido por la ciencia, habrá polinización y contaminación de nuestros maíces nacionales con el polen del maíz transgénico. Esto pondrá en peligro la variabilidad genética de los maíces criollos. La teoría evolutiva nos dice que sin variabilidad genética una población no puede evolucionar en respuesta a cambios en las condiciones del ambiente (por ejemplo el cambio climático) y por lo tanto se enfrenta a un mayor riesgo de extinción.

Estamos arriesgando nuestro tesoro de más de cien variedades de maíz criollo por nada. México, un país hermano con mayor capacidad logística y humana para imponer controles y normas de bioseguridad, ha sido superado por la realidad. Con solo autorizaciones para cultivos experimentales de maíz transgénico ya se detectó en México, en una alejada sierra de Oaxaca, contaminación transgénica desde el año 2001 (Quist y Chapela 2001). Sucesivas investigaciones han confirmado esta contaminación.

El enlatado de la agricultura transgénica basada en monocultivos intensivos en insumos no es más eficiente ni productivo. Provoca un alto costo ambiental, social, económico y cultural que no debe ser ignorado. Un grupo de más de quince organizaciones nacionales, la mayoría de ellas asociaciones de pequeños y medianos campesinos, ha hecho un pronunciamiento público en defensa de nuestras semillas criollas. Nicaragua necesita apoyar sus milpas, no maizales transgénicos.

El autor es ecólogo.
[email protected]

Opinión agricultura transgénica maíz archivo
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