La presencia de la OEA en la persona de Wilfredo Penco en las “elecciones” municipales muestra el juego de poder que se está desarrollando de forma inadvertida en Nicaragua, por un lado, entre el grupo del Alba y Rusia y, por el otro, entre los Estados Unidos y sus aliados en Latinoamérica que defienden la democracia representativa.
Penco pareciera representar la personificación de la doblada de brazo por parte de Ortega y sus socios del Alba a la Organización de Estados Americanos, OEA; a tal punto que da la sensación que se está trasladando las contradicciones no solo entre los regímenes democráticos y autoritarios, sino también, entre la izquierda moderada y la radical, agrupada en el Foro de Sao Paulo, al seno de la OEA; lo que de alguna manera explica el supuesto comportamiento “esquizoide” de la OEA y del propio Almagro.
Si bien es cierto Luis Almagro representa a la izquierda moderada, este comulga con los valores democráticos promovidos por Washington, establecidos en la Carta Democrática. Aunque la prioridad para ambos se centra en Venezuela, a Nicaragua se le asocia con este país. Es posible que Almagro esté siendo “complaciente en dejar pasar” las irregularidades en el proceso “electoral” con el propósito de acumular pruebas y para remate manda a Penco, cuya afinidad ideológica es cercana a Daniel Ortega. Sin embargo, esta vez Penco viene en representación de la OEA y con expertos electorales de ese organismo que estarán en los territorios, con lo cual le será difícil manipular la información.
La estrategia de los Estados Unidos, compartida por Almagro, es erosionar el socialismo del siglo XXI. Es por ello que Almagro asume diferentes tácticas; mientras en Venezuela su actitud es frontal, exigiendo la salida de Maduro; en Nicaragua aparenta acatar la voluntad de Ortega pasando por alto algunos acuerdos del Memorándum de Entendimiento.
Ortega comete un error menospreciando a Almagro, pues este se podría convertir en su caballo de Troya. Almagro tendrá información de primera mano para demostrar que Ortega no está dispuesto a ceder un ápice ni en las “elecciones” municipales ni en las presidenciales del 2021. Esta información será de utilidad para los representantes y senadores del Congreso de los Estados Unidos para justificar la aprobación del Nica Act.
A esto se suma el respaldo de Ortega a Maduro, la presencia cada vez más activa de Rusia en Nicaragua y los vínculos con la FARC, ahora que esta organización será un partido político y cuya fortuna, obtenida a través del narcotráfico y los secuestros, será clave para conquistar el poder en Colombia, de lograrlo, los Estados Unidos verán a Colombia, Cuba, Nicaragua y Venezuela como una amenaza a su seguridad nacional.
Ortega está empecinado en cerrar los espacios para la alternabilidad en el poder, y no se da cuenta que con ello está atentando a mediano plazo, con su propia sobrevivencia política y económica, al llevar a Nicaragua a un enfrentamiento con los Estados Unidos.
En el discurso que el presidente Trump pronunciara recientemente en las Naciones Unidas, en las líneas dedicadas a Nicaragua puso en primer lugar la democracia por encima de la seguridad. De hecho ambos conceptos deberían ser indisociables a los intereses vitales de los Estados Unidos. Este es un mensaje para Ortega, de que están tomando nota.
Así como Ortega comprendió que una alianza con la empresa privada trae frutos positivos, sería bueno que pensase que una apertura hacia la democracia fortalecería las relaciones con los Estados Unidos, pero sobre todo generaría un mayor entendimiento, estabilidad y prosperidad para todos los nicaragüenses.
El autor es sociólogo.
