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femicidios, Nicaragua

LA PRENSA/Óscar Navarrete

Magaly Quintana: “El Estado invisibiliza femicidios”

Magaly Quintana, activista de católicas por el derecho a decidir, explica cómo el Estado oculta las verdaderas cifras de femicidios en el país. Además habla sobre el acoso y el machismo

La activista feminista Magaly Quintana asegura que en Nicaragua la violencia contra las mujeres no se detiene porque no hay ningún esfuerzo del Estado por luchar contra el acoso, el maltrato o las cifras de femicidios en el país.

En esta entrevista, Quintana, quien organizó los primeros grupos feministas en Nicaragua, habla sobre cómo el Estado maquilla los femicidios para que las cifras no sean tan altas, sobre el machismo, las campañas de Yo te creo, el acoso y sobre el machismo.

¿Cómo ve usted la situación de violencia hacia las mujeres en el país?

Es algo que no se detiene en este país. Y no se detiene porque no hay voluntad política ni interés en este gobierno para resolver esta problemática. Y es una violencia que se manifiesta en todos los aspectos de la vida de las mujeres. En el ámbito de trabajo, en el trabajo doméstico, en la violencia sexual, en la maternidad. Tanto en el ámbito público como en el privado.

¿Ha aumentado la violencia o simplemente ahora es más visible?

Realmente no podemos decir que hay más violencia, sino que hay una actitud muy positiva con los trabajadores de la comunicación en este país, tanto a nivel nacional como en lo local, que han asumido visibilizar esta problemática, esta tragedia que viven las mujeres en este país.

¿Entonces no hay más violencia?

No. Si vemos la violencia desde el ámbito de los femicidios, la saña con que se mata a las mujeres en este año, en 2017, es igualita a los años anteriores. Igualita, igualita. Lo que posiblemente está cambiando es la variación en los números, que personalmente yo creo que no es que han disminuido, sino que creo que este gobierno, en este momento, tiene mayor control en la Policía y en el Instituto de Medicina Legal, en el sentido que está obligando a estas instituciones a invisibilizar los femicidios en este país. Nos hemos encontrado casos que Medicina Legal los tipifica de diferentes formas: ya sea como muerte natural o como suicidio.

Estamos hablando de maquillar cifras… ¿Cómo lo hace el Gobierno?

De los femicidios las cifras se maquillan con dos instituciones: el Instituto de Medicina Legal y la Policía Nacional. ¿Por qué decimos esto? Por ejemplo, tenemos alrededor de siete casos que no están integrados en las estadísticas de mujeres que han aparecido muertas, golpeadas y nos hemos comunicado con la Policía para que nos explique qué realmente ha pasado con esas mujeres y nos dice la Policía que estas mujeres murieron por causas de enfermedades. Por ejemplo, el caso de una compañera que se dio aquí nomás en Managua, en La Primavera, la Policía estableció que esta mujer había muerto de cirrosis. A esta mujer la habían abusado y amaneció desnuda en una casa, quien conoce esa enfermedad está claro de que la cirrosis cuando estás en tus momentos difíciles ni siquiera te podés mover. Los familiares presionaron para que se les entregaran los resultados del Instituto de Medicina Legal y la Policía nunca los quiso entregar, ni siquiera lo quiso pasar a la Fiscalía. Muchas veces la respuesta que tenemos de la Policía es: “Miren, nosotros tenemos orientación de no darle ninguna información sobre la muerte de ninguna mujer”. Estamos hablando hasta el momento de 41 femicidios y seis asesinatos. Nosotros pensamos que las cifras pueden ser mayores por esa actitud que tienen Medicina Legal y la Policía.

¿Y con la tipificación de qué o qué no es un femicidio hay algún conflicto con la Policía?

Por supuesto. La contrarreforma de la Ley 779 tenía un objetivo fundamental que es legalizar los abusos del presidente Ortega, cuando transformó a través de un decreto esta Ley. La Ley 779 en su integridad podría haber sido un instrumento que contribuyera a incidir en la disminución de los femicidios en este país. Pero en la disminución real, no en la reducción maquillada que se plantea el Gobierno. ¿Por qué hay una contrarreforma? Porque a nivel internacional uno de los indicadores para medir el respeto o el irrespeto de los derechos humanos de las mujeres es la violencia sexual y los femicidios. Entonces, este gobierno para quedar bien internacionalmente lo que hace es disminuir los casos tipificando los femicidios como asesinato o como homicidio. Los datos que presenta el observatorio de católicas están definidos por la Ley 779; los datos que presenta la Policía están amparados por las reformas últimas a la Ley.

¿Para ustedes qué es un femicidio?

Nosotros hablamos de femicidio de acuerdo a la Ley 779. Se establece por las relaciones desiguales de poder, cuando realmente existe saña y odio en la muerte de las mujeres, cuando es la pareja y cuando concurren las circunstancias de asesinato en esos tres acápites. Así lo establece claramente la Ley 779 en sus orígenes.

¿Qué pasa cuando una mujer mata a una mujer?

Eso no es lo generalizado. En este año creo que hay un caso. Habrá uno o dos casos. En otras legislaciones se convierte en femicidio cuando esta mujer mata a otra mujer y está cruzado el hecho de que es por un hombre, pero en Nicaragua no. Entonces nosotros no lo consideramos femicidio, es asesinato. En el caso que se dio de Claudia Pérez, donde se implicó y se condenó a la suegra nosotros sí lo tipificamos por femicidio. En este caso hubo situaciones particulares. La suegra dice que ella drogó a Claudia para poderla mover de un lado a otro. El Instituto de Medicina Legal en su estudio de toxicología dice que esta muchacha no fue drogada. Otro elemento que estaba es que la herida que tenía Claudia era una herida limpia y tuvo que haberse hecho con un arma cortopunzante muy fina y sin embargo lo que presentó la Policía fue un machete viejo. Y había otro detalle, los perros a quien encontraron fue al excompañero de Claudia. Nosotros pensamos que ahí la Policía no quiso profundizar en las investigaciones y cuando esta mujer dijo: “Yo la maté” entonces ya la Policía dio por resuelto el caso.

¿Y por qué lo tipificaron si era una mujer?

No lo tipificamos porque una mujer mató a otra mujer. Lo tipificamos porque estamos convencidos de acuerdo al análisis del Instituto de Medicina Legal, que esta mujer no actuó sola, que estaba alguien con ella y que ella estaba protegiendo a su hijo.

Cambiando un poco… Usted decía que la saña con la que se han matado mujeres este año ha sido la misma que otros años. Pero hablamos de crímenes atroces: mujeres quemadas, a una de ellas la degollaron y no hallaban su cabeza ¿en realidad siempre ha sido así?

Completamente. Nosotros analizamos y llevamos todo un registro de los casos: es igualito. Para no correr tan largo, ahorita el carnicero está diciendo que ya cumplió su pena por buen comportamiento. Este hombre la cortó en picaditos y la cabeza nunca apareció. Encontraron el cuerpo en una bolsa hecho picadillo en un refrigerador. Y él dijo que la cabeza se la había dado a los animales. ¿Quemadas? El año pasado precisamente en Nueva Guinea nos encontramos que la quemó viva en un hospedaje. La saña es la misma, no es que ha variado, no es que ahora son más brutales. El machismo y el odio a las mujeres se ha expresado de esa forma sistemáticamente.

¿Entonces se perciben más casos porque ahora son más mediáticos?

Lo que estamos diciendo es que se visibiliza más esa saña con la que actúa el machismo en el 2017. Pero esta saña es una constante. No es que el machismo antes era menos agresivo y ahora es más agresivo. El machismo es el machismo e históricamente actúa bajo una logia: el odio hacia las mujeres. El sentido de que el macho es dueño del cuerpo de las mujeres y que puede decidir sobre su vida. Esa lógica y ese odio han estado presentes.

¿Cuál es el caso que más le ha impactado a usted?

Pues una los viene viendo y analizando… Por ejemplo, cuando se dio el caso de la Vilma Trujillo ya había otras quemadas; claro, tal vez ahí me impactó más por el fanatismo religioso en que este caso estaba envuelto. Tal vez ahora, de tanto años de seguir, lo que no me deja de impresionar son los abusos que cometen las instituciones del Estado. Por ejemplo, el caso de la Bellys Sequeira, en El Ayote, fue impresionante ver las fotografías donde tenía todo el rostro desbaratado, todo el cuerpo golpeado y Medicina Legal dice que murió por un infarto. Nunca te deja de impresionar la perversidad y el odio hacia las mujeres, pero lo que más me está impactando es realmente la actitud que tienen las instituciones del Estado para invisibilizar esta tragedia. Te llena de dolor, de rabia, sobre todo de impotencia.

¿Se podría afirmar entonces que el Estado maquilla las cifras de femicidios?

Nosotros decimos que hay una política de Estado de invisibilizar los femicidios en este país. Nosotros estamos convencidos de que hay una política generalizada de la mentira, eso está en todos los aspectos, en todas las temáticas. Pero con las mujeres esta mentira todavía se expresa de forma más visceral.

Magaly Quintana, activista de Católicas por el derecho a decidir. LA PRENSA/ Óscar Navarrete

Cambiando el tema ¿qué opina sobre las campañas contra el acoso que se han creado en los últimos meses?

Yo creo que han sido muy importantes, sobre todo porque el acoso en la sociedad estaba como algo muy natural. Y a mí me parece que el movimiento de jóvenes que se han aglutinado en la lucha contra el acoso han logrado decirle a la sociedad: “¿Saben qué? Esto no es natural. Esto es una forma diferente de agresión que vivimos las mujeres en este país”. Porque el acoso no es exclusivamente contra las jóvenes, el acoso es contra cualquiera: seas gorda, seas fea, seas bonita, seas como seas. El hombre siempre se siente con el derecho de acosarte en cualquier lugar. Yo creo que ha sido un avance muy importante poder visibilizar esa otra forma de violencia.

¿Qué cree usted que pueda hacer el Gobierno para detener el acoso? ¿Una ley?

Yo creo que la Ley 779 tiene elementos que pueden contribuir y pueden ser utilizados para erradicar o por lo menos incidir en que se erradique el acoso. Pero el problema de este país es que esta violencia que vivimos las mujeres una ley por sí no es la solución del problema. Para resolver el problema debe haber una actitud del Estado para aplicar esa ley. Nosotros tuvimos la Ley 779, una de las más completas, pero la Ley no es suficiente.

Ahorita hay un movimiento muy fuerte que es el Yo te creo, en solidaridad con las víctimas de violación a las que no se les cree. ¿Este principio de Yo te creo no atenta contra la presunción de inocencia?

Por supuesto que no.

¿Por qué? La aclaro que estas preguntas las hago porque consulté con algunos hombres antes de la entrevista. Estoy haciendo un poco de abogado del diablo.

No te estoy diciendo que es imposible, pero es muy difícil que una mujer… para una mujer denunciar no es como denunciar que le robaron. Pasa situaciones muy complejas personales en la vida de esa mujer. Ya cuando denuncia es que llegó un momento muy importante de su vida. Esto se demuestra con los informes del Instituto de Medicina Legal. ¿Cómo es eso? En el 2016 Medicina Legal planteó que hubo más de cinco mil peritajes sobre violencia sexual. Y de estos cinco mil corresponden no al territorio nacional, corresponde a 29 municipios del país y nosotros tenemos 151. Hablamos de 29 municipios porque solo ahí tienen delegaciones. De estas cinco mil, solamente el 6 por ciento no pudo comprobar que las mujeres habían sido abusadas. Hay una tendencia donde el Yo te creo asume validez.

¿El Yo te creo vale para los hombres?

Por supuesto que vale el Yo te creo para los hombres. Aquí cuando yo te hablo de cinco mil violaciones, tenés 689 hombres abusados. E igual la cifra de la Policía tiene una igual cantidad de hombres abusados.

En el caso del acoso siempre se dice que quien define si es acoso o no es la víctima ¿qué piensa de eso?

El acoso obvio que lo define la víctima en el sentido que la víctima lo está viviendo y lo está sintiendo.

¿Y hasta qué punto está correcto? Porque si un día la víctima decide que darle la mano es acoso, así será.

Eso pasa por la exageración. Si yo veo Twitter y Facebook, las denuncias del acoso, generalmente no son “porque me dio la mano”, estas mujeres están denunciando lo que están viviendo y lo que están viviendo realmente refleja que eso es un acoso. En las denuncias que están en redes sociales yo no he visto una denuncia porque le dieron la mano. E incluso, vos sabés que hay mecanismos que si alguien te da la mano y te hace así (acaricia la palma de la mano con el dedo anular) ya detrás de eso hay un mensaje, no es un simple “me dio la mano”.

¿No han sentido una respuesta mucho más violenta del machismo intentando luchar contra él?

Este año y el año pasado la respuesta del machismo ha sido mucho más dura. Si te fijás, cuando surgió la Ley 779, que no era una ley en contra de los hombres, los hombres se levantaron. Lo vimos por ejemplo en la posición de las diferentes iglesias. No nos extrañó porque sabemos que las iglesias se han sentido que los cuerpos de las mujeres son de su propiedad. Y si te fijás en las redes sociales hay una respuesta virulenta del mundo machista.

Los hombres con los que hablé me decían que el problema es que ellos sienten que ahora es pecado ser hombres

Yo creo que el aporte de las feministas no es exclusivamente para las mujeres. Es decir, el acoso de las feministas que en sí es el cambio de esa cultura machista, beneficia profundamente a los hombres en todos los ámbitos de la vida. Si vos analizás la cultura sexual imperante es terrible esa construcción, es terrible para los hombres. Si bien es cierto que le da privilegios también es terrorífica. Le impone una heterosexualidad compulsiva. Le establece que el sexo, que esa variedad erótica solo la puede resolver con la mujer de la calle y no con su esposa, que es la “mujer buena”. ¡Cómo eso golpea a un hombre! Que no puede disfrutar, crear, hacer cosas diferentes con quien es su supuesta mujer buena. El machismo es dañino. Es terrible esa cultura para los hombres e igual para las mujeres, con la diferencia de que a los hombres les da privilegios y a las mujeres no.


Plano personal

Magaly Quintana tiene 65 años. Nació el 28 de mayo de 1952.

No está casada ni tiene hijos.

Estudió el bachillerato en el colegio La Asunción y posteriormente entró a la universidad donde fue dirigente estudiantil. Después se involucró con la revolución.

En 1982 empezó a trabajar y organizar los primeros grupos feministas en el país, en conjunto con otras mujeres.

Desde hace 11 años trabaja con Católicas por el Derecho a Decidir, movimiento que fue creado en 2006 cuando se penalizó el aborto terapéutico.

Le encanta el futbol y su equipo predilecto es el Barcelona y la selección Argentina. En futbol su ídolo es Leonel Messi.

El boxeo también le fascina. “Cuando malmatan al Chocolatito lo disfruto”, dice Quintana.

En cine le gusta ver de todo. Cuando está cansada opta “por la imbecilidad”. Pero para disfrutar en pantalla grande le gustan las buenas actuaciones, como Susan Sarandon, Jennifer López.

Le encanta la serie Game of Thrones y dice que sufrió con el último final de temporada porque pasará dos años sin verla.

Le gusta comer de todo, sobre todo chilaquiles, porque los que ella hace le quedan ricos, “de muerte lenta”.


 

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COMENTARIOS

  1. Nora Carmen Meneses Mendoza
    Hace 6 años

    Magistral Magaly, referente para la reflexión con las mujeres.

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