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Frank Briceño Marenco

Ante el decreto 15-2017

Es difícil no tomar mi pluma y dar mi opinión, como nicaragüense y profesional,  ante este decreto, cuando se han pronunciado, juristas, ambientalistas, parlamentarios, pero sobre todo, mi insigne maestro, doctor Jaime Incer Barquero, donde han manifestado sus puntos de vista ante semejante atropello a la naturaleza, cuando esta nos está cobrando las heridas que le hemos infringido, con huracanes, terremotos y grandes sequías en otras latitudes.

Los estudios de impacto ambiental (EIA) son los parámetros que se valoran y nos indican las medidas de mitigación a implementar para que los proyectos a ejecutarse no alteren las condiciones de los diferentes ecosistemas donde se desarrollan los mismos, ya sean explotaciones mineras a cielo abierto, explotaciones de bosques en todas sus formas de extracción, caminos de penetración primarios o carreteras, toda alteración de un hábitat natural debe llevar un Estudio de Impacto Ambiental y sus medidas de mitigación las cuales deben ser minuciosamente supervisadas para evitar las degradaciones y desastres a largo plazo.

Todo país medianamente civilizado donde hay carreras y profesionales medioambientales, ingenieros agrónomos, forestales, veterinarios, civiles, arquitectos y conexos existen los requerimientos de protección para el medioambiente, en asociaciones gremiales, ambientalistas e institucionales, recuerdo cuando laboré en el Instituto de Desarrollo Rural en Somoto, existía una unidad de gestión ambiental, que velaba por el cumplimiento de las medidas de mitigación en todos los proyectos a financiarse, ya fueran estos de capacitación, obras de infraestructura o reforestación y era una exigencia de los organismos multilaterales de financiamiento  tales como el BID, la  CEE y la OPEP. Así quedaron proyectos de recuperación de fuentes de agua, cobertura vegetal y obras de drenaje en caminos primarios que hasta hoy sirven a las comunidades de Somoto, cabecera departamental del departamento de Madriz. Y dejaron a las futuras generaciones ejemplos de que se puede desarrollar una zona y un país con proyectos ecoamigables.

En estos momentos donde el ecosistema nicaragüense presenta un exagerado ritmo de degradación, no es conveniente, renunciar como Estado, a la exigencia, tutela y supervisión de los estudios de impacto ambiental para todos los proyectos que se instauren y desarrollen el territorio nacional; estudios a conciencia donde prevalezcan criterios técnicos y medidas de mitigación que se implementen a corto, mediano y largo plazo. Estudios que deben exigirse a proyectos que cuesten desde cincuenta millones de dólares, o menos como Tumarín, hasta pequeños proyectos que alteren las condiciones mínimas de un hábitat sostenible (minería a cielo abierto, caminos de penetración, extracción de madera, etc.)

Estamos a tiempo de revertir decretos que, estoy seguro, no asesoraron correctamente al Ejecutivo y este lapsus puede ocasionar más tarde que temprano, el paso de la factura, de una naturaleza que gime a causa de nuestros desmanes y atropellos dizque en nombre del desarrollo y la quimera de siglos de “para  salir de la pobreza”.

Con la derogación del decreto de “Sistemas de Evaluación Ambiental”, se convierte al país, en presa fácil de empresas de inversión irresponsables, poco comprometidas con el equilibrio ecológico e irrespetuosas de ecosistemas sanos que vulneran fácilmente las leyes protectoras del medioambiente.

Si no escuchamos hoy las protestas de voces ambientalistas, las sugerencias de científicos respetados como mi querido maestro, pronto vamos a escuchar el alarido de la naturaleza expresado en el azotar furioso de huracanes, el bramido de la tierra, en gigantescos terremotos o la muerte paulatina y silenciosa provocada por hambrunas y sequías.

El autor es ingeniero.

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