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Joaquín Absalón Pastora

El joven sucesor

Se abren las alas permeables de la sucesión originadas por el fundador de la dinastía Kim Il Sung, el abuelo supremo de Corea del Norte. Ha surgido el perfil redondo de Kim Jong Un, el joven sobre cuya espalda —según la imaginación— cae el peso fulminante de un cohete. Heredero del poder desde 2011 es comparado prematuramente con el dúo infernal de Adolfo Hitler y José Stalin. Semejante parangón se basa en las amenazas que ha vertido a través de una extrovertida neurosis con capacidad de repetir o superar tragedias como las de Hiroshima en territorio de Estados Unidos.

Su constante aparición en el mundo conmovido por la terquedad de sus manos, aunque de los labios haya una imponente lejanía con la consumación, me hizo recordar los 45 días que estuve en Corea del Norte, experiencia vivida que me invitó a escribir el libro Al otro lado del planeta, en cuyas páginas aparecen las estrategias previstas desde que el dictador inaugural en lo que nominalmente fue república, se convirtió en una real monarquía.

Llegué a Corea con los ojos desmesuradamente abiertos para palpar lo que era del conocimiento por la vía cinematográfica. Llegué en abril de 1987 en ocasión en que se celebraban los lauros natalicios de Kim Il Sung: los 75 años de vida. Al principio no sabía que significado tenía la sucesión. Durante la visita pude entender basado en la versión directa de los líderes cual era el fundamento de la heredad en la concepción que no apelaba a ningún requisito electoral. Era la continuación de la causa del líder precursor. A partir de ahí el hijo, el nieto y la descendencia en la casta directa de la sangre. La claridad de las aguas podía definir que el designado en el orden era Kim Jong-il. Kim Jong-un el nieto debía ser por lo tanto el dueño actual del trono. Solo podía ser beneficiario del proceso el fruto humano consanguíneo dotado de toda la capacidad de personificar el carácter ideopolítico del camarada pionero. Reunidos varios tratadistas de la época ninguno vaciló en la ejemplaridad sustitutiva de Kim Jong-il, quien nació en el monte Bekdu en medio de las llamas de la ardua lucha armada. Leal a su padre creó la idea Zuche. Anotados los requerimientos para llenar el vacío cabe preguntar ¿Cuáles son los que justifican la continuación? Kim Jong-un no ofrece los atributos meticulosamente señalados por los veteranos. Lo único que se le conoce es la reincidencia verbal en torno a las destructivas armas de fuego de su arsenal, la pirotecnia esgrimida de sus alcances. Su ideología es el cohete que identifica a su desdichada apariencia.

El estilo agresivo de la guerra rompe a la unidad. Corea no fue la excepción. Intervenida por la sed de las potencias extranjeras el desenlace amargo fue partir la fruta en dos partes terriblemente antagónicas: una capitalista y otra comunista.

Actualmente Trump promete borrar del mapa a Pyongyang, mientras Kim Jong-un reacciona con la misma irresponsable receta. Ambos han perdido el tesoro de la credibilidad, el caudal más valioso que puede haber en las arcas del verdadero gobernante. Bufones de la palabra en el espectáculo de la majadería. Por tanto si no son beneficiarios de la credibilidad, no merecen que se les ponga atención para solaz de la paz interior.

El autor es periodista.

Opinión Donald Trump Kim Jong-Un archivo
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