El talento del equipo de Rivas varía de una época a otra. A veces es pujante, a veces muy modesto. Lo que nunca cambia es su combatividad, su entrega en el terreno de juego y el compromiso con sus seguidores. Eso está en su personalidad, en su esencia y su pasión.
Rivas es quizá el equipo de menor exposición mediática. Casi nunca recibe el tratamiento que merece de parte de la prensa, pero en lugar de quejarse, sus jugadores han aprendido a sobreponerse a la indiferencia y siempre se las arreglan para triunfar y salir adelante.
Hace poco captó la atención al apartar del camino a los Toros de Chontales, un equipo que parecía más equilibrado que el club sureño. Los barrieron en tres juegos. Pero antes de eso, fueron la tropa de mejor arranque en la temporada y pasaron rápido a los playoffs.
Ahora está en las semifinales y no está reclamando nada. Solo desea continuar haciendo lo que sabe: jugar lo más duro que puede, ilusionar el corazón de sus fanáticos y derribar las dudas a su alrededor. Su oponente ahora es Matagalpa, otro equipo también muy aguerrido.
Lo de Rivas es admirable si consideramos que hace muy poco le dio una sacudida a su estructura y se deshizo de los jugadores con problemas de disciplina. Apostó por lo más jóvenes, pero sobre todo por los más comprometidos con su filosofía y su estilo.
En los últimos años hemos visto la evolución de Luis Montealto, la aparición de Juan Bermúdez, el establecimiento de Pedro Torres y la consolidación de Marlon Altamirano, mientras recuperan la experiencia de Carlos Estrella y reciben ayuda de sus refuerzos sin nombres rimbombantes.
Sus fanáticos quieren a su equipo en la Final, pero pase lo que pase ante Matagalpa, no hay dudas que este equipo ya se ganó el respeto de todos.
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