La novela It, publicada originalmente en 1986, se convirtió en uno de los libros más populares de Stephen King. Una miniserie de televisión producida en 1990 terminó de cimentar su lugar en el panteón de la cultura pop norteamericana. Ahora, llega esta película de alto perfil, para espantar a una nueva generación.
La acción se desarrolla en Derry, un plácido pueblo pequeño del noreste de EE.UU., a finales de los 80. Ante la aparente complacencia de los adultos, niños y niñas desaparecen sin dejar rastro. Estamos del lado de los chicos porque vemos lo que le sucede a Georgie. El pequeño sale en una tarde de lluvia para jugar con un barquito de papel. La corriente de la cuneta lo conduce a una alcantarilla. Un extraño payaso aguarda en la oscuridad subterránea. Cuando Georgie se asoma, le ofrece devolvérselo, y entonces… tendrá que ver la película para saber lo que sucede, pero puedo adelantarle que la lista de desaparecidos crece. Bill (Jaeden Lieberher), su hermano mayor, asume la misión de encontrarlo, y arrastra consigo a su pandilla de amigos.
La película establece de entrada la naturaleza sobrenatural de su villano. El payaso Pennywise (Bill Skarsgård) es solo una de las formas que adopta. “Eso” es un ente que se alimenta del miedo, y se materializa según las fobias particulares de sus víctimas. Sin embargo, existe otro agente desestabilizador: la violencia que se manifiesta de padres a hijos, o entre congéneres. El ejemplo más extremo es el abuso sexual que sufre Beverly (Sophia Lillis) a manos de su padre (Stephen Bogaert), mientras que sus compañeras de clase la marginan por su supuesta precocidad sexual. Henry (Nicholas Hamilton), incipiente delincuente juvenil, acosa violentamente a los protagonistas, pero sufre él mismo a manos de su progenitor, un policía alcohólico.
“Eso” está inscrita en el modelo contemporáneo de horror taquillero. Debe someterse a la modalidad más comercial del género. Su razón de ser son las escenas de suspenso que escalan la anticipación, y la resuelven con un shock momentáneo, marcado con un estruendoso efecto de sonido o un golpe de orquesta. El director Andrés Muschetti es efectivo, pero la acumulación termina socavando las posibilidades del filme. Después de varios episodios, el payaso diabólico pierde su capacidad de sorprender. Los sobresaltos mecánicos no pudieron distraerme de la idea de que el material original no estaba siendo explotado al máximo de su potencial.
Lo que mantiene la película a flote son sus placeres más terrenales. La ambientación recrea los finales de la década de los ochenta de manera idealizada pero persuasiva. Puede recordarle a la exitosa serie de Netflix Stranger Things, que tiene muchas similitudes no solo con la película, sino también con la novela original de King. El reparto de actores adolescentes es excelente. Sophia Lillis merece mención aparte. De todos los actores noveles, apuesto que será la que tendrá una carrera más larga y fructífera. Finn Wolfhard brilla en un papel diametralmente opuesto a su personaje de Stranger Things. Aquí, cede el rol de líder sensible a Lieberher, y le hinca el diente al arquetipo del gracejo insolente. En cada grupo de amigos hay uno.
Para bien y para mal, “It” depende de Pennywise. Es difícil valorar a Skarsgård, porque es el tipo de personaje que se define a través de factores ajenos al actor: el maquillaje, el vestuario, los efectos especiales. Su principal aporte es la paciencia necesaria para someterse a los procesos que lo transforman, de ser humano, a payaso diabólico. Pero quizás eso sea lo único que se necesita para cumplir la tarea de asustar.
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