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lucha
Guillermo Cortés Domínguez

La lucha le pertenece a los pueblos

No simpatizo con que los Estados Unidos (EE.UU.) intenten “resolver” nuestros problemas políticos, por la cultura imperial y el pasado intervencionista de este país, lo cual evoca a su contraparte: una tradición muy vergonzosa, por entreguista, de políticos como Adolfo Díaz, Emiliano Chamorro y Anastasio Somoza García, paradigmas de la servidumbre a intereses extranjeros y de la venta de la patria.

Muchos nicaragüenses están conscientes del autoritarismo de la familia Ortega-Murillo en el poder, de su profunda corrupción, de su extendido nepotismo y de sus constantes violaciones a los derechos humanos, por lo que urge desembarazarnos de modo pacífico de este régimen que nos limita y perjudica, pero debe ser con base en el desarrollo de nuestra conciencia y capacidad organizativa y movilizativa y de lucha en general.

Lo que no sabemos o no podemos defender o conquistar con nuestro esfuerzo en la calle, no nos debe llegar por una vía ajena, menos por un país que se ha caracterizado por quitar y poner gobiernos en Centroamérica y toda América Latina, que ha montado cruentos golpes de Estado, que ha asesinado, que ha conspirado y que ha intervenido política y militarmente en nuestra región en nombre de la “democracia”.

Algunos recordarán que el inigualmente honesto padre Fernando Cardenal en 1976 denunció  en el Conpuegreso de EE.UU la represión de la dictadura somocista, especialmente al campesinado. No fue a pedir leyes contra Somoza y el país. El contexto de su denuncia fue el de un importante avance de la conciencia política del pueblo nicaragüense y en vísperas del inicio de la generalización de la lucha armada con los ataques militares del FSLN a cuarteles de la Guardia Nacional en octubre de 1977.

Los pueblos en lucha requieren solidaridad internacional, una lucha que debe tener expresiones concretas. Como muchos, descarto la vía militar, porque es una locura, es una tragedia, como lo sufrimos con dramática intensidad dos veces seguidas en los años setenta y ochenta; y la vía cívica, la expresión popular consciente y organizada en las calles de las ciudades y en las comarcas del campo, en todo el país, es incipiente.

A un estado de desarrollo de la lucha de los pueblos corresponde un nivel de apoyo internacional, de la gente,

organizaciones sociales e incluso gobiernos, como ocurrió con el enfrentamiento contra la dictadura de Somoza. Y en nuestro país solo hay señales esporádicas y mínimas, de esa lucha. Estamos en una situación de pasividad, de reflujo social, de una adversa correlación de fuerzas, pero que, inexorablemente, en algún momento cambiará a favor de la libertad, la justicia social y la democracia.

Más temprano que tarde llegará ese punto de inflexión que marcará la etapa de ascenso de la lucha popular, con base en la construcción de un tejido organizativo social que parta del estrecho vínculo de determinadas organizaciones populares con las necesidades más sentidas de la gente, como la defensa de su tierra ante la amenaza de confiscación para la construcción de un proyecto vendepatria como el canal interoceánico; ante el empuje depredador de la minería extractivista que todo lo contamina y todo lo destruye; o frente a la desprotección a sus derechos básicos de sectores de la población.

Nicaragua tendrá un sistema electoral confiable para todos y elecciones libres, podrá haber alternancia en el poder, se eliminará de nuevo la reelección presidencial que tanto daño nos ha causado, se fortalecerá la justicia social mediante un sistema fiscal progresivo y fuertes inversiones en salud y educación, se combatirá la corrupción en todas sus formas y se promoverá una genuina independencia entre los poderes del Estado, por ejemplo. Pero nada de esto nos lo entregará un gobierno extranjero. Todo será conquistado por la indoblegable voluntad popular.

La “Nica Act”, que ahora poco o nada hará en relación a los préstamos que solicite Nicaragua en los organismos multilaterales porque una buena parte ya está contratada por varios años y porque EE.UU. ha perdido el poder de veto; quizá podrá poner cierta presión en cuanto a desnudar la corrupción de la camarilla en el poder y desestimular alguna inversión privada extranjera, lo que afectaría al país en su conjunto; pero los cambios de fondo que necesita Nicaragua solo se lograrán con la lucha popular organizada.

El autor es periodista.

Opinión Lucha pueblos archivo
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