De la experiencia del referéndum organizado por la oposición venezolana el domingo 16 de julio, los nicaragüenses podemos extraer al menos dos lecciones aplicables cuando las dictaduras cierran al pueblo la oportunidad de expresarse legítimamente mediante el voto: primera, es necesario innovar, instituir nuevos métodos de lucha rompiendo con las prácticas tradicionales. Segunda, es indispensable romper con las reglas impuestas por el régimen, aplicando siempre las reglas y principios de la democracia, jamás las del dictador.
Los artificios de Maduro, con el control sobre los poderes e instituciones del Estado, exceptuando la Asamblea Legislativa, impidieron el referéndum revocatorio que la constitución Chavista establece a petición de los ciudadanos y suspendieron las elecciones para cargos de gobernador, promoviendo una constituyente inventada por el dictador que él mismo convoca violentando la constitución venezolana, que únicamente faculta al pueblo para realizarla. La oposición venezolana no cayó en la trampa y contrario a las pretensiones de romper con las reglas democráticas del voto universal y directo, innovó la práctica de una consulta permitida por la Constitución que viabilizó el ejercicio del voto.
Siendo Nicaragua parte de los regímenes autoritarios que conforman el Alba, que bajo la inspiración cubana, ha forzado ilegítimamente la reelección presidencial de sus caudillos sometiendo y controlando al poder electoral, que mediante la práctica de mecanismos electorales engañosos en los que el fraude es la constante, han convertido las elecciones en una auténtica farsa sin legitimidad democrática que impide a los ciudadanos elegir el gobierno que desean, es oportuno analizar la respuesta del pueblo venezolano a las acciones arbitrarias de la dictadura.
La MUD en su larga lucha en favor de la democracia se ha abstenido y ha participado forzando elecciones relativamente democráticas, pero nunca ha aceptado el fraude ni reconocido validez de falsas elecciones; al impedirse a los venezolanos el ejercicio de su derecho a decidir, abrió para su pueblo un nuevo canal de expresión democrática incorporándolo a los métodos de lucha cívica contra los gobiernos totalitarios.
Aprendiendo de sus anteriores experiencias, la oposición venezolana no se dirigió mansamente a las urnas de la constituyente convocada por la dictadura, se negó a recoger las migajas que Maduro le ofreció en la constituyente, no valieron prebendas ni beneficios y fiel al derecho de los venezolanos de vivir en democracia, su dirigencia rechazó toda simulación o complicidad antidemocrática manteniendo firmeza en la necesidad de un auténtico ejercicio electoral.
Hoy más que nunca urge estudiar y aprender la lección venezolana. Los nicaragüenses tenemos largos años de enfrentar regímenes autoritarios pero, careciendo de memoria histórica, aún existen voces que pretenden convencernos de que es factible jugar a la democracia pese a que esta ya no existe, cuando el sistema electoral ha colapsado y a pesar del supuesto entendimiento con la OEA no es posible apreciar señal alguna que indique voluntad política para respetar el voto popular.
Únicamente en democracia se practica la democracia, no puede jugarse con dados cargados en elecciones donde el poder no está en discusión y en que la participación solo permite al dictador ganar legitimación, aparentando lo que no existe. La MUD se negó a hacer lo que algunos aquí pretenden aprovechándose de la buena voluntad de las bases que pesa a una decena de alcaldías y unas cuantas concejalías, de acuerdo con las encuestas de la Universidad Internacional de la Florida y de Panorama Electoral, rechazan cada vez más que se les dé atol con el dedo.
El autor es abogado.