El caso de los “ataques a la salud” padecidos por diplomáticos estadounidenses en La Habana hace tambalear un acercamiento diplomático, ya frágiles por una administración Trump que no cesa de endurecer su tono hacia Cuba.
Frente a las rejas de la embajada de Estados Unidos en La Habana, donde las actividades consulares fueron suspendidas por tiempo indefinido desde la semana pasada, pequeños grupos de cubanos que optan por visas esperan largas horas para conocer cuál será su suerte.
“Ni siquiera sabemos si van a abrir, no tenemos información. Incluso las personas que tienen citas no saben qué está pasando”, explica desilusionado Luis Rolando Cabriada, un joven de 28 años que hace seis meses comenzó los trámites para reunirse con su madre, que vive en Florida.
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La semana pasada, Washington suspendió indefinidamente el otorgamiento de visas en Cuba y retiró “más de la mitad” del personal de su embajada en La Habana, debido a los riesgos que está corriendo su personal destacado en la isla.
En el centro de las tensiones están los ataques “dirigidos” que causaron a 22 diplomáticos estadounidenses pérdida de audición, mareos, dolores de cabeza y problemas cognitivos, de equilibrio o trastornos del sueño. Según Washington, los hechos se registraron entre fines de 2016 y agosto pasado en residencias diplomáticas y hoteles frecuentados por los estadounidenses.
Estados Unidos expulsa a funcionarios
Por el momento no se han establecido las circunstancias ni las responsabilidades de estos ataques, pero este asunto pone en peligro las relaciones bilaterales, ya socavadas por el endurecimiento impuesto por Donald Trump.
La Habana lamentó este martes “el deterioro presente y probablemente futuro de las relaciones bilaterales” como consecuencia de este tema. Washington acaba de anunciar la expulsión de 15 diplomáticos cubanos a raíz de la reducción del personal de su embajada en La Habana, reabierta en agosto de 2015.
Christopher Sabatini, de la Universidad de Columbia, en Nueva York, se declara sorprendido por el retiro del personal diplomático estadounidense, una “medida (…) que no tiene una lógica diplomática, porque no sabemos el origen de los ataques”.
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“Alguien quiere dañar las relaciones entre los dos países y lo logra”, añadió el experto.
Para Paul Webster, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Boston, “la era del compromiso constructivo ha sido reemplazada por otra fase, en la que el gobierno cubano es visto como hostil”.
Webster, exembajador británico en Cuba, subraya que en su reciente discurso ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Trump calificó al gobierno cubano como “corrupto y desestabilizador”.
Presiones en Washington
Autorizado a enviar a la isla investigadores del FBI, Washington se ha abstenido por ahora de acusar directamente al gobierno cubano, pero la investigación no avanza y La Habana es considerada responsable de la seguridad de estos diplomáticos.
“A pesar de que el FBI no ha publicado resultados a este efecto, las explicaciones cubanas de los ataques no han sido convincentes”, indica Webster.
Alegando la “incapacidad de Cuba” para proteger a los diplomáticos estadounidenses, el Departamento de Estado pasó a la ofensiva, alentado por varios congresistas, entre ellos el senador republicano por Florida, Marco Rubio, inspirador del endurecimiento adoptado por Washington hacia La Habana.
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En respuesta, Cuba fustigó medidas que “tienen un carácter eminentemente político”, tomadas “sin evidencia”, y advirtió a su antiguo enemigo de la Guerra Fría sobre “escalada indeseada”.
“El episodio, escapado de los libros de la Guerra Fría, alerta sobre cuán frágil son los avances logrados bajo la administración Obama en el camino de la normalización diplomática entre Cuba y Estados Unidos”, advierte el experto cubano Arturo López-Levy, profesor en la Universidad de Texas Valle del Río Grande.
Al límite
El académico cubano Esteban Morales considera que estas decisiones “van a complicar todo el proceso migratorio” entre los dos países, con consecuencias inevitables sobre la reunificación familiar, principalmente en Florida, donde viven unos dos millones de cubanos o descendientes.
Sin embargo, los nexos se mantienen y pocos observadores anticipan una ruptura, subrayando que los dos países siguen expresando su voluntad de cooperar.
“No creo que lo lleven hasta el límite de romper las relaciones bilaterales. Van a dejar un cierto marco (…) pero van a convertir la embajada en una entelequia”, estima Morales.
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Webster ve un motivo de esperanza en el hecho de que la administración Trump “aún no ha vuelto sobre las medidas de Obama”, que aliviaron el embargo contra la isla, como prometió en junio pasado en Miami.
Por su parte, Sabatini señala que hasta ahora los dos países demostraron “cierta madurez” en la ausencia de invectivas y en el mantenimiento de la cooperación, pero “vamos a ver lo que encuentran en las investigaciones”.