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Valerian y la ciudad de los mil planetas

Valerian y la ciudad de los mil planetas

Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne) son dos agentes al servicio del gobierno interestelar

El director francés Luc Besson trata de volver a los inicios de su carrera. Si Lucy (2014) parecía una reinvención de La Femme Nikita (1990), Valerian… invoca El quinto elemento (1997). No son “remakes”, sino versiones corregidas y aumentadas, variaciones temáticas apoyadas en la mejoría de efectos especiales que el paso del tiempo permite. Valerian… se basa en una serie de cómics, originales de Pierre Christin y Jean Claude Mézières (1967-2010).  El  escenario principal es la monumental estación espacial Alpha. Es la “ciudad de los mil planetas” del título, que se construye durante siglos, agregando naves de diferentes culturas provenientes de todos los confines del espacio. La película arranca en una nota alta, dramatizando siglos de historia en los encuentros recurrentes entre especies desconocidas, al ritmo de Space Oddity, de David Bowie.

Valerian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne) son dos agentes al servicio del gobierno interestelar. Los conocemos cuando acometen la misión de rescatar un misterioso artilugio, en manos de traficantes operando a la sombra de un mercado negro, oculto a plena vista en otra dimensión. Él quiere casarse, ella duda de su capacidad de compromiso. Un sueño lo inquieta: en un planeta desconocido, una civilización que convive en armonía con la naturaleza es erradicada por naves de guerra. De regreso en Alpha, un extraño campo de fuerza crece en el corazón de la nave, poniendo en peligro a las multitudes que la habitan.

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Desconozco las novelas gráficas que inspiran a Valerian…, pero todo apunta a que Besson trata de sintetizar mucha trama en una sola película. La historia se desvía por episodios que funcionan como digresiones separadas de la trama central. Esto podría funcionar si tuviéramos una presencia carismática que hiciera las veces de tejido conjuntivo, pero DeHaan deja mucho que desear en ese departamento. Se ve demasiado joven e insustancial para el papel. No hay química romántica entre él y Delevingne. Perturbadoramente, parecen más hermanos que amantes. El personaje demanda a un joven Harrison Ford, o a un Oscar Issacs. Mandan a un niño a hacer el trabajo de un hombre.

Juan Carlos Ampié, crítico de cine. LA PRENSA / Óscar Navarrete.

El universo que Besson pinta invoca un futuro multicultural, pero todos los papeles importantes están asignados a actores blancos. Las únicas excepciones son Herbie Hancock, como un general solo visible en pantallas electrónicas, y Rihanna, como una seductora bailarina exótica y/o prostituta. En medio de la concordia sideral futurista, prevalecen aún los traficantes de personas, explotadores sexuales y migraciones dolorosas. Esto nos lleva a una curiosa disonancia. El diseño colorido y las criaturas fantásticas tienen un encanto infantil, pero amagos de sexo y violencia delatan preocupaciones más adultas. No verá en La Guerra de las Galaxias a un personaje con la capacidad para mágicamente defecar duplicados de joyas. La película es demasiado adulta para los niños, y demasiado infantil para los adultos.

Los personajes tienen un déficit de humanidad. Valerian y Aureline ejecutan su misión inicial con un comando de soldados. No conocemos sus nombres, pero la puesta en escena les confiere individualidad y humanidad. Uno a uno, mueren para que los héroes cumplan su tarea. Pero no hay en los héroes un gesto de simpatía por el sacrificio de sus colegas. Una toma de unos cuantos segundos habría bastado, pero no hay tiempo para eso… a pesar de que la película dura más de dos horas.

Aún así, creo que vale la pena ver Valerian… en el cine. Besson es excelente en el elusivo arte de crear un universo distintivo. Los sólidos valores de producción crean un hermoso escenario, digno de explorarse en pantalla grande.


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