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La constructora brasileña Odebrecht es la protagonista del mayor escándalo de sobornos internacionales en el continente, según la justicia de Estados Unidos. LA PRENSA /AFP

La constructora brasileña Odebrecht es la protagonista del mayor escándalo de sobornos internacionales en el continente, según la justicia de Estados Unidos. LA PRENSA /AFP

“Corrupción se ha adaptado a los nuevos tiempos”, dice experto

Asesor de transparencia internacional analiza qué ocurre con el fenómeno en la región.

Rompiendo la tradición de impunidad en América Latina, al menos ocho expresidentes han sido señalados y algunos procesados por corrupción en los últimos años, casos a los que ha estado atento el guatemalteco Alejandro Urizar en su oficina de Transparencia Internacional, en Alemania, una institución reconocida como una autoridad mundial en el tema.

“De alguna manera (América Latina) representa ahora un ejemplo para el mundo”, dice Urizar, de 39 años, quien se desempeña como consejero regional para las Américas de la Secretaría de Transparencia Internacional.

La lista de expresidentes señalados es grande e incluye a estrellas de la política latinoamericana como el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) y de distinta tendencia ideológica como el exmandatario guatemalteco Otto Pérez Molina (2012-2015) o Mauricio Funes (2009-2014), exjefe de Estado salvadoreño asilado en Nicaragua.
Muchos latinoamericanos estamos acostumbrados a la impunidad, ¿cómo se pueden
explicar estas detenciones?

No creo que hoy haya más corrupción que en el pasado necesariamente. Hay más conciencia del tema, más acceso a la información y sistemas de justicia que están empezando a dar señales de fortalecimiento institucional importante. La causa del acceso a la información no solo está en la aplicación de leyes de acceso, que si tú analizas la tendencia en América Latina en los últimos veinte años es que se han aprobado leyes de acceso de información en casi todos los países de la región, sino también en las nuevas tecnologías, las redes sociales, el rol más protagónico que juegan los medios de comunicación han contribuido a ese escenario.

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¿Cómo se ha construido este tipo de sistema judicial en países tan diferentes como
Brasil o Guatemala?

Hay una explicación histórica y muy general: el retorno y el fortalecimiento —aunque sea relativo— de la democracia en la región. Si tú analizas lo que sucedía en los años setenta y ochenta en toda Latinoamérica, puedes fácilmente concluir que muchos países, o Estados, estaban sometidos a regímenes de control autoritario.

La corrupción florece donde hay opacidad, oscuridad. Esos mismos regímenes controlaban la información y en algunos casos coartaban la libertad de expresión. Existía corrupción, pero no se conocía.  Dije que era relativo, porque a pesar de que la tendencia general en la región es hacia el fortalecimiento democrático, claramente tenemos excepciones. La más clara de todas es Venezuela, con la evidente intención de (Nicolás) Maduro de concentrar poder en pocas manos y algunos otros sistemas satelitales al venezolano. Uno de esos sistemas es el gobierno nicaragüense, que también ha dado signos de concentración de poder y de poco compromiso con los procesos democráticos.

Mi percepción es que estos dos (o más casos donde se ha concentrado el poder) no contradicen la tendencia.

Lo segundo tiene que ver con el rol de las redes sociales, en los procesos por la lucha de derechos ciudadanos y contra la corrupción, ha sido fundamental.

¿Está pensando en Guatemala?

Es uno de los más emblemáticos, pero recuérdate que el efecto de las protestas en Guatemala en 2015 se dejó sentir en otros países, por ejemplo el movimiento de indignados en Honduras para quedarnos en la región. No digamos todas las famosas marchas anticorrupción que han producido los casos vinculados a Odebrecht en República Dominicana. ¿Qué denominador común ves en esa movilización en el sur, en la región centroamericana y caribeña? La movilización y convocatoria a través de redes sociales.

Esos elementos enmarcan el fortalecimiento, o los signos de fortalecimiento, de los sistemas de justicia. Y aquí tienes dos grandes modelos: los que se han fortalecido endógenamente, es decir Brasil, que, con el tiempo, ha hecho reformas importantes como establecer carreras judiciales eficientes, sistemas de selección meritocrática y que años después empiezan a dar frutos… como por ejemplo la famosa fuerza de tarea que se formó para investigar los casos de corrupción vinculados al cártel conocido como Lava Jato. Pero tienes otros modelos como el guatemalteco que son un poco más exógenos, es decir que cuentan con el apoyo de un organismo internacional como es Naciones Unidas.

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Muchos se preguntan ¿si sería efectiva en Guatemala la lucha contra la corrupción sin la Cicig (Comisión Internacional contra la Impunidad)?

Me atrevo a decir que no. Soy guatemalteco. Ahí era necesaria una Cicig. En los países o Estados, donde hay condiciones de hipercorrupción, es decir lo que nosotros llamamos corrupción estructural, es muy difícil que los actores locales salgan del círculo vicioso. Es necesario entonces un actor ajeno a las redes de corrupción.

En Honduras tienes a la Maccih (Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad). Son modelos estructurales distintos. Además tienen el respaldo de organismos internacionales distintos.  La Cicig nace y es impulsada por Naciones Unidas. La Maccih por la Organización de Estados Americanos (OEA).

Romper esos círculos de la corrupción es difícil…

Cuando lo ves desde un punto de vista histórico (esos círculos) se anclan en la época de la Colonia, se fortalecen en los sistemas dictatoriales de principios del siglo pasado en los años treinta. Hasta los años cuarenta y cincuenta hubo modelos muy patriarcales, luego se consolidaron con las guerras civiles, los conflictos armados internos con las dictaduras en toda la región centroamericana.  Es imposible pensar que vamos a eliminar la corrupción o reducirla al mínimo posible en un proceso de una o dos décadas. Esto es un proceso que va a llevar mucho más tiempo.

Algunos políticos investigados aseguran, para descalificar el trabajo que se está haciendo, que se le está entregando todo el poder a los jueces, que hay una “dictadura judicial”, ¿cómo valora ese señalamiento?

Es erróneo decir que hay una dictadura de uno de los poderes. Uno de los poderes finalmente está empezando a hacer su trabajo, a hacer aquello para lo que fue diseñado y los jueces están empezando a hacer aquello para lo que fueron contratados, nada más alejado de una dictadura.

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¿Qué pasa con otros países donde la justicia opera a favor de intereses políticos como Nicaragua?

(En) casos como el de Nicaragua y Venezuela, por mencionar dos, no estamos hablando de un sistema de justicia maduro, a favor de la justicia misma. ¿Por qué? No nos olvidemos que para que un Estado funcione, al menos de acuerdo a la teoría política, debe haber independencia entre los poderes. Si no hay (independencia), no hay pesos y contrapesos. Venezuela y Nicaragua son casos que desde el Ejecutivo se ha intentado concentrar el poder, precisamente para evitar que los sistemas de justicia jueguen el rol que están jugando.

En Nicaragua hay casos como el del expresidente Arnoldo Alemán (1997-2002), acusado de corrupción, y que incluso fue candidato presidencial después, ¿qué mensaje se le envía a la ciudadanía?

En una democracia una vez hayan ciudadanos que sean intocables, que negocien la justicia, a quienes no se les aplica la ley, en condiciones equitativas en comparación con otros ciudadanos, el mensaje es negativo.

En el corto plazo la ciudadanía puede hacerse de la vista gorda, sobre todo si están recibiendo ciertos beneficios sociales a través de algunos programas, pero a largo plazo el efecto que se produce sobre las sociedades es devastador.

Lo que el ciudadano concluye es que lo que necesita para acceder a la justicia es poder, contactos o recursos, cuando la idea de la democracia es todo lo contrario. Parece ser que estas componendas y acuerdos entre políticos para evitar la justicia, o para capturar o concentrar el poder, en muchos países ya no respetan ideologías. Porque en teoría el político que mencionaste (Alemán) es un político de un partido distinto al del gobierno actual (Daniel Ortega), sin embargo al parecer tanto políticos de derecha o izquierda, han resultado vinculados a presuntos casos de corrupción y algunos se alían para evitar que la justicia los juzgue.

Otro caso donde no se respetan ideologías es Brasil, donde la famosa fuerza de tarea de Lava Jato presentó las pruebas y abrió juicios contra dos políticos de corte ideológico distinto como son Lula Da Silva y Michel Temer.

Pareciera que la competencia de los políticos ya no es ideológica y pareciera ser que todos se cubren con el mismo manto; que todos son al mismo tiempo sujetos activos de corrupción, el efecto sobre la población se agrava.  Ya no es como se creía en el pasado que los militares tenían la concentración del poder en sus manos y hacían abuso de ella, ahora es cualquier político de derecha o izquierda… está dispuesto a concentrar el poder y utilizar la corrupción.

¿Cómo influyen en la lucha contra la corrupción el hecho que el poder político esté concentrado en una familia como ocurre en Nicaragua?

La corrupción florece en aquellos espacios donde hay concentración de poder. Es lo que describes del caso de Nicaragua. No en un partido político como se estilaba en el pasado, pareciera ser que la concentración de poder está en redes de intereses o redes familiares. Eso es más grave aún, porque si las redes familiares o de interés no respetan ideologías, para el ciudadano descifrar y entender el mensaje negativo, que se está enviando, es más complejo.

Usted dijo que en la actualidad no hay más corrupción que en el pasado, ¿cómo se puede explicar la calidad de los casos que estamos viendo? No recuerdo que se haya visto una red de sobornos tan grande como la de Brasil.

La corrupción ha cambiado. Ha mutado. Se ha adaptado a los nuevos tiempos. ¿Por qué ves hoy casos como Lava Jato en América Latina? Porque las economías están más conectadas que hace cincuenta años. Es más fácil hacer negocios a nivel global.

La corrupción que estamos viendo es adaptada a los nuevos mercados, a los nuevos flujos de capitales.

El caso de Lava Jato —que en Transparencia Internacional le llamamos de gran corrupción— es el mejor ejemplo. Estamos hablando de un conjunto de empresas, de las cuales las más reconocidas son Odebrecht y OAS, con filiales en muchos países en la región y reproduciendo las mismas prácticas corruptas en todos los países: financiando políticos con la expectativa que, cuando estos políticos lleguen al poder, pedir el favor de regreso. Pedir que les ayuden o que manipulen o que obvien leyes para contratarlos en la construcción de carreteras.

¿Cree usted que esta ola de justicia se sostenga con el tiempo?

Soy muy cauteloso, porque lamentablemente no tengo —como decimos en la región— una bola de cristal para saber qué va a pasar en el futuro.

Me atrevería a decir que a pesar de los avances en la lucha contra la corrupción, signos de fortalecimiento de los sistemas de justicia, de la mayor conciencia e involucramiento de medios y ciudadanía en esta coyuntura, creo yo que no están sentadas las bases estructurales institucionales para que se sostenga sola la lucha contra la corrupción.

 

corrupción, Transparencia Internacional. Alejandro Urizar
Alejandro Urizar, consejero de Transparencia Internacional. LA PRENSA/ CORTESÍA

La corrupción florece en aquellos espacios donde hay concentración de poder. Es lo que describes del caso de Nicaragua. Alejandro Urizar, consejero de Transparencia Internacional.

Punta del iceberg

Según Alejandro Urizar, si en los años setenta, ochenta, el poder estaba concentrado en pocas manos, donde los regímenes eran autoritarios, si conocimos un caso de corrupción era apenas la punta del iceberg.

“A pesar de todos los elementos, que permiten que se visibilicen hoy más los casos de corrupción, yo me atrevo a pensar que seguimos viendo aún la punta del iceberg”. Para Urizar se deben incorporar a la agenda de los países de la región propuestas a largo plazo. “Si somos capaces con una mano de empujar la lucha contra la corrupción y con la otra presentar propuestas vamos a hacerla sostenible”, dijo. Y mencionó la importancia de pensar en la educación, en los valores que se están enseñando en las escuelas.

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