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La boda de Eustaquio Martínez con Juana Solís Pérez, ambos en el centro. A la izquierda, el exembajador Guillermo Sevilla Sacasa y a la derecha su esposa Lillian Somoza, ambos ya fallecidos. LA PRENSA/ CORTESÍA

La boda de Eustaquio Martínez con Juana Solís Pérez, ambos en el centro. A la izquierda, el exembajador Guillermo Sevilla Sacasa y a la derecha su esposa Lillian Somoza, ambos ya fallecidos. LA PRENSA/ CORTESÍA

Eustaquio Martínez, el mayordomo de los Somoza

Eustaquio Martínez es un campesino que salió de las montañas de Matagalpa para ser guardia, y acabó siendo el hombre de confianza de los Somoza.

Un día de 1955, cuando Eustaquio Martínez era sargento de la Guardia Nacional y estaba asignado en la Casa Presidencial, vio llegar a la reina del ejército, Lillian Somoza Debayle, la hija del presidente Anastasio Somoza García. Martínez se levantó y la saludó.

Bajo las órdenes del capitán Edmundo Schümann, Martínez estaba encargado de rodar las películas que Somoza García veía casi todas las noches sentado en un sillón. A ese sillón se fue a sentar Lillian Somoza después de saludar a Martínez y mientras esperaba a su padre. Ella vivía en Washington DC con su esposo Guillermo Sevilla Sacasa, quien era embajador de Nicaragua en Estados Unidos. De repente, ella se dirigió hacia Martínez, quien estaba detrás del proyector.

—¿Estás casado?

—No.

—¿Le haces a esto? (Hace señas de tomarse un trago).

—No. (En realidad a Martínez sí le gustaba tomar licor).

—¿Te gustaría irte a vivir a Washington?

—Yo soy un soldado. Estoy a las órdenes del jefe (Somoza García).

—No te preocupes, yo hablo con mi papá.

Una semana después de su plática con Lillian Somoza, el sargento Martínez estaba tomando un avión de la Eastern Airlines con destino a Washington. Desde entonces sería el chofer de la Embajada de Nicaragua en Washington, más propiamente de Lillian Somoza, hasta que en 1979 la dinastía de los Somoza fue derrocada y Guillermo Sevilla Sacasa dejó de ser el embajador.

Fueron 24 años en los que Martínez no solo fue chofer de los Somoza, sino que también era un verdadero comodín, lo utilizaban para todo. Depositaron en él toda la confianza posible. “Yo los trasladé a todos ellos cuando llegaban a Estados Unidos, a doña Hope (Portocarrero), a doña Isabelita (Urcuyo), a doña Salvadorita, a don Luis y a Tachito. A todos sus hijos. No se me capeó ni uno. A todos los anduve yo”, dice Martínez, quien el próximo 2 de noviembre va a cumplir 90 años de edad, pero conserva un físico fuerte y una gran energía a la hora de platicar.


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Eustaquio Martínez vestido de guardia nacional durante una gira de Anastasio Somoza García por el interior del país. LA PRENSA/ CORTESÍA

El “rinconeño”

A Eustaquio Martínez la revista Domingo lo fue a buscar hasta el Rincón del Diablo, una comunidad rural de Matagalpa, cerca de Esquipulas. Hace días que llegó a Nicaragua a visitar a sus familiares y a recordar sus días de infancia, cuando su padre Cruz Martínez hacía albardas con el cuero de las reses y de lo que sobraba le hacía caites a sus hijos. Nunca les compró zapatos y Martínez usó el primer par cuando cumplió los 15 años de edad. Fue horrible. No soportaba los zapatos porque los pies los tenía muy anchos.

En el Rincón del Diablo todavía hay vestigios de la casa donde Martínez nació un 2 de noviembre de 1927. Allí todavía se conserva una pesada piedra que en la parte superior se formó como una pileta que se mantiene llena con el agua de las lluvias.

Eustaquio Martínez, quien vive en Estados Unidos, visitó Nicaragua en estos días. Aquí aparece en su comunidad natal, el Rincón del diablo. La piedra que está a su lado no ha cambiado desde que él era niño. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

Cuando Martínez tenía 19 años de edad, un vecino del Rincón del Diablo se alistó en la Guardia Nacional y lo invitó, que allí iba a tener un salario. La Guardia pagaba en ese entonces 60 córdobas al mes. Algo que terminó de animar a Martínez para hacerse soldado es que la Guardia estaba necesitando personal, porque en 1947 hubo un complot contra Somoza García, quien le había dado golpe de Estado al presidente Leonardo Argüello, y había muchos guardias presos. Una vez que se metió a la Guardia, al propio Martínez le dieron un rifle que no sabía usar y en Matagalpa lo pusieron a cuidar a un capitán que estaba como sospechoso de conspirar contra Somoza.

Para ingresar a la Guardia, Martínez tuvo que salir escondido de su casa para que su padre no lo detuviera. Salió con un machete en la mano, con cinco córdobas que le había robado a su madre Juana Ramírez y con el cuero de un venado. El machete lo mandó de regreso a su casa y aumentó el “capital” con que salió de su casa tras vender el cuero del venado.

Días después, su padre llegó a buscarlo a la Academia Militar, en Managua, pero Martínez le dijo que quería quedarse.

Al principio, en la Guardia no lo querían aceptar porque tenía un dedo lisiado. De joven un pariente le guiñó un machete que Martínez tenía en la mano y lo cortó un dedo. Pero el doctor de la Guardia lo examinó y dijo que estaba bien del dedo. Martínez recuerda como si fuera hoy cuando lo levantaban a las 5:00 de la mañana para bañarse. Eran 200 aspirantes y entraban de 10 en 10 a unos baños que habían dejado los marines que salieron del país en enero de 1933. Había un tubo con 10 pascones. Les daban cinco minutos para bañarse, pero en ese mismo tiempo tenían que aprovechar para lavar la ropa. “En realidad solo les quitábamos el sudor. Qué íbamos a estar bañándonos y lavando solo en cinco minutos”, recuerda Martínez.

Los entrenamientos eran duros. Y a pesar de que aprendió a usar diferentes rifles como el enfield, Martínez dice que nunca usó un arma para disparar contra alguien mientras fue guardia, porque siempre estuvo en el servicio a los Somoza, en la parte civil.


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A la presidencial

A sus casi 90 años de edad, Martínez luce fuerte. Mide cinco pies y 10 pulgadas de estatura. Se ve bien alto. Debido a ese porte, cuando se graduó en la Academia fue escogido en el primer pelotón, junto a otros recién graduados también altos, para servir en la Casa Presidencial. La escogencia la hizo el coronel Anastasio Somoza Debayle, hijo de Somoza García. “Somoza (Debayle) dijo: estos 10 van para donde mi papá. Ahí iba yo”, recuerda Martínez.

Desde entonces, Martínez veía todos los días a Somoza García. En cada gira que el presidente hacía, el entonces cabo Martínez lo acompañaba. Cuando llegó a la Casa Presidencial, Martínez siempre había creído que la misma estaba forrada con oro, pero no había tal. En cambio, se encontró con unos ladrillos que califica como “muy lindos”. “Conocí todos los rincones de esa casa”, dice.

“Somoza (García) era muy generoso. Platicaba con cualquiera. Iba a las haciendas y platicaba con los mozos. Le gustaba montarse en un caballo y comenzar a arriar las vacas, lazar los caballos. Una vez llegó a una de sus fincas, andaba a caballo y luego se bajó para comer. Alguien le puso una mesa portátil para que comiera, pero él prefirió sentarse en una piedra”, asegura Martínez.

En Casa Presidencial, Somoza García desayunaba en una mesa grande pero la comida era sencilla, afirma Martínez. Café, gallo pinto, tortillas, queso, huevos.

Lillian Somoza Debayle acomoda una flor en el saco de Eustaquio Martínez durante la boda de este último con Juana Solís Pérez. LA PRENSA/ CORTESÍA

El idioma inglés

Desde el Rincón del Diablo, Martínez llegó a Washington. Somoza García le había prometido que allí le iban a enseñar inglés. Pero no hubo tiempo para eso. Desde que llegó lo pusieron a barrer el frente de la residencia del embajador Sevilla Sacasa, donde habían unos árboles que botaban unas flores pequeñas y abundantes. Y después el ajetreo manejando. Había que llevar a los nueve hijos de la pareja Sevilla Somoza a diferentes escuelas. Luego, los mandados de la casa. Había veces que Martínez no tenía tiempo ni para comer.

“Todavía recuerdo a quien me enseñó las primeras palabras en inglés. Todavía no hablo bien este idioma. Llegar a Washington sin hablar inglés es lo más difícil que me ha pasado en la vida. A veces solo tomaba café y bebía jugo de naranja porque era lo único que sabía decir: coffee y orange juice. En ese tiempo, 1955, no había mucha gente que hablara español en Washington”, recuerda Martínez.

El sargento Martínez solo iba a estar dos años en Washington. Pero en 1956, Rigoberto López Pérez hirió mortalmente a Somoza García y todo cambió. “Recuerdo que yo estaba en el pantry y doña Salvadora llegó llorando donde mí. Yo no le dije nada, pero también me puse a llorar”, rememora Martínez.

Después del atentado contra Somoza García, que días después devino en su muerte, los Somoza enviaron a todos sus hijos, que estaban pequeños, a Washington, por seguridad, porque temían más atentados en contra de la familia. A Martínez le correspondió recibir a todos los niños en Washington, porque sus padres estaban en Nicaragua, atendiendo los funerales de Somoza García y los negocios de la familia.

Cuando los Sevilla Somoza regresaron a Washington, le dijeron a Martínez que hablarían con el nuevo presidente Luis Somoza para que lo dejara siempre en servicio en la embajada nicaragüense en Estados Unidos.

La boda de Eustaquio Martínez con Juana Solís Pérez, ambos en el centro. A la izquierda, el exembajador Guillermo Sevilla Sacasa y a la derecha su esposa Lillian Somoza, ambos ya fallecidos. LA PRENSA/ CORTESÍA

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El matrimonio

En Washington la vida era un poco monótona para Martínez. Había pocos hispanos y en una ocasión se juntaron para una fiesta. Allí Martínez conoció a una bonita joven de origen rivense y se enamoró de ella.

Juana Solís Pérez había nacido en Nancimí, Rivas, y trabajaba en Washington en la casa de Francisco Aguirre Baca, el padre del exembajador y encanciller Francisco Xavier Aguirre Sacasa.

Francisco Aguirre Baca y su hermano Horacio habían sido muy cercanos a Somoza García, pero estaban en el exilio desde 1947, porque habían apoyado a Leonardo Argüello cuando Somoza García derrocó a Argüello. Incluso, a los Aguirre Baca, a quienes se les conocía como los “panchitos”, se les había vinculado con un atentado para matar a Somoza García.

Cuando Juana Solís le dio el sí a Martínez, este último llegó donde Lillian Somoza a decirle:

—Tengo un problema.

—¿Y cómo qué es el problema?

—Me gusta una muchacha y me quiero casar con ella, pero trabaja donde Francisco Aguirre Baca.

—Ay pipito, si se llega a enterar Tachito.

Según Martínez, a pesar del problema existente, en Washington los Sevilla Somoza y los Aguirre Baca se saludaban. El problema era con Anastasio Somoza Debayle. En una ocasión en que este último llegó a Estados Unidos, le dijo a Martínez: Traeme todos los periódicos menos el Diario Las Américas. Este diario era propiedad de los hermanos Aguirre Baca. Somoza Debayle llegaba a veces a Washington para ir a saludar a unos amigos que habían estudiado con él en West Point y que en ese entonces eran congresistas.

Finalmente, Martínez se casó con Juana Solís y a la boda asistieron los Sevilla Somoza, todo el personal de la Embajada y hasta Salvadora Debayle, quien en ese momento ya estaba viuda y Lillian Somoza se la había llevado a vivir a Washington.

Eustaquio Martínez le manejó muchas veces a Anastasio Somoza Debayle cuando este llegaba a Washington, pero nunca hablaron del casamiento con Juana Solís, quien siguió trabajándole a Francisco Aguirre Baca.

Eustaquio Martínez mide cinco pies y diez pulgadas de altura. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

La caída del somocismo

Alguna vez Martínez escuchó al embajador Guillermo Sevilla Sacasa decirle a su cuñado Anastasio Somoza Debayle: “Dejá esa mierda (el poder) hombre y andate lejos. Después volvés y vas a ver que todo va a estar bien”. Pero Somoza Debayle no hizo caso.

Cuando los Sevilla Somoza vieron que era inminente la caída del régimen somocista, comenzaron a sacar todos los cuadros y algunas pertenencias de la residencia de la Embajada.

En aquella casa, recuerda Martínez, se comía sencillamente. Era muy cara la manutención de la misma y en alguna ocasión escuchó a Sevilla Sacasa decirle a su esposa que el presupuesto no ajustaba para pagar todos los gastos de la Embajada. Entonces, afirma Martínez, Lillian Somoza sacaba de su dinero para ajustar los gastos.

Casi al final de su trabajo en la Embajada, Martínez se dio cuenta de que los Somoza llevaban personal nicaragüense a la Embajada para pagarle menos. A él le pagaban 480 dólares al mes.

Al acercarse mayo de 1979, cuando se celebraba el Día de la Guardia Nacional, el 27, a Martínez le dijeron que lo ascendían de teniente primero a capitán y le subieron el salario. Al mes siguiente le dieron el retiro de la Guardia. En ese mismo mes de junio le llegó el salario aumentado. Y ya en julio, con el triunfo de los sandinistas, no le volvió a salir ningún otro cheque. Perdió hasta la pensión de retiro.

Eustaquio Martínez le trabajó 32 años a los Somoza. En esta imagen aparece en la residencia de la embajada de Nicaragua en Estados Unidos. LA PRENSA/ CORTESÍA

Las limusinas

Eustaquio Martínez vive hoy en Silver Spring, Maryland, cerca de Washington DC. Tiene dos hijos con su esposa, y dos nietas. Pero cuando en 1955 salió de Nicaragua había tenido una hija, a quien le correspondía cuidar y se la llevó a Estados Unidos porque la mamá desapareció. En total, también tiene seis bisnietos y cuatro tataranietos. Todos viven cerca de él en Estados Unidos.

Para sobrevivir luego de salir de la Embajada de Nicaragua en Washington, el primero de septiembre de 1979 comenzó a trabajar como chofer de limusinas en una compañía privada. Entre muchas personalidades, le manejó a Cantinflas, a Antonio Aguilar y a Juan Gabriel. Quien mejor lo trató fue Antonio Aguilar. Con Cantinflas apenas se saludó. Juan Gabriel fue amable.

62 años después de haber llegado a Estados Unidos, dice que todavía no habla bien el inglés. Y si volviera a nacer, volvería a trabajar con los Somoza. “Lillian Somoza era brava, pero era bien buena, no me quejo de ella”, expresa el capitán en retiro Martínez, a quien nunca le gustó el nombre de Eustaquio pero sí añora su Rincón del Diablo, de donde salió en 1947 para llegar a ser uno de los hombres de mayor confianza de los Somoza, en total fueron 32 años de lealtad al somocismo, y darse los mejores lujos desde la Embajada de Nicaragua en Estados Unidos. Era tanta la confianza que le prodigaron los Somoza, que Salvadora Debayle Sacasa afirmaba que ellos criaron a Martínez.

La mentira más grande sobre los Somoza

Eustaquio Martínez conoció bien de cerca a los Somoza y dice que la mentira más grande que se ha dicho sobre esa familia dinástica es que Luis Somoza era más bueno que su hermano Anastasio.
Martínez dice que Anastasio Somoza Debayle le decía a la gente sí, si era sí y no si era no. En cambio, Luis Somoza siempre decía que sí aunque no siempre cumplía lo que prometía.
De Hope Portocarrero dice que era mujer muy simpática pero muy seria. Y de Isabel Urcuyo, la esposa de Luis Somoza, dice que también era seria pero más entrada a hablar con los demás.

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COMENTARIOS

  1. Mayordomo? Butler?
    Hace 7 años

    El era lo que llamamos un chofer con otras resonsabilidades ademas de manejar a los Somozas.

  2. Tati Diaz
    Hace 7 años

    Tan buenos los Somoza. Torturaron a cientos, robaron a miles, se hicieron de tierras de mis familiares, asesinaron a mujeres, niños y ancianos. A pero que buenos eran. La clase media crecio porque los Somoza fueron un titeres perversos. Manipuladores, sociopatas que aún hoy en dia hacen lograr a los de mente pobre que en realidad hicieron bien por el país. Los que lo defienden o son puramente ignorantes iletrados o viejos ricachones que robaron a su lado defendidos por una guardia nacional que todo el mundo conocen como hitleriana. Lean antes de hablar. Si la corupcion de la dictadura Somociana no hubiera habido revolucion. Ejemplo de eso es la paz costarricense donde nunca se ha vivido el terror de un dictador nefasto. El peor dictador en la historia Latinoamericana.

    1. Sergio Davila
      Hace 7 años

      No se que edad tenes o que tipo de sandinista seras, pero me gustaria pedirte que me demuestres aunque sea una cosa que los Somoza hayan confiscado, porque yo con gusto de presento miles de casos de las confiscaciones de los sandinocomunistas en los 80’s y su posterior robo descarado con la piñata de los 90’s cuando los sacaron del poder por la via de una eleccion legal y transparente.

    2. Julio Diaz
      Hace 7 años

      Los mas ladrones de la Historia de Nicaragua,los piñateros,asesinos y represores delde. La libertad del Pueblo nic….Somoza.queda.pálido a la par.de ellos…

    3. elgavilansegoviano
      Hace 7 años

      ……El peor Dictador en la Historia de Latinoamerica se llamava Fidel Castro que fue dictador totalitario por aproximadamente 58 anos, e inclusive, su hermano Raul Castro hoy en dia sigue la Dictadura Comunista Totalitaria de los Castros en Cuba, Venezuela y Nicaragua!!,…

  3. Mario Culto
    Hace 7 años

    La unica diferencia que puedo observar entre aquella epoca y esta, es que los mayordomos generalmente provenían de gente de origen campesino, ahora los agarran de la Asamblea Nacional o del Cosep.

  4. El Leones
    Hace 7 años

    Los 3 Somozas originales (Somoza-Garcia y sus dos hijos Luis y Tachito Somoza) eran tranquilos. Si les pedías un favor ya te lo concedían por muy inalcanzable que pareciera el favor y aunque nunca te hubieran visto en sus vidas. La generación nacida de 1920 a 1950 los quería mucho porque estas generaciones habían sufrido mucha pobreza y cuando Somoza-Garcia toma las riendas convierte a Nicaragua en el pais más rico de la América Central al crear una clase media fuerte, modelada en la de los Estados Unidos donde el había estudiado y graduado de contador.

  5. Pepe Turcon
    Hace 7 años

    Los #Somoza con todo y todo resultaron ser de lo mejor sucedido en #Nicaragua

  6. el carolingio
    Hace 7 años

    Este Sr. se sintio bendecido por haber trabajado a los Somoza, su pobreza y educacion fatalmente condicionada por los corruptos politicos asi los habia obligado a tal sumision. El presento cuadro politico y situacion actual de Nicaragua no esta lejos de esas mismas calificaciones.

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