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La Prensa

Las Fiestas Patrias y la historia

Hoy comienzan las Fiestas Patrias de Nicaragua con la conmemoración del 161 aniversario del Convenio Providencial. Así se le llamó al acuerdo que los partidos legitimista (conservador) y democrático (liberal), suscribieron el 12 de septiembre de 1856 con el objetivo de combatir unidos a los filibusteros de William Walker.

Los filibusteros habían venido a Nicaragua, a principios de 1855, contratados por los liberales como mercenarios para que les ayudaran en la guerra contra los conservadores. Puestos aquí, los filibusteros tomaron el poder para impulsar su propio proyecto de dominación militar y política regional.

Al reconocer su grave error, los liberales aceptaron aliarse con los conservadores para enfrentar juntos al enemigo común. Acordaron el Convenio Providencial y dieron inicio a la Guerra Nacional que, gracias a la participación de los ejércitos centroamericanos, culminó con la derrota de las fuerzas de Walker y su expulsión del territorio nicaragüense.

Directamente vinculada con la efeméride del Convenio Providencial está la conmemoración del 14 del mismo septiembre de 1856, cuando se libró la histórica y heroica Batalla de San Jacinto, en la cual las fuerzas nicaragüenses propinaron una emblemática derrota a los filibusteros.

Un día después, el 15 de septiembre, se celebra el 196 aniversario de la Independencia nacional y centroamericana, proclamada el 15 de septiembre de 1821 en Guatemala.

Las Fiestas Patrias de septiembre sustentan la identidad nacional y son las únicas celebraciones que convocan y unen a todos los nicaragüenses. Las otras conmemoraciones, como las del 11 y el 19 de julio, aunque se ha pretendido hacerlas representativas de todos los nicaragüenses, son partidistas, representan el triunfo de una parte de los nicaragüenses sobre otra e inclusive el establecimiento de férreas dictaduras, como fueron la liberal de 1893 a 1909 y la sandinista de 1979 a 1990.

El filósofo y sabio español José Ortega y Gasset indicó que “para comprender algo humano, personal o colectivo, es preciso contar una historia. Este hombre, esta nación, hace tal cosa y es así porque antes hizo tal otra y fue de tal otro modo. La razón histórica —asegura— no consiste en inducir ni en deducir, sino lisamente en narrar”.

La advertencia de Ortega y Gasset aplica a aquellos historiadores que menosprecian una de las Fiestas Patrias de Nicaragua, la de la independencia nacional en 1821. La denigran porque fue pacífica, porque no hubo en ella la “gloria” de la guerra y del derramamiento de sangre. Pero también se le cuestiona porque no fueron los indígenas los que sustituyeron en el poder a los españoles, sino los mismos criollos —o sea los hijos de padres españoles nacidos en Nicaragua— que de todas maneras ya gobernaban.

Pero lo cierto es que en ninguna parte de la América que fue colonizada por España, donde la independencia se conquistó por medio de sangrientas guerras independentistas, los indígenas tomaron el poder. No había condiciones de ninguna clase para que eso pudiera ser posible.

Los hechos históricos ocurrieron como tenían que ocurrir y, como dice Ortega y Gasset, hay que admitirlos y contarlos tal como fueron, no como quisiéramos que hubieran ocurrido.

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