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Álvaro Taboada Terán

Otra perla de don Evo

La condena de Evo Morales contra el imperio romano por sus “pasadas agresiones a los pueblos originarios sudamericanos” resulta inolvidable. Don Evo sabe lo que habla y además distingue los imperios buenos (a su ilustre parecer lo fue el soviético y lo es la escalada anexionista putinesca), de los imperios malos como el romano o el norteamericano. Morales, recientemente, en su magisterial discurso en la septuagésima segunda asamblea general de la ONU soltó otra perla: “La división de poderes estatales es una invención norteamericana”, pero cabe recordar que la odiada y anti-incaica república romana ya practicaba una forma de división de poderes políticos que fue base del período más ejemplarizante de la historia de Roma. Polibio —griego de nacimiento— afirmaba que la fortaleza de la república descansaba en su Constitución, una combinación de aristocracia, democracia, y monarquía pues distribuía los poderes entre el Senado, la Asamblea (que fue tomando diversas formas y nombres, evolucionando con los siglos), y el Consulado, que equivaldría a grosso modo al poder ejecutivo.  Con la decadencia de las instituciones murió la República.

La Roma republicana es un ejemplo de la extraordinaria importancia de la división de poderes y de las nefastas consecuencias de la concentración del mismo en las manos de déspotas o de redentores espurios.

Montesquieu (el que mejor definió en su tiempo el tema de la división de poderes, e iluminó a los padres fundadores de los Estados Unidos) se inspiró en la república romana y en las instituciones inglesas que ya practicaban (con el parlamentarismo) su propia forma de limitar el poder del Estado sobre los ciudadanos. Con la Revolución Norteamericana de 1776 y con su sistema presidencial nació la más clara formulación y la más exitosa práctica de la división de los poderes del Estado. Más allá del disparate  de don Evo sobre el tema, lo que importa es su propósito.

En sus peligrosas fantasías, don Evo y comparsa sueñan con un sistema político que revivirá el paraíso perdido, igualitario y pacífico, del incario y de otras culturas pre-hispánicas. El “pequeño” problema de este planteamiento es que (sin demeritar las cualidades que alcanzaron aquellas culturas de una parte de nuestros antepasados), no existió ni igualitarismo, ni paz en ninguna de ellas. La jerarquización de las sociedades más avanzadas (maya, azteca, inca y otras), sus continuas guerras (usualmente expansionistas) están irrebatiblemente confirmadas por la historia, la arqueología, por los códices y los monumentos originarios.

Las tesis contrarias son farsa política. Lo evidente es que el poder de los incas y los tatloanis fue total y por aquel pareciera suspirar don Evo cuando ataca la división de los poderes y repite  constantemente que “lo político [el poder] prima sobre el Derecho”.

Debe reconocerse que, hasta hoy, las actuaciones de Morales y del MAS han sido bastante prudentes y pragmáticas, en fuerte contraste con el caos de sus mentores chavistas. El MAS promueve las formas comunitarias (sobre todo en el campo) y si son voluntarias y libres podrían contribuir al desarrollo social de Bolivia, adecuando racionalmente aquella tradición pre-hispánica al contexto social moderno. Pero el sistema entero puede fracasar si don Evo insiste en su caciquismo (va por otra reelección a pesar de que un referendo ya la rechazó), su odio a lo occidental, su falta de entendimiento de la naturaleza e importancia del Derecho y de las instituciones democráticas, por las cuales accedió cívicamente a la presidencia donde, incaicamente, aspira perpetuarse.

El autor es doctor en Estudios Internacionales y fue embajador en El Ecuador.

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