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Julio Icaza Gallard

Las lecciones de Cataluña

He compartido la crispación y la tristeza con que la inmensa mayoría de españoles ha visto los últimos acontecimientos en Cataluña. Se trata de un disparate político más, en esta era de la posverdad y lo posfáctico, en que la realidad se deja a un lado y se imponen los deseos y los sentimientos, guiados por políticos demagogos e irresponsables. Europa ha tenido bastante con la estupidez del Brexit como para tener que enfrentar ahora una secesión de España, que no sería reconocida internacionalmente y estaría condenada al fracaso económico y social.

La dura realidad siempre se impone. La posverdad, es decir la mentira, por muy bonita que haya sido adornada y maquillada, es temporal, se disuelve y esfuma como la pompa de jabón cuando choca con el duro suelo. Los catalanes están tomando conciencia de los riesgos y no quieren irse al abismo. La reacción al miedo inmediatamente se expresó en centenares de miles de cuentahabientes que empezaron a sacar su dinero de los bancos catalanes, el Sabadell y la Caixa, que se vieron obligados a reaccionar cambiando su sede tributaria para salvarse de la catástrofe. El capital no tiene nacionalidades, ni partidos políticos, ni caudillos; busca rendimientos y seguridad. A estas grandes agencias bancarias les siguen empresas de todo género, grandes y medianas, que igualmente se van de Cataluña, ante la caída en picada de sus valores en la bolsa y el temor creciente de sus accionistas. Para ningún empresario o capitalista, incluyendo aquellos que han estado apoyando la causa catalanista, es negocio quedarse aislado del mundo y ningún ahorrante quiere ver su dinero expuesto a corrales o confiscaciones. Son varias las lecciones de esta crisis.

Muchos capitalistas nicaragüenses, incluyendo los nuevos que han crecido a la sombra del poder y lo han venido apoyando, empiezan a ver que las cosas están dejando de ser tan Bonitas y Prósperas, Rosadas y Felices como pintan las letanías doña Rosario Murillo. No sólo se trata de los efectos de una eventual aprobación de la Nica Act sino, también, de las medidas que el Presidente de los EE.UU. podría tomar en cualquier momento, en relación a Albanisa y el tejido de empresas nacidas a la sombra del dinero de PDVSA, que han contaminado de corrupción a amplios sectores de la economía nicaragüense. Hay preocupación por las consecuencias imprevistas de esas reacciones masivas en cadena, a que tanto está expuesto el dinero, más nervioso que un ciervo. Es la preocupación que les ha llevado a contratar lobbystas profesionales, ya no tanto para detener la Nica Act sino evitar, según han declarado sus directivos, sanciones mayores, que podrían derivarse de la aplicación de otras leyes o del simple ejercicio de los poderes propios del ejecutivo norteamericano.

Josep Borrell, político catalán y ex presidente del Parlamento europeo, en el cierre de la gigantesca movilización del domingo 8 de octubre en Barcelona, por el diálogo y la unidad de España, preguntó a los empresarios catalanes que han estado apoyando el separatismo pero ahora corren a sacar sus empresas y bancos de Cataluña ante el riesgo de quedar aislados de Europa y de España, por qué no habían dicho antes que se irían si se declaraba la independencia. Tal vez eso hubiese impedido llegar a los extremos a que se ha llegado, con el daño económico que ya se está ocasionando a Cataluña y España. La misma pregunta hay que hacerla a los empresarios nicaragüenses que hasta hoy han estado apoyando a Ortega: deberían sincerarse y decirle con toda claridad que no lo acompañarán en ninguna deriva nacionalista que ponga en riesgo sus bienes y que si no recompone sus relaciones con los EE.UU. de América, garantiza una justicia independiente y elecciones libres para 2021 se irán de Nicaragua. Se trata de una verdad y no de una amenaza, que quizás podría evitar que lleguemos a situaciones dañinas y extremas.

Otra enseñanza de los sucesos de Cataluña tiene que ver con el lema de la gran movilización del domingo 8 de octubre: recuperem el seny. Recuperemos el sentido común, la sensatez. Lo dicen los españoles, que vivieron una de las más terribles guerras civiles y cuarenta años de dictadura. Es también lo que más nos ha hecho y sigue haciéndonos falta en Nicaragua, atrapada en la desesperanza y la pobreza, con dos guerras civiles y tres dictaduras recientes a cuesta.

El seny, tan sencillo, tan simple y tan evidente: devolverle la libertad al pueblo y que sea él quien decida.

El autor es jurista y profesor universitario.

Valencia, octubre de 2017.

Opinión Cataluña archivo

COMENTARIOS

  1. Jaime L.
    Hace 7 años

    Excelente comentario sobre la realidad catalana, y sobre los riesgos que enfrentan los capitalistas amigos del sandinismo; el Nica Act los va a obligar a los que han aprendido a convivir con los Ortega a reconsiderar ese apoyo, o hacer las maletas. Lo malo es que en cualquiera de los dos casos la que pierde es la empobrecida Nicaragua.

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