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Vicente Padilla

LA PRENSA/ARCHIVO

Vicente Padilla: El big leaguer huraño

Esta es la historia de un hombre que comenzó ganando treinta córdobas como machetero y terminó convirtiéndose en uno de los mejores beisbolistas de Nicaragua. Huraño, callado, pero buena gente, dicen. Así es Vicente de la Cruz Padilla Ordóñez

Estas calles pedregosas, polvosas y encharcadas, rodeadas de bananeras que hierven bajo el sol inclemente del mediodía en Chinandega, son las mismas que cientos de veces recorrió Vicente Padilla, el protagonista de la historia que vamos a contarle. Estas calles van a llevarnos donde todo empezó.

Las primeras veces que Padilla pasó por aquí lo hizo en los brazos de su madre, Florentina. Él tenía seis meses de nacido y ella lo llevaba a la casa de sus abuelos, Juana Gómez y Ángel Ordóñez, para que lo criaran mientras ella, trabajando como empleada doméstica, se ganaba el dinero suficiente para mantenerlo.

Después recorrió estos mismos caminos, con botas de hule y machete en mano, listo para la jornada de trabajo. Se dedicaba a andar de finca en finca arrancando las hierbas malas de los algodonales. Era un faenero, un machetero. En ese entonces era demasiado pronto para saber en qué se convertiría. En aquellos años solo era Chente, el jovencito que caminaba sin camisa cazando pelotas de beisbol o inventándoselas con mecates y calcetines.

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Las últimas veces que estos caminos volvieron a saber de Vicente Padilla fue cuando salió persiguiendo su sueño de llegar a las Grandes Ligas. Desde entonces, solo habrá regresado unas tres veces en “sus camionetones”, como dicen en el pueblo, a su lugar natal.

La comunidad Germán Pomares Ordóñez se encuentra a unos diez kilómetros de la ciudad de Chinandega, pero nadie la llama por su nombre oficial. Las batallas de Pomares, el legendario guerrillero, pasaron sin pena ni gloria ante la leyenda de una mona que aparecía en el gancho de caminos que da la bienvenida al pueblo. Así pues, los lugareños bautizaron a la comunidad como el “Gancho de la Mona”. Aquí, donde ya llegamos, es donde empieza la historia que queremos contarle.

Para la elaboración de esta perfil LA PRENSA solicitó una entrevista con Vicente Padilla, pero se negó a concederla porque aseguró que está escribiendo un libro sobre su vida.

Adiós al beisbol

La casa de Vicente Padilla, sobre la carretera que lleva a Chinandega. LAPRENSA/Óscar Navarrete

Imagíneselo después de su turno al bate. Se va lentamente hacia el dugout y se sienta solo y callado en un rincón. Está jugando y su equipo es los Dodgers. Pero todo parece un universo paralelo. Porque no está pichando, porque no está en un estadio de Grandes Ligas y porque no está jugando para los Dodgers de Los Ángeles.

Padilla ahora juega softbol en una zona deportiva de Chinandega y es dueño de un equipo al que bautizó como los Dodgers. Según cuentan los espectadores es el mejor de la liga. De diez juegos solo han perdido uno, ante los Azucareros. También es el que tiene el mejor uniforme y el mejor utillaje.

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Padilla ya no picha. Ahora juega como outfielder, primera base y a veces hasta como bateador designado, y dicen que es bastante bueno. Es una liga donde los juegos a veces se detienen por falta de pelotas y las bases se arrancan apenas un bateador las toca. Según ha dicho, el ex big leaguer ya ni siquiera sigue a ningún equipo de Grandes Ligas.

Cuando no está jugando softbol, “Chente”, como es conocido en su comunidad natal, está dedicándose a sus otros negocios: tiene una discoteca, Sky 44, que está volviendo a funcionar, una academia de beisbol en Chinandega, y también financia la cooperativa de mineros en La Esperanza, en la cercana comunidad de Villanueva. Y ahora se ha dedicado a criar ganado en Somotillo, como el mismo ganado que él cuidó en la casa de sus abuelos.

El campesino

La casa donde creció Vicente Padilla en la comunidad Germán Pomares, conocida como Gancho de la Mona. LAPRENSA/Cortesía

Ganado había en la vieja casa de sus abuelos donde creció, en la comunidad Germán Pomares. La pareja de ancianos vivía en una casa de tablas, zinc viejo y tejas muy desgastadas, donde tenían que acomodarse casi diez personas. “Él se crió con nosotros desde los seis meses de nacido. La mamá aquí lo dejó en la casa y se tuvo que ir a trabajar en una hacienda que se llamaba Holanda. Ahí era sirvienta”, explica don Andrés Ordóñez, de 52 años, un hermano de Florentina Ordóñez que se crió en la misma casa que Vicente. En la casa no había televisión. A duras penas tenían un radio viejo en el que Padilla escuchó los primeros juegos de beisbol.

Don Andrés es campesino. Ahorita, machete en mano, está llegando de trabajar. Lleva botas de hule, un pantalón raído y sucio, y una camisa azul que se ve de dos tonos diferentes por el sudor que le baña. Es el mediodía en Chinandega y el calor no perdona a nadie. Sentado en un muro del porche, recuerda las andanzas del niño.

Juana Gómez y Ángel Ordóñez, los abuelos de Padilla,  lo criaron desde los seis meses de edad.

Don José Ordóñez, el abuelo de la casa, tenía ganado y ahí trabajaban sus hijos y nietos, incluyendo a Padilla. Cuando tenía mayoría de edad se fue a trabajar a las bananeras y al bálsamo como jornalero, como les toca a los muchachos que viven en aquella zona.

Andrés Ordóñez, tío de Vicente Padilla, que vivió en la misma casa de él. LAPRENSA/Óscar Navarrete

Cuando era niño en el patio de la casa sacaban a las reses del corral, Padilla se metía a jugar beisbol con lo que tuviera. Ahí pasaba todo el día tirando la pelota hasta que las reses tenían que volver a entrar al corral.

Franklin Juárez lo conoció porque estudió en el Colegio El Madroño, que queda cerca de su casa. Después volvieron a coincidir cuando ambos empezaron a trabajar como macheteros en las haciendas de los alrededores. “Caminaba maceando, porque era apostador. Con pelota de mecate o a la bola recia, de cuero. De ahí él ya comenzó a andar jugando”, cuenta Juárez. Cuando él pichaba, ganaba.

Franklin Juárez fue compañero de chavaladas del pelotero. LAPRENSA/Óscar Navarrete

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Vicente y Franklin se “echaban una cervecita” de vez en cuando. Juárez recuerda, por ejemplo, cuando Padilla regresaba de jugar y Franklin terminaba de trabajar, y quedaban de verse en un bar llamado Flor de Pino. “Cuando ese camino de regreso se ponía violento y llovía, ahí nos veníamos chapalateando en los charcos. Y veníamos fregando”, cuenta Juárez, mientras se restriega una y otra vez las manos aceitosas porque está reparando su motocicleta.

Para conseguir pelotas y jugar beisbol, Franklin asegura que Padilla se iba con un grupo de amigos a ver los juegos de beisbol en la ciudad. Cuando las bolas se iban y se perdían ellos corrían a las afueras del terreno para llevárselas. Ahí nomás armaban los equipos y empezaban a jugar entre las comarcas.

Franklin dice que unos días lo vio todavía jugando en los montarascales de la comunidad y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba en las Grandes Ligas. “Se levantó de la nada. De pronto ¡bum! Se escuchó que Vicente Padilla iba para las Grandes Ligas”, sentencia Franklin.

El llamado a Las Mayores

Después de Dennis Martínez, Vicente Padilla es considerado el mejor big leaguer en la historia de Nicaragua. LAPRENSA/Archivo

El joven pícher empezó a llamar la atención de los equipos de las fincas y las comarcas. Un reportaje publicado por el Diario LA PRENSA en el 2000 asegura que Vicente Padilla se integró a un equipo llamado Los Tigres de Emma. Ahí fue observado por Humberto Galeano, quien lo integró al Club Chinandeguita.

Cada día ganaba más fama aquel niño pícher con un brazo prodigioso. Llegó al equipo de primera división en Chinandega. En 1997 se estableció con el equipo de su ciudad natal pero al quedar eliminado fue pedido como reserva en equipos como el San Fernando o el Granada, lo que le valió méritos para ser llamado a la Selección Nacional, a cargo de Dennis Martínez.

El cronista deportivo y scout Edgard Rodríguez asegura que él conoció a Vicente Padilla cuando debutó en primera división. “Lanzó contra el Bóer y recuerdo que había bases llenas. Ponchó al primer bateador y al siguiente lo obligó a batear para doble play, o sea que tuvo un arranque espectacular”, explica Rodríguez. Él es scout de los Yankees de Nueva York y comunicó al equipo que se fijaran en el pícher, pero cuando llegaron a verlo lanzar, uno de sus abuelos acababa de morir y Padilla no pudo pichar bien.

El libro Solo fieras, del cronista deportivo Edgar Tijerino, asegura que unos meses después, uno de los scouts de los Diamondbacks de Arizona llamó a Júnior Noboa, quien firmó a Padilla, para decirle que había un pícher en Nicaragua al que deberían ponerle mente porque tenía buen brazo.


Ficha técnica

Nombre: Vicente de la Cruz Padilla Ordóñez.

Lugar de nacimiento: Chinandega, Nicaragua.

Fecha de nacimiento: 27 de septiembre de 1977

Padres: José de la Cruz Padilla y Florentina Ordóñez

Posición: Pícher.

Peso: 230 libras

Altura: 183 centímetros.

Firma: 24 de agosto de 1998, con los Diamondbacks de Arizona.

Cantidad: 12,500 dólares.

Debut: 29 de junio de 1999

Último juego: 2 de octubre de 2012

Equipos: Diamondbacks de Arizona, Phillies de Philadelphia, Rangers de Texas, Dodgers de Los Ángeles y Medias Rojas de Boston.

Juegos ganados: 108

Juegos perdidos: 91

Innings pichados: 1,571.1

Ponches: 1,121

Promedio de carreras limpias: 4.32


Noboa viajó a Maracaibo, Venezuela, y esperaba ver al famoso pícher del que le habían hablado lanzar contra Cuba por la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos. “No lo dejaron pichar. El mánager de su equipo nacional se dio cuenta que yo estaba allí para verlo, entonces no lo dejaron lanzar. Ellos querían que él se quedara lanzando para Nicaragua”, dijo Noboa, según el libro de Tijerino.

Noboa necesitaba verlo pichar a como fuera. Le dijo que lo quería ver lanzar en el bullpen (lugar donde practican los pícheres) y tuvo que pagarle a un cácher nicaragüense para que le recibiera los lanzamientos. “Cuando los oficiales nicaragüenses vieron a Padilla caminar hacia el bullpen ellos mandaron a alguien para que apagara las luces del estadio”, relató el miembro de los Diamondbacks.

El cácher empezó a reclamar porque estaba oscuro y Noboa le ofreció cincuenta dólares más. Padilla hizo los lanzamientos y ni la oscuridad afectó el juicio del scout de los Diamondbacks. El nicaragüense fue recomendado y después aceptó firmar por 12,500 dólares.

Vicente Padilla, pichando con los Rangers de Texas. LAPRENSA/Archivo

El día que Vicente Padilla fue firmado por los Diamondbacks de Arizona, llegó a la reunión acordada montado en un burro. Después de firmar el pelotero solo tuvo una última petición para el equipo: necesitaba dos mil dólares extras, porque gracias a su firma se iría a perseguir su sueño de jugar beisbol, pero ya no podría más cuidar más de su burro. Quería los dos mil dólares para dejar al animal en buenas manos. El relato es de ESPN y lo cuenta Buck Showalter, quien era mánager del equipo cuando Padilla fue firmado.
Hasta el momento ningún cronista nicaragüense se atreve a confirmarlo.

El caso de Padilla fue extraordinario. Un pelotero puede pasar hasta cinco o seis años en Ligas Menores hasta llegar a las Grandes Ligas. Si es necesario, deben ir a pulir sus habilidades a República Dominicana o a Venezuela para entrenar.

En el caso de Padilla, él firmó el 24 de agosto de 1998, llegó al campamento del equipo en marzo de ese año y tres meses después estaba haciendo su debut en Grandes Ligas el 29 de junio de 1999. No había pasado un año desde su firma y Padilla ya estaba debutando en las Grandes Ligas. Su primer juego no fue precisamente el mejor de su carrera. Entró como pícher relevista y terminó perdiendo el juego. Sin embargo, para los cronistas, Padilla es el segundo mejor big leaguer de la historia después de Dennis Martínez.

No obstante, para los expertos, Vicente no logró desarrollar completamente su talento. “Él tuvo una buena carrera en las Grandes Ligas, tanto así que solo Dennis Martínez es mejor big leaguer que él. Padilla tuvo una buena carrera y posiblemente como siempre ocurre, en este momento no tenemos la dimensión correcta de lo que él hizo. Vicente físicamente es para mí uno de los mejores big leaguers que hemos tenido y pudo haber hecho más de lo que hizo. La juventud, los descuidos, todo eso fue mermando la capacidad de Vicente”, explica Rodríguez.

Huraño y problemático

Vicente Padilla durante una de sus peleas más famosas ante Nick Swisher, después de que el nica golpeara al bateador con una bola. LAPRENSA/Archivo

Juana de la Cruz Pineda era la hija del mánager de beisbol del “Gancho de la Mona”. “Cuando estaba chavalo él visitaba mucho a mí papá porque era mánager de un equipo de beisbol. Y le pedía que le ayudara a afirmarse bien en el beisbol y mi papá le daba práctica. Ahí lo caminaba mi papa en el cuadro. Vicente cargaba el saco que usaban para guardar los útiles para jugar”, dice Pineda.

Doña Juana recuerda a Vicente como un jovencito flaco, cara redonda, con una bocota y todo grandote. “Bien juguetón era él, con la camada de chavalos de ese tiempo”, asegura. Desde siempre Vicente Padilla fue callado, huraño, retentado, reservado, enojado y de dar bromas pesadas. Lo dicen sus compañeros de softbol, lo decían sus amigos cronistas y también lo dice su familia. En más de una ocasión ha prometido a periodistas entrevistas que termina cancelando de último minuto.

“Recuerdo que era un muchacho así muy silencioso que hacía su trabajo y luego se escondía en el dugout. Vicente es un muchacho un poco huraño. Creo que es una buena persona, creo que es un amigo sincero, honesto, sin embargo, es una persona muy callada, a veces muy tímida. Tiene que haber un marco de confianza bastante fuerte para que pueda explayarse y expresarse con tranquilidad. De lo contrario, él puede permanecer callado y sentirse cómodo así. De tal manera que es una persona muy sencilla”, dice el cronista Edgard Rodríguez.

“Le estoy ayudando en eso. No puede ser tan apartado, tan silencioso, tan enigmático. Tiene que integrarse al grupo, participar en la bulla, buscar cómo hacerse entender para poder entender, así aprendí inglés, sin tomar ningún curso”, aseguró Henley Frías a Edgar Tijerino refiriéndose a Padilla, según su libro Solo fieras.

Su personalidad le ha traído algunos problemas. En Grandes Ligas, por ejemplo, era famoso por hablar muy poco en el dugout, golpear bateadores y tuvo una sonada pelea contra Nick Swisher cuando era pícher de los Rangers de Texas. Padilla estaba en el montículo cuando uno de sus picheos golpeó a Swisher. El bateador corrió furioso hacia el montículo. Padilla se quitó el guante, la gorra y esperó a Swisher para recibirlo con puñetazos. Ambos equipos salieron del dugout y se lanzaron contra los peloteros. Padilla ni siquiera podía ponerse de pie.

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Cuando era niño, también tenía esos problemas. En una ocasión, siendo aún joven, estaba pichando en un juego de su comunidad y alguien le estaba gritando desde la malla: “¡Garrobero, garrobero!” Detuvo el juego, se bajó del montículo y fue a amenazar al gritón: Si volvía a decirle garrobero lo golpearía.

Pero los líos del ex big leaguer no solo se resumen en peleas y mal humor. Padilla también ha sido famoso por los accidentes de tránsito en los que ha estado involucrado, y por los juicios y denuncias que ha enfrentado por pensión alimenticia.

Por ejemplo, según una publicación del Diario LA PRENSA, en 2014 el ex big leaguer estuvo involucrado en un accidente de tránsito en León. “Los afectados señalaron que el pelotero supuestamente se encontraba en completo estado de ebriedad e impactó la parte trasera de un taxi y luego intentó fugarse. Al no poder lograr el cometido, Padilla responsabilizó del hecho a una mujer que lo acompañaba”, detalla la nota.

También, en 2013, un grupo de trabajadores comunitarios de Somotillo y Villanueva exigieron el pago de seis millones de córdobas al lanzador, de cuando laboraron en las propiedades de Rancho América y Montealegre, en comarca Cayanlipe, Villanueva.

Querido en su pueblo

Juana de la Cruz Pineda, hija de un mánager que entrenó a Padilla. LAPRENSA/Óscar Navarrete

Una vaca. Frente a la lujosa mansión de Vicente Padilla que queda sobre la Carretera Panamericana, en Chinandega, una vaca es lo único que queda del Padilla que creció en el “Gancho de la Mona”. La casa, con una fachada que tiene aires de palacio oriental, contrasta con la comunidad donde aún viven las personas que lo recuerdan con cariño y admiración, a pesar que solo ha visitado su lugar natal unas pocas veces.

Aunque en algunas entrevistas su madre Florentina Ordóñez ha asegurado que su hijo terminó la primaria, Andrés Ordóñez, su tía, explica que Padilla tuvo que abandonar la escuela cuando estaba en cuarto o quinto grado para trabajar y colaborar con dinero en la casa.

En las vacas estaba la comida de diario, solo tenían que buscar el arroz y los frijoles. Había gallinas, leche, cuajadas y la
tortilla nunca faltaba porque también sembraba maíz. Esa era la vida en la comunidad. A Padilla le gustaban las fiestas y salía mucho por las noches. Su tío, Ángel Ordóñez, dice que de joven era ya bastante corpulento y que tuvo bastantes novias en la comunidad.

Cuando escucha hablar sobre Vicente, don Mariano Mejía no puede evitar detenerse en su bicicleta que va decidida por el camino pedregoso, para quedarse platicando sobre los días en los que conoció al big leaguer.

Mariano Mejía conoció a Padilla cuando era un niño en la comunidad.

Lo veía correr en las tardes sin camisa con una pelota en la mano. Dice que a veces para pichar se amarraba un trapo en el brazo derecho. Don Mariano conoció al padre de Vicente, dice que era “bueno a la pacha”, y en una ocasión estaba tomando, se cayó, se tropezó y así murió.

A Padilla por aquellos lados tienen mucho de no verle rastro. Eso sí, los lugareños recuerdan a la perfección haberlo visto recorrer las calles con pelotas para jugar y machetes para trabajar. Recuerdan haberlo visto ganarse treinta córdobas todos los días y después verlo recibir millones por hacer lo que siempre quiso. Todo fue rápido. El niño llegó al pueblo, trabajó, jugó sus primeros juegos. “¿Idiay? Y de pronto se nos fue Chente para las Grandes Ligas”, dice Ángel Ordóñez.


Curiosidades de Vicente Padilla

Familia. Es sobrino de Germán Pomares Ordóñez, “El Danto”, porque su mamá, Florentina Ordóñez, era medio hermana del guerrillero.

Pobreza. Cuando el scout llegó a la casa de Vicente Padilla y vio las condiciones en las que vivía, Junior Noboa, quien lo había firmado, pidió a Don Mitchell, en ese entones director de los Diamondbacks, que hiciera algo por la familia del pelotero. Mitchell le dio a la madre de Padilla un cheque adicional de cinco mil dólares.

Trabajo. Antes de convertirse en jugador de beisbol Padilla trabajó como faenero, cortando la maleza de las siembras de bananos y maní.

Origen. Vicente Padilla es originario de una comunidad llamada Germán Pomares, conocida como el “Gancho de la Mona”, ubicada a unos 10 kilómetros de la ciudad de Chinandega.

Deporte. Actualmente tiene un equipo de Softbol llamado Los Dodgers y ya no juega como pícher, sino que se dedica a batear. A veces es outfielder y a veces juega como primera base. Ya no quiere jugar beisbol.

Animales. Desde pequeño creció rodeado de ganado y fincas. Ahora se dedica a criar ganado y de vez en cuando se le ve en algunos hípicos montando a caballo.

Dinero. Es el atleta nicaragüense que más dinero ha ganado en toda la historia, de acuerdo con Baseball Reference, con un total de 52 millones de dólares en salario, en 14 temporadas en la MLB, de 1999 a 2012; incluyendo un contrato de tres años y 32 millones de dólares con los Rangers de Texas de 2007 a 2009.

Descendencia. Algunos lugareños y personas cercanas al ex big leaguer aseguran que tiene entre 16 y 18 hijos.


 

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