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Rosario Murillo

Eslogan de los hipócritas

Autodeterminación de los pueblos! ¡No a las presiones económicas! ¡Cada pueblo tiene derecho a escoger su modelo de gobierno! Son eslóganes que a todo pulmón gritan las izquierdas

¡Autodeterminación de los pueblos! ¡No a las presiones económicas! ¡Cada pueblo tiene derecho a escoger su modelo de gobierno! Son eslóganes que a todo pulmón gritan las izquierdas; los Maduro, los Ortega, los Castro y su coro de indignados. Proferidos con pasión teatral, suelen tener aceptabilidad entre las clientelas “progres” del mundo y entre públicos emocionales e ingenuos. Vistos de cerca, sin embargo, son huecos y des ingenuos, como sus discursos.

Primero que todo, son frases hipócritas: las esgrimen precisamente aquellos dictadores o tiranos que se caracterizan por negar a sus propios pueblos el derecho a escoger sus gobiernos. ¿Cómo pueden reclamar el derecho a la autodeterminación, quienes niegan a sus propios ciudadanos el derecho a escoger sus autoridades en comicios libres? ¿Cómo pueden los que apoyan a Maduro, hablar de solidaridad con el pueblo venezolano, a sabiendas que dos tercios de él lo repudian y que se le ha negado la facultad de aceptar o rechazar la Constituyente a través del referéndum que prescribe su Constitución?

Solo pueden hablar en nombre del pueblo quienes respetan su voluntad y han sido también electos democráticamente en comicios competitivos, libres y transparentes. Cualquier otro gobierno, por más que se diga soberano y popular, carece de legitimidad y es, de hecho, un usurpador de la soberanía popular.

En segundo lugar, conceptos como autodeterminación y soberanía popular tienen límites muy importantes. Aun en el caso hipotético de que la mayoría de un pueblo escogiese ser regido por una tiranía o un monarca absoluto, existen derechos básicos, individuales, que no pueden ser atropellados. La democracia no confiere a la mayoría el poder de aplastar a las minorías, ni al individuo aislado.

Supongamos que en la Alemania nazi un referéndum hubiese aprobado por aplastante mayoría el exterminio de los judíos. La decisión hubiese sido democrática. ¿Pero habría de aceptarla la comunidad internacional so pretexto que era la voluntad soberana del pueblo alemán? Obviamente no. Ningún poder, soberano, o pueblo entero, puede violar los derechos básicos del ser humano. Estos son innegociables. No son producto del voto sino de su propia naturaleza y dignidad.

La conciencia sobre la existencia de derechos individuales inalienables es uno de los componentes más nobles y característicos del republicanismo contemporáneo. Sus orígenes más remotos proceden de la tradición judeocristiana, con su visión del hombre como ser hecho a imagen y semejanza de Dios, y con la insistencia propia de Cristo en ver a todos como hermanos, sin distinción o excepción alguna. La primera en llevar estas perspectivas al plano político fue la famosa Declaración de Independencia de los Estados Unidos, de 1776: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Le siguió la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de la

Revolución Francesa en 1789 y, más recientemente, la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas en 1948.

Una particularidad de estos derechos son su universalidad: son válidos y de obligatorio cumplimiento para todos los pueblos y naciones del mundo. La fidelidad a ellos exige, como consecuencia, que las naciones que los profesan también los defiendan; en casa y fuera de casa. Así como las izquierdas patrocinaron la solidaridad revolucionaria para combatir dictaduras como la de Somoza, así los defensores de los derechos del hombre y la libertad, deben practicar la solidaridad democrática para combatir las nuevas dictaduras populistas. Estas no tienen ningún derecho a imponer a sus pueblos sistemas inconsultos y abominables.

El autor fue ministro de Educación y es sociólogo e historiador.
[email protected]

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