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LAPRENSA/Thinkstock

El viejazo

Estoy viejo gracias a Dios, muchos amigos ya subieron la cuesta y yo voy en camino, muchas personas quién sabe si lleguen a mi edad, otros cumplieron más

Así con z ya di el viejazo. A mis 80 se me cayó el párpado del ojo izquierdo, a los 81 me empezó un dolor diferente todos los días. A los 82 fue el nervio ciático, a los 83 comenzaron la rodilla, la pantorrilla y el peroné. A los 84 mi balanceo al caminar no era seguro y, a los 85 tomo diario 16 pastillas y tres cucharas de diferentes productos farmacéuticos.

Al cumplir mis 85 años, decidí celebrarlo con las parejas y amigos que  me habían hecho invitaciones. Fui al Club Terraza para convenir fechas y valores y al pasarme la proforma, como  buen viejo, solicité rebaja. La encargada con una sonrisa angelical me respondió en el cartel de eventos le pondremos que celebra 80 años, así le rebajamos cinco y todos contentos…

Un día antes de mi celebración, llegaron dos amigas de mi esposa, una  joven y otra de mi  edad. La joven le dijo: —Ese señor es tu esposo… ya se ve golpeado. Mi señora con una sonrisa dijo: son 85… La otra le comentó: Róger ya dio el viejazo.

Mi esposa la quedó viendo al rostro  y observó que su ojo derecho ya casi le llegaba a la oreja y fijándose bien, pudo verle varios nudos detrás de cada oreja, origen de los estiramientos faciales; la ventaja es que no tenía canas y su pelo era del mismo color desde hace 50 años, claro que no se tiñe el  cabello, solo usa el mismo tinte que no le queda mal.

Al salir de mi casa le dijo a mi mujer:  Para irme doblo a la derecha o a la izquierda… siempre me confundo…

Rosario sonrió indulgente y le dijo: Tenés buena memoria, siempre me hacés la misma pregunta… Fue así que me di cuenta que las mujeres tienen quizás los mismos recursos, aunque siempre los utilizan a fondo, en tanto los hombres quizás por nuestra naturaleza nos entregamos a la vejez con mucho más entereza.

El Alzheimer no es parejo, unos lo sufren de un golpe, otros poco a poco. Olvidamos  los anteojos cuando los colocamos en la frente. Perdemos el hilo de la conversación a veces sin interrupción de terceros, perdemos la brújula, y “no sabemos para dónde vamos… ni de dónde venimos”, como dice el panida.

Otros solo decimos… “qué te  iba diciendo”. Ayer, se me olvidó por 30 segundos cómo cambiar un disco de mi viejo aparato de sonido. Sin embargo hay jóvenes muy jóvenes que olvidan sus deudas, y viejos muy viejos que vivimos atentos para pagarlas.

Hay jóvenes muy jóvenes que olvidan sus principios y cambian de partido político a cada rato, y quedamos pocos, muy pocos, que sostenemos nuestro criterio con dignidad y respeto a nosotros mismos.

A veces me cuesta escribir un cheque, leer el periódico, escribir un artículo, levantarme de la cama… Pero no me cuesta nada contar anécdotas, recordar la historia, combinar la ropa que uso,  tomarme cada una de las pastillas y cucharadas de medicinas, echar un verbo, evitar que me digan viejo chancho o simplemente viejo pen… Eso sí, cuando agarro la guitarra no la suelto, hablo y hablo hasta que mi mujer me hace señas,  y si no está ella, mis amigos escuchan o desfilan.

Estoy viejo gracias a Dios, muchos amigos ya subieron la cuesta y yo voy en camino, muchas personas quién sabe si lleguen a mi edad, otros cumplieron más. A mis amigos que me precedieron un  recuerdo cariñoso, a los que todavía están, mi amistad sincera… Y de quienes no pude o no he podido ser amigo, lamento haberme perdido de su amistad y de posiblemente muy ricas experiencias.

Espero continuar escribiendo sobre tópicos actuales y que ustedes me prodiguen su lectura con una sonrisa. ¡Hasta pronto!

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