La noche del 9 de junio del 2016, los pobladores de Puerto Morazán, Chinandega, sintieron como la tierra se movió debajo de sus pies. A más de un año del evento, las construcciones se han convertido en uno de los principales riesgo en la ciudad y han aumentado la vulnerabilidad de las familias que habitan esos lugares.
El sismo registrado de magnitud 6.1 grados en la escala de Richter y localizado a 18 kilómetros al noreste de Puerto Morazán y a una profundidad de cinco kilómetros, según el Gobierno provocó afectaciones en los techos de las viviendas.
Abdel García, oficial de cambio climático del Centro Humboldt, estuvo en el lugar y evidenció que en la zona, no solo hubo afectaciones en Puerto Morazán, sino en otras localidades.
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El problema, según García, es que de esta experiencia se puede extrapolar que otros territorios presentan las mismas condiciones de vulnerabilidad en términos de construcciones, lo que incluye la calidad de los materiales, sostuvo.
García explicó que en el caso de Chinandega la gente volvió a construir sobre las estructuras que fueron afectadas por el sismo, lo cual maximiza el riesgo al que están expuestos si se repite un evento similar.
Esto también abarca a las cabeceras departamentales del país, donde persistente estructurales similares. Asimismo, se evidenció la ausencia del seguimiento por parte de las autoridades, tiempo después del desastre.
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simulacros nacionales desarrolla el Gobierno al año, tomando en consideración las múltiples amenazas que persisten en correspondencia con las condiciones de los territorios.