14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Edmundo Jarquín

Instituciones formales e informales

Hace una semana se conoció la carta que el expresidente Obama, en una vieja tradición de los relevos presidenciales en Estados Unidos (EE. UU.), dejó el pasado enero al presidente Trump, en ocasión del inicio de su mandato.

En una de sus partes, Obama recomienda a Trump:

“…somos ocupantes temporales de esta oficina. Ello nos convierte en guardianes de las instituciones democráticas y las tradiciones —como el Estado de derecho, la separación de poderes, la protección igualitaria y las libertades civiles— por las que nuestros antepasados lucharon y derramaron su sangre. Sin importar el estira y afloja de la política diaria, está en nosotros que esos instrumentos de la democracia se mantengan al menos tan sólidos como los encontramos”.

El carácter del presidente Trump ha sido caracterizado, por innumerables comentarios y análisis escritos y orales, como autoritario y con tendencia a la búsqueda de soluciones a diversos temas, de conformidad con sus propuestas electorales, pasando incluso sobre leyes e instituciones formales de la democracia estadounidense. Y una y otra vez hemos visto cómo, desde el sistema de justicia, o desde el Congreso, o desde agencias estatales con grados importantes de autonomía, se le han levantado barreras legales e institucionales.

Es, desde luego, con la imprevisibilidad y autoritarismo de Trump, arriesgado especular a largo plazo, pero por lo pronto hemos visto a las instituciones formales, como el sistema de justicia y el congreso, funcionar. Pero, y también tan importante como lo anterior, hemos visto funcionar a instituciones informales, como las organizaciones de la sociedad civil, iglesias y medios de comunicación, criticando a Trump por diversas razones, entre las últimas sus ambiguas declaraciones sobre los incidentes raciales en Virginia.

También hemos visto a otras instituciones informales, como gremios y corporaciones empresariales ejercer su autonomía, pese a la afinidad ideológica con Trump, oponiéndose a diversos temas, algunos migratorios y en especial el caso de los “dreamers” (soñadores). Representantes del sector empresarial y de las artes y cultura han renunciado a su membresía en Consejos para los cuales Trump les había nombrado, en protesta por diversas acciones o declaraciones del presidente, que agraviaban la “protección igualitaria y las libertades civiles”, de las cuales le advertía Obama.

Desde la amistad, una de las instituciones informales más importante en cualquier sociedad, hemos visto a partidarios de Trump que pública o privadamente le han advertido del riesgo, para el liderazgo de EE. UU. en el mundo y la propia estabilidad y prosperidad de ese país, recomendarle por tanto apego a las leyes e instituciones.

Es bastante diferente hablar de Ortega y compararle con el caso mencionado, porque para empezar mientras de Trump podemos decir que hasta ahora sus impulsos y temperamento autoritario han sido limitados por las instituciones formales e informales de la sociedad estadounidense, en nuestro caso ni las instituciones formales —sistema de justicia, Asamblea Nacional, Contraloría, Ejército, Policía, Alcaldías, etc.— ni las informales —medios de comunicación, organizaciones de la sociedad civil, iglesias, gremios empresariales y sindicales— salvo pocas y dispersas instancias que ejercen su autonomía, han podido hacer algo para impedir, y en algunos casos incluso han contribuido, la consolidación autoritaria de Ortega.

En la dinámica entre instituciones formales e informales, estas últimas para su efectividad requieren de las instituciones formales las cuales, en una sociedad democrática, son sensibles a las voces y opiniones que proceden de las instituciones informales.

En Nicaragua las instituciones formales no escuchan las voces de la sociedad, porque fueron totalmente copadas por el autoritarismo de Ortega, y bueno recordarlo, por su pacto con Alemán. Y la represión legal e ilegal de los partidos de oposición y organizaciones de la sociedad civil, las amenazas fiscales y administrativas a empresas y ciudadanos, el control gubernamental de medios de comunicación salvo excepciones, los impedimentos a los derechos de manifestación, protesta y elección de los ciudadanos, forman parte de una modalidad de autoritarismo totalitario.

Pero, como hemos visto en otros países y en nuestra historia, desbordes de rebeldía ciudadana terminan haciendo lo que no pueden instituciones formales e informales, porque, como señalaba el nobel de literatura John Steinbeck “la represión puede retrasar el día de la caída de los tiranos, pero fortalece la inevitabilidad de ese día”.

El autor es economista. Excandidato a la vicepresidencia de Nicaragua.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí