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Nora Habed Lobos

Cuando no basta la solidaridad

El pueblo nicaragüense se caracteriza por ser solidario, sobre todo en momentos de desgracias como los que estamos viviendo. Como sucede generalmente, los más golpeados son los pobres que esperan las ayudas de primeras necesidades: alimentos y agua, ropa, un techo donde dormir. La solidaridad se nota y es admirable el servicio de los Bomberos, Policía, sociedad civil. Llegarán también las ayudas a través de la Cruz Roja Internacional, Caritas y otros organismos, así como de gente sencilla que pasa anónima en estos gestos de hermandad.

Pero no basta la solidaridad. Es momento de reflexionar que los desastres no son tan “naturales” ya que estos se pueden prever para mitigar sus consecuencias. Naturales son las amenazas y los riesgos que estos sucedan y tenemos que aprender a conocer el territorio donde vivimos para estar preparados a enfrentar estos riesgos.

Nuestro país está en una zona de amenazas naturales como los terremotos, erupción de volcanes, maremotos, sequías, tormentas tropicales. Son naturales porque esa es nuestra configuración geográfica que hace también apreciar la belleza del país. Lo que no es natural es que sabiendo que estamos donde estamos, no tomemos las medidas para evitar que suceda lo que sucede.

Las sequías en Nicaragua son periódicas porque nos encontramos en el corredor seco, que afecta un tercio del país sujeto al fenómeno océano-atmosférico El Niño, debido al movimiento de los vientos en el Océano Pacífico que cambian dirección y soplan en dirección contraria, es decir, de Este a Oeste, creando diferencias de temperaturas más calientes. El fenómeno es más complejo pero esencialmente los efectos se repercuten en la presentación de las sequías que ocurren cada 2-7 años. No somos afectados solo nosotros, sino las zonas que reúnen estas condiciones y se encuentran en esta parte del Océano.

Las sequías existen y existirán porque esa es nuestra configuración. La última sequía del 2013-2016 fue una de las más fuertes en los últimos 136 años de la historia de Nicaragua según las declaraciones que dio el año pasado un funcionario del Centro Humboldt. Los huracanes y temporales siguen esta misma línea de la zona geográfica donde estamos ubicados siendo octubre el mes más crítico.

De la misma manera, es la historia de los terremotos según como resulta de la página web de Ineter, que empieza a reportarla a partir del 1528 con la destrucción de León Viejo (primera capital). Es decir, tenemos registros de los terremotos en nuestra historia, así como la memoria de los efectos de estos fenómenos que se han transformado en desastres en nuestro país.

La forma más eficaz de crear solidaridad, es darle a nuestro pueblo una mejor preparación para prevenir o al menos mitigar, las condiciones de riesgo en que vivimos, darle conocimientos y estrategias sobre cómo enfrentar estas amenazas, cómo buscar alternativas a los cultivos en las zonas de sequía, dónde encontrar zonas habitables seguras previstas por planes territoriales acordados por leyes que impiden construcciones de futuros riesgo. Igualmente, crear una cultura de la solidaridad que verdaderamente sepa como intervenir. Si no, seguimos viviendo en una cultura de la pobreza que interviene cuando ya los daños están hechos.

Lamentablemente, estos daños no son solo humanos y físicos en sus infraestructuras, sino también repercute en la salud mental que es aún más invisibilizada ya que las heridas emocionales no se ven pero se manifiestan en las condiciones de riesgo que aumentan en la composición familiar, falta de trabajo, migración, alcoholismo, violencia, entrando en un círculo vicioso donde los pobres permanecen aún más pobres en estas condiciones de vulnerabilidad.

El pueblo de Nicaragua se merece algo más.

La autora es doctor en Psicología

Opinión Nicaragua solidaridad archivo
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