Tras más de 48 horas de lluvias intensas, la ciudad estaba incomunicada en varias zonas por fuertes corrientes de ríos y cauces desbordados y por enormes árboles caídos sobre casas, patios y vías, que fueron despejadas arduamente por pequeñas brigadas de trabajadores estatales que con motosierras de combustible trozaban ramas y troncos para permitir el tráfico varado en las carreteras.
Nunca antes el ensordecedor ruido de las motosierras había sido tan importante en Rivas: fueron necesarias decenas de estas máquinas para despejar las vías de este departamento y sus municipios.
A las delegaciones de trabajadores del Estado se sumaban vecinos y curiosos que con hachas y machetes hacían, literalmente, leña del árbol caído.
Desde Ochomogo hasta la frontera Sur, la carretera Panamericana Sur estaba bloqueada en diferentes trechos por árboles caídos y corrientes que desbordaban las vías.
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Al amanecer de este viernes 6 de octubre, los daños en la ciudad de Rivas eran visibles: calles destruidas por corrientes, muros caídos, postes de tendido eléctrico averiados, el comercio local apagado, decenas de barrios y comunidades sin agua y energía, y más de 450 casas afectadas.
Sin reportes oficiales
Las autoridades municipales no han dado reportes oficiales, pero funcionarios locales filtran datos a medios oficialistas que los comparten en redes sociales, pero ante el evidente daño gráfico, cualquier dato resulta pequeño.
El municipio turístico de San Juan del Sur es un ejemplo claro y triste de que no es necesario obtener un dato oficial para graficar los daños: lanchas y restaurantes costeros arrasados por los oleajes y vientos que dejaron las lluvias de los últimos días.
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De extremo a extremo, la costa en forma de medialuna de la bahía, está sembrada de naves destruidas y edificios averiados.
Yates de lujo, barcos pesqueros de diferente calado, pangas y pequeños botes de motores fuera de borda, fueron arrojados contra los acantilados del malecón, contra los muros que sirven de bases a muchos negocios y contras los bares y restaurantes asentados en la costa.
Daños de naves
Aunque extraoficialmente se habla de hasta 30 naves averiadas y dos pescadores desaparecidos, no hubo autoridad que confirmara el dato a LA PRENSA, pero sí era evidente que el daño económico a este puerto turístico era altísimo.
Frente a las costas golpeadas y llenas de trozos de lanchas, aperos de pesca y utileria de restaurantes, el mar seguía bravo y se veían volcadas varias naves mecidas violentamente por las olas de colores bermejos, nada comparadas con el tradicional color azul turquesa de la bahía.
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Turistas, curiosos, pescadores, vecinos, agentes de seguro, autoridades y medios de comunicación recorrían la costa en busca de noticias y hechos.
Algunos turistas recogieron sus maletas la noche anterior y esta mañana y otros, atrevidos, quisieron surfear aprovechando el encabronamiento de las olas, pero la Policía impidió tal imprudencia, ya que las olas aún rugían amenazantes y llenas de furia natural.