La dictadura de Nicolás Maduro se adjudicó la victoria en las elecciones regionales del domingo pasado en Venezuela, mediante un fraude electoral tan burdo y escandaloso como los que el régimen orteguista realiza en Nicaragua desde los comicios municipales de 2008.
La oposición venezolana denunció que Nicolás Maduro llevó desde Nicaragua una comisión de expertos orteguistas en fraudes electorales, para que asesoraran al Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela. Y a juzgar por los resultados del domingo pasado, los alumnos venezolanos aprendieron muy bien las lecciones de sus maestros nicaragüenses.
En los días anteriores a las elecciones del domingo pasado, todas las encuestas de Venezuela coincidieron en el dato de que más del 70 por ciento de los venezolanos rechazan al régimen de Nicolás Maduro. Lo cual es muy comprensible. Sin embargo, según el CNE los candidatos oficialistas habrían obtenido alrededor del 55 por ciento del voto nacional.
En sí mismo, el sistema electoral venezolano concede un gran ventajismo institucional al partido de gobierno, como sucede en todos los regímenes dictatoriales. Entre los muchos abusos de poder a favor de los candidatos oficialistas, está el uso de los recursos públicos de manera discrecional e ilegal, la coacción a la ciudadanía y en particular a los empleados públicos, la censura de prensa, el acaparamiento de medios de comunicación, la desinformación y propaganda mentirosa, etc.
Sin embargo, la oposición ha podido derrotar electoralmente al chavismo por la unidad lograda alrededor de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), de la cual solo un sector minoritario está fuera por su propia voluntad. Y gracias también a la impopularidad del gobierno, que por su incapacidad e irracionalidad ha hundido a Venezuela en una profunda crisis económica y social a pesar de su inmensa riqueza petrolera.
En las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015 la oposición venezolana recibió más del 56 por ciento de los votos y obtuvo 112 de los 167 escaños de la Asamblea Nacional. En términos generales ese era el mismo resultado que de acuerdo con todas las encuestas se esperaba en las elecciones regionales del domingo pasado. Maduro lo tenía claro y para evitar la nueva derrota electoral descaradamente montó el fraude en las urnas con la asesoría de los expertos de Nicaragua.
Entre otras maniobras fraudulentas el chavismo cambió a última hora muchos lugares de votación, en las zonas donde la oposición es mayoritaria, para crear la trampa del “ratón loco” que usa el orteguismo en Nicaragua. Falsificaron los escrutinios y le quitaron a la oposición alrededor de dos millones y medio de votos. Prácticamente han cerrado la vía electoral para la restauración de la democracia en Venezuela.
La oposición venezolana está ahora ante la disyuntiva de desconocer los resultados de las elecciones y renunciar a las 5 o 6 gobernaciones asignadas por el chavismo, o aceptar el fraude y someterse a la imposición de que los gobernadores electos tienen que jurar los cargos ante la asamblea constituyente.
Pero a nuestro juicio las fuerzas democráticas no deben someterse a la dictadura. Maduro no se fortalece ni resuelve nada con este fraude. Más bien ahonda la crisis política, económica y social de la cual solo se puede salir realizando elecciones verdaderas, libres, limpias y democráticas.
