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Luis Sánchez Sancho

El dispensador de los vientos

El amigo y filósofo Alejandro Serrano Caldera me sugirió escribir sobre Eolo.  La sugerencia surgió durante una reunión del Consejo Editorial de LA PRENSA en la que hablamos sobre la energía, tema que se vuelto  “misterioso” porque   mientras menos cuesta la generación eléctrica en Nicaragua  más tienen que  pagar por ella  los consumidores,  empresariales  y domiciliares, salvo el segmento de  beneficiados con el subsidio por necesidad social.
Ahora también se produce y consume energía más barata,  generada por la fuerza del viento,  por lo cual  la llaman eólica, en alusión a Eolo,  de quien se dice que es el dios del viento en la mitología griega.
En realidad,  Eolo no es el dios del viento, y Homero, que lo menciona en La Odisea, no dice que lo sea. Lo llama “amado de los dioses inmortales” y “despensero  de los vientos”,  un  mortal a quien “el Cronida (Zeus)  habíale hecho árbitro de ellos, con facultad de aquietar o de excitar al que quisiera”.

En la mitología griega los vientos son divinidades secundarias llamadas Anemoi, palabra que significa precisamente eso: vientos, Los Anemoi son hijos de Urano y Gea (el Cielo y la Tierra), pero  de rango inferior al de Cronos, también hijo de ellos y  padre de Zeus.

Los  Anemoi principales son cuatro:  Bóreas, viento del Norte;  Noto, viento del Sur; Céfiro, viento del Oeste; y Euro, viento del Este. Y también hay cuatro Anemoi secundarios, que son los vientos del Noroeste y el Noreste, del Suroeste y el Sureste.

Eolo es   rey en   la isla flotante de Eolia, a la que da su nombre. Homero cuenta en el Canto X de La Odisea, que en el azaroso  viaje de regreso a  Ítaca, su patria y su hogar, Odiseo (Ulises) recala en Eolia.  Allí el rey Eolo se pasa el tiempo celebrando banquetes con sus numerosos hijos e hijas y durante un mes agasaja a Odiseo. Eolo quiere saber todo y hace muchas  preguntas a Odiseo,  sobre Troya y los troyanos, sobre los príncipes  griegos, la guerra y el regreso de los vencedores, etc.
Cuando Odiseo estima que ha llegado el momento de seguir su viaje, lo dice a Eolo quien  le da a su huésped  un zurrón en el que están encerrados los  vientos,  para que los use razonablemente. Solo deja fuera a  Céfiro, el plácido  viento del Oeste,  para que sople las velas de las naves de Odiseo. Con la  ayuda de Céfiro,  Odiseo solo debe navegar 9 días para llegar a Ítaca.

Eolo  advierte a  Odiseo que el zurrón no debe  ser abierto por nadie ni por ningún motivo. Pero  los curiosos y  codiciosos hombres de Odiseo creen que en el zurrón hay oro y joyas, lo abren cuando su jefe duerme vencido por el cansancio y los vientos quedan libres y  salen soplando  furiosamente.

Los vientos tempestuosos  empujan las naves de regreso a Eolia.  Odiseo explica a Eolo y sus hijos lo ocurrido y les pide que le ayuden de nuevo a seguir su viaje. Pero Eolo está furioso por la desobediencia y dice a Odiseo: “¡Sal de la isla y muy pronto, malvado más que ninguno de los que ahora viven. (…) Vete en hora mala, pues si viniste ahora es porque los inmortales te aborrecen”.

Todo eso lo cuenta después  Odiseo a Alcinoo, el rey de los feacios que viven  en la isla Esqueria, la misma que ahora se llama Corfú.  Esqueria es otra de las  islas por las que pasa Odiseo en su  azaroso viaje de regreso a Ítaca, sufriendo toda clase de penalidades por designio de Poseidón, quien lo  ha  castigado porque dejó ciego a su hijo  Polifemo, el  cíclope que solo tenía un ojo que  le  fue   vaciado de un estacazo por el héroe itacense.

El mito de los vientos que estaban al cuidado de Eolo y  salen de su encierro por la imprudencia de los hombres de Odiseo, tiene el mismo sentido que el  de  Pandora,   la primera mujer mortal  que   por curiosidad  abre la caja que contiene todos los males,  los que  se diseminan  por el mundo y castigan hasta hoy al género humano.

Del mismo modo, al salir los vientos del zurrón donde los había encerrado Eolo, ya no fue posible volver a controlarlos. Desde entonces los vientos huracanados castigan a la humanidad todos los años,  como los de Harvey e Irma que han  azotado y asolado en estos días a  varias ciudades estadounidenses en  los estados costeros  del Golfo de México,  algunas islas de las Antillas y Miami.

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