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Marvin Saballos Ramírez

Acuerdo Providencial y gobierno chachagua

“El convenio del 12 de septiembre (de 1856) salvó a Centroamérica del filibusterismo. Él decidió a los Estados (Centroamericanos) a emprender la Guerra Nacional.

El convenio de la Junta de Gobierno (del 12 de junio de 1857) salvó a Nicaragua de la Guerra Civil y fue la base de la reorganización de la República.

Son por lo tanto los hechos más honrosos, más trascendentales que contará nuestra historia desde la Independencia de España hasta la época presente”.

El licenciado Jerónimo Pérez, político e historiador, testigo presencial de los acontecimientos, escribe hacia 1877 la anterior vinculación de aquellos hechos y los destaca como los sucesos políticos más importantes del cruento período que conocemos como la Guerra Nacional y en el cual se salvó y fundó a la República de Nicaragua. (Obras Históricas Completas. Biografía del Gral. Tomás Martínez. Banic, 1993. Página 556).

En 1853, estalló un nuevo episodio de la prolongada guerra civil entre los partidos Conservador (Legitimista) y Liberal (Democráticos), los unos con predominio en Granada y los otros en León. La causa inmediata: Frutos Chamorro, legitimista, director supremo del Estado, reforma la Constitución proclamándose presidente y encarcela o destierra a los dirigentes liberales acusándolos de conspiración contra el gobierno legítimo. Al inicio de la guerra, Máximo Jerez, liderando a los leoneses, logra sitiar por varios meses a Granada, sin lograr tomarla. Se retira y los granadinos avanzan hacia León. En esta situación, en 1855, Francisco Castellón, jefe del gobierno democrático instalado en León, contrata mercenarios norteamericanos para que refuercen a su  ejército. William Walker, el médico-abogado-periodista-filibustero, que había intentado un par de años antes adueñarse del estado mexicano de Sonora, dirige a los mercenarios. En una rápida campaña se apodera de Granada, autoproclamándose presidente de Nicaragua.

Por aquellos días, California recién había sido desmembrada de México como consecuencia de la guerra de rapiña a que se vio sometida por los Estados Unidos. Se estrenaban pues los Estados Unidos como potencia continental, con costas en el  Atlántico y en el Pacífico y era perentorio establecer rutas de comunicación entre las dos costas, separadas por un inmenso territorio. La opción rápida y viable era marítima, con tránsito por el istmo centroamericano; Panamá, Tehuantepec, Nicaragua, eran las rutas preferidas. El descubrimiento de oro en California, y la denominada “Fiebre del Oro” subsecuente, popularizó inmediatamente la emigración a dicho estado. El canal por Nicaragua se convirtió en una alternativa necesaria y muy posible, los Gobiernos de la época establecieron contratos para su construcción, se estableció rápidamente una “Compañía Accesoria del Tránsito” (accesoria a la construcción del canal). Y Nicaragua se volvió presa muy apetecible, tanto para las potencias de la época, como para algún ambicioso vecino del sur.

Es por ello que Walker centra sus operaciones en el control de la ruta del tránsito, lo que lo pone en la mira global y también en la toma de Granada, lo que le permite aspirar a dominar Nicaragua y conquistar a toda Centroamérica,  las “Cinco o ninguna” era su divisa. Al igual que los piratas del pasado, quienes hacían el juego sucio a favor de los monarcas, reportándoles grandes dividendos económicos y políticos, Walker, el nuevo pirata, filibustero se le llamará, recibe el apoyo de políticos e inversionistas estadounidenses, especialmente de los sureños estados esclavistas de la unión. Todos los países centroamericanos, con clara conciencia del riesgo de pérdida de la nación centroamericana, reaccionan en contra del filibustero y median entre los partidos nicaragüenses en pugna. Ejércitos de Guatemala, El Salvador y Honduras ingresan por el norte y acantonados en León, urgen la unión nicaragüense. Por el sur, opera Costa Rica.

Forzados por las circunstancias, los legitimistas envían a León una delegación negociadora. Con la  garantía de los generales Ramón Belloso, El Salvador y Mariano Paredes, Guatemala, se firma en León, el 12 de septiembre de 1856, un convenio que unifica los esfuerzos de los democráticos y legitimistas y moviliza las fuerzas centroamericanas para la contienda contra el invasor filibustero, por ello se le ha llamado Convenio Providencial ya que salvó a la Nación Centroamericana de la rapiña filibustera. Los principales actores nicaragüenses en este Convenio, fueron Tomás Martínez, Máximo Jerez, Fernando Guzmán y Apolonio Orozco (Francisco Castellón y Frutos Chamorro habían muerto producto de enfermedades). La guerra civil se convierte en una guerra nacional centroamericana, por la soberanía de Nicaragua y de todos los estados de Centroamérica.

Concluida exitosamente la Guerra Nacional en mayo de 1857, resurgieron avivadas las contradicciones entre legitimistas y democráticos, al punto de que era inminente el estallido de una nueva contienda fratricida. La continuación de la  guerra civil tenía el riesgo de una fractura del territorio nacional en al menos tres secciones: Occidente-Norte (León), Oriente-Norte (Granada) y Caribe. Ello se pudo evitar gracias al convenio del 12 de junio de 1857 entre el jefe legitimista Tomás Martínez y el jefe democrático Máximo Jerez, quienes al percatarse que los partidos en pugna no se ponían de acuerdo y era inminente el retorno a la guerra civil, decidieron asumir el poder y procurar la estabilidad para la reconstrucción del país, lo que afortunadamente se logró, dando paso a un período que permitió la construcción jurídica y económica del Estado nicaragüense. Ambos jefes asumieron el poder en una Junta de Gobierno, conocida como Gobierno Binario, y popularmente como “Chachagua”, “Cuape” o gemelos. Francisco Ortega Arancibia, también testigo presencial y partícipe de los acontecimientos, expresa: “El Te-Deum que se entonó entonces en la Iglesia parroquial de Managua, en acción de gracias por tan fausto suceso, fue el más alegre que resonará en los oídos de los hombres pacíficos y patriotas de Nicaragua” (Cuarenta años de historia de Nicaragua)

Aldo Díaz Lacayo, historiador y diplomático, autor de estudios interpretativos muy bien documentados de este período decisivo, señala que el “Acuerdo Martínez-Jerez debe pasar a la historia como el verdadero Pacto Providencial”,  y lo es, ya que  tuvo como consecuencia la salvación del Estado nicaragüense y la fundación de la república. Aunque ello no hubiera sido posible, sin el anterior Convenio del 12 de septiembre que salvó a la nación centroamericana y por ende a Nicaragua. Ambos procesos no pueden entenderse desvinculados, como lo señalan Pérez y Díaz Lacayo.

¿Cuáles son los actores políticos nicaragüenses a quienes debemos estos acuerdos providenciales? En primer término a Tomás Martínez y Máximo Jerez, ellos tomaron sobre sí las responsabilidades; pero también a un buen grupo de sensatos patriotas, entre quienes debemos destacar al doctor Rosalío Cortez, impulsor desde siempre de iniciativas de conciliación, al general Fernando Chamorro, destacado en la guerra y comprometido con la paz.

Merecen el recuerdo en la Memoria Patria

El autor es psicólogo social.

Opinión Acuerdo Providencial Nicaragua archivo
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