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Julio César Castillo Ortiz

Él es el camino, la verdad y la vida

Nuestro Señor Jesús sabía que mientras permaneciéramos en esta tierra, necesitábamos fundamentar nuestra vida sobre una roca que nos dé seguridad, rectitud y fortaleza para no ser arrastrados por las vicisitudes del mundo. Sin embargo, es común que cuando llegan los momentos críticos a nuestra vida, en donde se tiene que enfrentar al dolor, al perdón, a la enfermedad, a la soledad, o bien, a la muerte, desesperadamente no sabemos qué hacer, ¿a quién recurrir?, o ¿dónde encontrar la respuesta exacta a dicha dificultad?

Cuando la luz de la vida se apaga y nos toca atravesarla como quien cruzara una tenebrosa selva, es el momento idóneo donde tenemos que hacer vivas las palabras del Maestro. Nuestro corazón no debe turbarse, no podemos dejarnos llevar de “un lugar a otro” durante  una tormenta. Porque Jesús nos dejó la clave para seguir adelante y no desmayar, cuando nos dijo, que creyéramos en Él, porque Jesús nos toma de la mano y nos dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, Juan 14:6.

En nuestro caso, la vida no podemos vivirla de un lado para otro, ignorando que existe un único camino que nos puede conducir a Dios. Las personas añoramos seguridad, amor, perdón, misericordia, paz, gozo, y todo el bienestar que se anhela, pero los lugares donde nos conducimos a buscarlos son totalmente el camino contrario al de nuestro Padre Celestial; es allí donde es decisivo que nos dirijamos al camino de regreso a Dios: nuestro Señor Jesús, pues Él es el camino. Para ello, Jesús debe ir delante de nosotros, conduciéndonos por la senda segura, de regreso a Dios, de donde hemos venido.

A muchas personas les gusta frecuentar lo esotérico, lo que está de moda,  porque se anhela encontrar la verdad, pero ¿dónde podemos encontrarla? Hay personas que se jactan de  que tienen la verdad en sus manos. Podrían llamarse “maestros espirituales”, que quieren de un modo u otro convencernos que conocen la verdad. No obstante, Jesús aseguró: “Yo soy la verdad”. En la tormenta en el mar, los apóstoles se preguntaron, al ver a Jesús que apaciguaba el mar, y dijeron: “¿quién es este a quien el mar le obedece?” Los apóstoles tuvieron numerosas oportunidades para darse cuenta del poder y autoridad que representaba Jesús, es por ello, que  cuando las multitudes  se molestaron con Jesús, Pedro tomó la palabra y dijo: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, porque solo Él es la verdad que puede darle plenitud a nuestra existencia.

Actualmente está de moda las enfermedades del alma, aquellas que nos apagan el rostro por tristeza, ansiedades, tensiones o nerviosismos que no sabemos controlar. ¿Esa es la vida de la que nos habló Jesús? Por supuesto que no, Él dijo que nos daría “vida abundante”.

Hay una leyenda que se cuenta que un hombre cayó en un pozo. Pasó un maestro y le dijo: “si hubieras cumplido lo que yo enseño, no te habría sucedido esto”. Luego pasó un filósofo, y le dijo: “cuando salgas, vente conmigo y te enseñaré a no caer más en un pozo”. Pasó Jesús, al ver al hombre sin esperanzas, bajó al pozo para ayudarlo a salir.

Esa es la gran diferencia entre Jesús y los demás. Él es el único que puede llevarnos al Padre, porque Él es el camino. Es el único que puede mostrarnos la verdad. Él mismo es la vida. Por ello, te invito a que experimentes la fe en Jesús, porque te llenará de paz, seguridad y gozo, de saber que Jesús en verdad es quien dijo ser: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

El autor es Presidente de la Asociación Cristiana Jesús está Vivo.

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