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Nasere Habed López

Solidaridad y desastres

La solidaridad es un valor humano fundamental. Es una cualidad del espíritu que honra y enaltece al ser humano. “La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y permanente de empeñarse por el bien común, es decir por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos realmente responsables de todos” (Juan Pablo II).

Solidaridad es sinónimo de apoyo, ayuda, protección, a quienes necesitan de nosotros. Solidaridad es la fuerza interna que nos mueve a hacer considerados y brindar ayuda a los demás, sin esperar nada a cambio. Lo opuesto a solidaridad es egoísmo, insensibilidad, indiferencia ante el sufrimiento y el dolor ajenos.

La solidaridad asume diferentes grados, que van desde la capacidad para sentir como propias las penurias ajenas (empatía), hasta la sensibilidad para responder con generosidad, cuando haya que extender una mano amiga a quien lo necesite.

La solidaridad es un valor esencial frente a las calamidades que requieren del concurso colectivo para enfrentarlas, como es el caso del desastre que está viviendo Nicaragua como consecuencia de la tormenta Nate, los vientos huracanados, lluvias torrenciales, crecida de ríos y las inundaciones, que tanto dolor y duelo han causado a la población nicaragüense, especialmente a los más pobres y desvalidos.

La base esencial de la solidaridad es el amor al prójimo. El amor nos induce a identificarnos con los demás, compartir lo propio para aliviar la angustia de quienes necesitan protección y ayuda. La raíz de la solidaridad es el precepto cristiano de “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.

La solidaridad frente a los desastres naturales no se reduce o limita al apoyo que podemos ofrecer a los demás después de un siniestro. Va más allá, incluye también todo lo que podemos y debemos hacer para prevenir, evitar o paliar los daños que pueden ocasionar esos eventos de la naturaleza.

Solidaridad humana frente a los desastres naturales es cumplir y controlar el cumplimiento de las normas de seguridad que regulan la construcción de viviendas, muros, puentes, carreteras, cauces. Es revisar las estrategias de protección ambiental, evitar el despale y la deforestación; es no botar basura en los cauces; es ser prudente con la extracción de arena y piedra de la ladera de los cerros; es todo lo que da seguridad y contribuye a prevenir y atenuar los daños que pueden ocasionar los eventos de la naturaleza.

La solidaridad humana se cultiva y desarrolla a través de la educación. No somos solidarios por naturaleza. Aprendemos a ser solidarios a través de la enseñanza que recibimos del hogar, la escuela, la iglesia y los medios de información social.

Educar en el valor moral de la solidaridad es tarea compleja pero necesaria, especialmente para nosotros, los nicaragüenses, que, entre otros males, estamos expuestos a catástrofes naturales que causen grandes destrozos materiales, muerte y sufrimiento, especialmente en los sectores sociales más pobres.

El autor es catedrático, Psicólogo, Doctor Honoris Causa de la UNAN, Orden Mariano Fiallos Gil, del Consejo Nacional de Universidades.   

Opinión Desastres solidaridad archivo
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