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Eliseo Núñez

Se le convence o se le vence

Justo después de las elecciones del 2008 el régimen de Ortega necesitaba sortear una gran crisis en ciernes, se había robado las elecciones municipales de ese año y la cooperación extranjera se retiraba por esta razón, la burbuja inmobiliaria había explotado en el mundo desarrollado y amenazaba con un colapso financiero, entonces recurrió a uno de los planteamientos más paradójicos que pudiera tener un político que se hace llamar de izquierda, planteo al liderazgo de la empresa privada un arreglo en lo económico sin tomar en cuenta la política, Ortega propuso que le ayudaran a salvar la economía sin ningún compromiso político de parte del régimen, pues de no hacerlo ambos sucumbirían.

Una vez Ortega en arreglo con el liderazgo de la empresa privada comenzó a sortear la crisis, pero a su vez tal cual vendedor de ilusiones hizo sentir a quien le estaba salvando el cuello que era él su salvador y no lo contrario, pronto el crecimiento económico regresé de la mano de la ayuda venezolana, los precios altos de nuestros productos exportables y el efecto del TLC con los Estados Unidos (EE. UU.), pero el régimen le repetía a los empresarios que todo eso era porque el había decidido no portarse mal y que era ese arreglo el que hacía crecer la economía, no dejaba ver al liderazgo empresarial que el motivo del crecimiento no estaba atado grandes cambios en la matriz productiva y que la institucionalidad iba desmontándose metódica y progresivamente.

Tampoco Ortega el ilusionista dejaba ver que el motivo de la sensación de expansión económica era el crecimiento acumulado de diez años liberales y diez años orteguistas. Las cifras no mienten, el promedio anual de crecimiento de los diez años liberales fue 3.9 y el promedio de los primeros diez años de orteguismo son 4.2, se crecía casi lo mismo en la maltrecha democracia liberal que en el periodo desinstitucionalizador de Ortega, los liberales con su Mitch y Ortega con su Chávez.

Ahora ha llegado el momento en que la política vuelve a ser importante, comienza a faltar el dinero; Venezuela cae a pedazos; los regímenes del Alba se diluyen, no sin dejar un rastro de corrupción indeleble y perseguible; el gran socio comercial del hemisferio, EE. UU., ha puesto atención en la involución democrática del país y amenaza con sanciones que podrían colapsar nuestra economía y generar una larga lista prófugos internacionales.

En realidad fue correcto que la empresa privada aceptara caminar con Ortega en el tema de la salida a la crisis económica, lo que no fue correcto es haber creído que el ejercicio de la política era un estorbo al crecimiento y la estabilidad, peor aun fue creer que los mecanismos del Estado de derecho se podían sustituir por arreglos de poderes fácticos y no electos, no se entendió que al final del día lo económico es altamente frágil ante un mal manejo de lo político y se dejó al régimen la capacidad de quedar sin contrapesos políticos, Ortega convertido hoy en señor de horca y cuchillo no tiene amenazas internas a su poder y mientras estas no existan sus concesiones para disminuir la presión internacional procuraran el gato-pardismo en que: “Para que todo siga igual, algo tiene que cambiar”.

Aun sabiendo esto un grupo importante de empresarios ven que la solución permanente está en volver a la democracia, pero Ortega está claro que en la democracia no hay nada para él, que la institucionalidad no le interesa si no le sirve a sus intereses, el Estado de derecho le estorba, elecciones libres son palabras amenazantes y que tiene más probabilidades de sobrevivir profundizando su autoritarismo, pues donde los empresarios sensatos lo llevarían solo hay posibilidades de perder el objeto de todos sus esfuerzos: el Poder. La estrategia deberá entonces definir si a Ortega se le puede convencer o se le tendrá que vencer para retomar la democracia y Estado de derecho.

El autor es dirigente del Frente Amplio por la Democracia (FAD)

Opinión Daniel Ortega elecciones Empresa privada TLC archivo
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