¿Qué quería ser cuando era niña?
Bailarina, pianista, escritora. Quería ser todo, quería ser dios.
¿Un apodo?
Ojachigue. Así me decía mi abuelo porque parece que yo fregaba mucho y las ojachigues las usas para fregar los trastes en el campo.
¿Ha estado a punto de morir?
Sí, una vez me dio meningitis.
¿Su primer recuerdo?
Cuando estaba tal vez de tres años y tomaba mi pacha con jugo de naranja en la cama. Delicioso, todavía me acuerdo del sabor.
¿Sueños o pesadillas recurrentes?
Por muchos años tuve un sueño recurrente de volar. La pesadilla era que no sabía cómo iba a aterrizar.
¿Si no fuera escritora qué le hubiese gustado ser?
Cantar, tener una voz bellísima. También ser bailarina.
¿Es de rutinas?
Hasta cierto punto, pero me gusta la novedad. Me gusta el cambio. Creo que mucha rutina me aburre. Es que soy géminis.
¿Tiene algún talento oculto?
Soy cocinera. Dicen que soy chef.
¿Qué pecado comete más?
No creo mucho en los pecados.
¿A quién reviviría?
A toda la gente que amo y que he amado. Amigos y amigas que murieron durante el proceso revolucionario y que quisiera que no hubieran muerto porque su sacrificio fue desperdiciado.
¿Qué es lo más extraño que ha comido?
Una culebra y que no me la pude comer. La abrieron en el monte y se había tragado unos ratones y cuando la abrieron salió un tufo espantoso. Me dio mucho asco. Solo comí un pedacito.
¿Si fuera una condenada a muerte, cuál sería su última comida?
Creo que no tendría hambre (ríe).