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templos vivos, Dios, Jesús, Iglesia Católica
Óscar Chavarría

No pierdo la esperanza

Uno en el camino de la vida quiere que todo le salga bien, pero no siempre resulta así. Estamos muchas veces llenos de desilusiones y desengaños, fruto de esperanzas frustradas. Son muchos los pueblos que han visto sus esperanzas frustradas a través de sus dirigentes en quienes pusieron todas las ilusiones y confianza de que iban a mejorar sus vidas y su país, y fue todo lo contrario.

Son muchos los jóvenes, que por naturaleza son soñadores, los que hoy viven desilusionados y hasta decepcionados de la misma vida. Esperaban encontrar trabajo, terminados sus estudios, y la sociedad les tranca sus puertas.

Son muchos los esposos que han soñado en un bello hogar, pero la realidad les ha llevado a la experiencia de todo lo contrario.

Son muchos los padres de familia y los viejitos que hicieron todo lo posible por darles lo mejor a sus hijos esperando encontrar en ellos el apoyo y la fortaleza en su vejez, y lo que encuentran es el abandono y el olvido.

Son muchas las personas que con toda ilusión se han dado a los demás, se han entregado a hacer todo el bien posible, y luego han encontrado como única paga el egoísmo de aquellos por quienes siempre se dieron generosamente.

La vida lleva consigo muchas desilusiones y desengaños, a más expectativas, más decepciones, Job decía: “Esperaba dicha y llegó la desgracia; esperaba luz y vino la oscuridad” (Job 30,26).

Dios también ha sufrido y sigue sufriendo desengaños y decepciones de parte de nosotros, los hombres: nos hizo lo más bello que había salido de sus manos y nosotros nos corrompimos y destrozamos su obra.

Eligió un pueblo para preparar el camino de la salvación, y el pueblo no le respondió. Nos trató con un cariño especial, como la “viña de sus amores”, como nos dice el profeta Isaías; pero, en vez de darle uvas dulces, le dimos uvas “amargas” (Is. 5,4).

Jesús, en su entrada a Jerusalén, lloró sobre la ciudad y le dijo: “Jerusalén, Jerusalén ¡cuántas veces quise cobijarte como la gallina cobija a sus polluelos y no lo has querido!” (Mt. 23,37).

Para expresar esta situación Jesús dice a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo judío una parábola muy dura que es la expresión viva de la decepción por las esperanzas frustradas del Padre Dios: Esperaba que su pueblo diera buenos frutos y lo único que encontró fue el asesinato hasta de su propio Hijo. (Mt. 21,37-42).

La vida tiene muchos sinsabores, muchas decepciones, muchos desengaños. Hay personas que ante las constantes decepciones que sufre, se cansa, se desengaña de todo y de todos, y “tira la toalla”. Se han dejado vencer ante las esperanzas frustradas y ante los desengaños de la vida. Pero los grandes hombres nunca se han echado atrás por estas circunstancias adversas. La historia no la hacen quienes tiran la toalla.

Abraham, nos dice la Sagrada Escritura, a pesar de todo y por encima de todo, siguió “esperando contra toda esperanza” (Rom. 4,18).

Dios, por encima de todo y de todos, nos amó tanto que no solo no “tiró la toalla”, sino que nos dio a su mismo Hijo (Jn. 3,16) para que tuviéramos vida y vida abundante (Jn. 10,10).

La vida conlleva muchas contradicciones y muchos desengaños; pero lo que nunca debemos es echar por tierra toda esperanza. Hay momentos en la vida muy difíciles, en los que nos sentimos impotentes de superarlos y con ganas de tirar la toalla; pero lo nuestro, si amamos la vida de verdad, es luchar sin descanso, conscientes de que más tarde o más temprano nos va a llegar un nuevo amanecer. Podríamos entonces decir que aunque nos sintamos impotentes a veces, no perdamos jamás la esperanza.

El autor es sacerdote.

Opinión Dios esperanza archivo
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