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Wilfredo Montalván

La patria sufre, mientras otros ríen

En estos días de septiembre cuando los nicaragüenses celebramos con alborozo y alegría las Fiestas Patrias, bueno es reflexionar con profunda unción sobre el significado de estas efemérides. Generalmente se considera que patria es el sentimiento de adhesión y cariño hacia la tierra que nos vio nacer, de lo que se deduce que pobres y ricos, ignaros e ilustrados, humildes y potentados, todos tenemos en común una patria a la que debemos honrar y defender por sobre todas las cosas.

En nuestra querida Nicaragua, dos acontecimientos de trascendental importancia para la vida nacional ocurridos en este mes, jalonan nuestra historia patria: El 15 de septiembre de 1821, fecha de nuestra independencia nacional del reino español y el 14 del mismo mes en 1856, fecha en que se conmemora la gloriosa batalla de San Jacinto, en la que heroicos compatriotas encabezados por el general José Dolores Estrada hicieron morder el polvo de la derrota al invasor extranjero.

No hay duda que tuvo razón el panida, Rubén Darío, cuando desde su plectro incomparable nos señala que “si pequeña es la patria, uno grande la sueña”. O el otro grande de la literatura y de la historia, José Martí, cuando nos recuerda que “la patria ha de ser ara y no pedestal para lanzarse sobre ella”. Pero, ¿qué estamos haciendo los nicaragüenses en la actualidad para enaltecer estos elevados principios? Lamentablemente las noticias que me llegan, de lo que está ocurriendo en el país, son desalentadoras.

Nicaragua, a través de la historia ha dado extraordinarias demostraciones de arquetipos en valentía, heroicidad, hidalguía y dignidad. Basta con mencionar cuatro ciudadanos que lo dieron todo, sin esperar a cambio nada más que el bienestar de la patria y el de sus conciudadanos: José Dolores Estrada, en su lucha contra los filibusteros; Benjamín Zeledón, contra la intervención extranjera; Augusto César Sandino, en defensa de la soberanía nacional, y Pedro J. Chamorro Cardenal, que ofrendó generosamente su preciosa sangre para que los nicaragüenses tuviéramos libertad, justicia  y elecciones libres —no como las que ofrece el binomio dictatorial de los Ortega-Murillo— sino como las que se practican en países democráticos como Costa Rica.

No obstante esa lucha abnegada de esos próceres y miles de otros más que forman parte del martirologio nacional, algunos observadores de nuestro cotidiano acontecer nos informan que Nicaragua está cayendo en un marasmo peligroso, como resultado de las frustraciones y traiciones, que puede tener como consecuencia fatal la consolidación de la dictadura imperante. Y eso no debe ocurrir, ¡jamás! No nos olvidemos que para algunos oportunistas y pancistas, la patria es donde se está bien y que estos raros especímenes proliferan en sectores tan importantes como el Cosep, algunos prelados de la Iglesias católica y anodinos pastores evangélicos, así como en los micropartidos conocidos como zancudos cuya máxima aspiración parece ser lograr una diputación o una pinche alcaldía y no el establecimiento de un Estado de Derecho con democracia, justicia y libertad que nos cobije a todos.

Estos últimos ávidos de los reembolsos electorales y otras sinecuras que a cambio de sus obsecuentes servicios les otorga la dictadura de los Ortega Murillo me recuerdan lo que en su momento expresó José Ingenieros en su célebre libro El hombre mediocre: “Nadie piensa, donde todos lucran; nadie sueña, donde todos tragan”.

Si la oposición sigue fraccionada como hasta hoy, hay que decirlo claramente y sin ambages: las elecciones municipales no servirán para nada. Hay que tener el corazón endurecido viendo a la patria encadenada, sufriendo y no hacer nada por salvarla. Esté o no esté la OEA, la divisa maquiavélica de “divide y vencerás” que ha estado practicando el binomio Ortega-Murillo con muy buenos resultados para sus propósitos continuistas, volverá a prevalecer en detrimento de un pueblo que sigue siendo el más pobre, después de Haití, de América Latina; que sigue siendo violado y ultrajado en sus derechos humanos y que como el Lázaro bíblico espera las voces de la oposición unida que le digan: ¡Levántate y anda!

El autor es periodista y Secretario General de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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