Un oficial soviético Stanislav Petrov que, en plena guerra fría, se negó a creer en su sistema informático, pues alertaba un ataque de misiles estadounidenses contra la URSS y que quizá evitó un conflicto nuclear, falleció a 20 kilómetros al noreste de Moscú en su apartamento de Fraizano a los 77 años, informó su hijo Dmitri este martes.
Según su hijo, Petrov murió en mayo pero la muerte no salió a la luz hasta que un cineasta alemán le llamó a principios de septiembre para felicitarle por su cumpleaños.
En 1983, el 25 de septiembre por la noche, Stanislav Petrov, en aquel entonces oficial de guardia en una base de alerta estratégica al sur de Moscú, solo tenía unos instantes para interpretar la señal de alarma de los satélites de vigilancia, que anunciaban el ataque de cinco o seis misiles estadounidenses contra la URSS.
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Pero Petrov consideró que, en caso de un ataque estadounidense, este implicaría un centenar de misiles y no cinco o seis, y dedujo que se trataba de un error de los sistemas de alerta. Así, indicó a sus superiores que se trataba de una falsa alerta y no de un ataque inminente.
Su decisión quizá permitió evitar una respuesta soviética y el desencadenamiento de un conflicto nuclear mundial, en un momento de alta tensión entre Moscú y Washington. “Tras el incidente, se quedó en su unidad durante tres días. Volvió a casa completamente agotado, pero no nos contó nada”, recordó su hijo, de 44 años.
Condecoración
Más tarde, especialistas soviéticos concluyeron que la falsa alarma se debía a una interpretación errónea de la reflexión de los rayos de sol en las nubes, que el sistema confundió con la energía que los misiles desprenden al despegar.
Unos meses después del incidente, Stanislav recibió una condecoración “por los méritos rendidos a la Patria en las fuerzas armadas”, sin ninguna explicación, según Dmitri. El incidente, que se mantuvo en secreto durante seis años, no fue revelado hasta dos años después del desmantelamiento de la URSS en 1991, por el semanario Sovershenno Sekretno (“Top Secret”).
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“Cuando el semanario ruso Kommersant Vlast volvió a hablar de esta historia en 1998, Occidente descubrió un héroe”, según Dmitri.
“Tras lo cual, recibió un centenar de cartas de agradecimiento desde todas partes de Europa, pero nunca entendió la causa de este alboroto, pues él se había limitado a hacer bien su trabajo”, contó su hijo.